domingo, 30 de junio de 2013

Charla con Sergio Daniel Verzeñassi, integrante del Foro Ecologista de Paraná

Charla con Sergio Daniel Verzeñassi, integrante del Foro Ecologista de Paraná

Por Gilda García

Resulta cada vez más difícil no darse cuenta respecto a la imposibilidad de acceder a un consumo infinito en un planeta finito. El daño que cada día, cada hora, cada minuto, le hacemos a nuestro hábitat resulta irrecuperable y vuelve a nosotros de manera sistemática y brutal.
Si ya no hay futuro en el crecimiento y el consumo, habría que reorganizar las sociedades sobre otras reglas de juego que contemplen la posibilidad de vivir mejor con menos y que el tiempo que tenemos en este mundo no sea sólo tiempo de trabajo. Que sea tiempo para la vida.
Es en esta emergencia planetaria donde la idea de decrecimiento comienza a ser parte de nuestro imaginario y de nuestras posibilidades concretas.
Para Daniel Verzeñassi, bioquímico e integrante activo del Foro Ecologista de Paraná, “Decrecer no es perder lo alcanzado. Decrecer es quitarle valor de verdad indiscutida a esto de querer tener más para poder ser más felices.” 


-¿Cómo nace la idea de decrecimiento? 
La idea de decrecimiento no es la culminación sino un paso más en esto que comenzó siendo una mirada muy crítica al consumismo, allá por la década del 60, y que fue metabolizado internamente por el sistema, hasta finalmente transformarlo en una suerte de moda. Esto que hoy aparece como decrecimiento no es una respuesta elaborada por un proceso evolutivo dado por la humanidad, sino por una necesidad que impuso la propia limitación que tiene el planeta. Esta propuesta, que hoy arranca como un pensamiento nuevo en el mundo, deviene de un agotamiento que se había anticipado ocurriría de mantenerse los niveles del derroche, consumo y despilfarro de los principales responsables: los países del norte. Y ese 20% de la población de mayor consumo en el mundo, que se engulle el 86% de los recursos y consecuentemente produce otro tanto similar en cuanto a contaminación y desechos, no accede a un cambio de paso para darle continuidad a la vida y revisar, además, los propios valores que se esconden detrás de ese despilfarro. Despilfarro que llevan adelante quienes han podido apropiarse de una manera prepotente, casi salvaje, de lo que nos pertenecía a todos.
Ya en la década del 60 se había registrado un primer anuncio del problema, quedando en evidencia que la manera de consumir y producir, tenía seguramente una limitante hacía el futuro. Los intelectuales con mayor lucidez dentro de ese mundo despojado de éticas y consideraciones, lo anunciaban. El confort propuesto en la década del 50, después de la Segunda Guerra Mundial, y el modo americano de vida trasladado como objetivo a alcanzar al resto de las comunidades del mundo, llevaba a que, en algún momento, esa generalización de tanta exuberancia tuviera que pagarse. Podían no verlo los que apuestan su vida cada día en las pizarras de una bolsa de valores, observando a cuánto se fue la acción de un producto más demandado de ayer a hoy, porque en eso cifran su vida. Pero la lucidez intelectual de quienes saben mirar un poco más allá llevó al Club de Roma a pedirle al Grupo Meadous que haga un estudio sobre lo que podría llegar a pasar en esta espiral de crecimientos económicos e industriales. Así nace el famoso trabajo “Los límites del crecimiento”, donde ya se anticipaba que había una limitante energética, de agua dulce y de producción de alimentos; que el aire comenzaba a contaminarse y volverse irrespirable. Era también una respuesta a un mundo de artificialidad y pérdida de valores espirituales.

-También se hacía desde un crecimiento personal y social. En cambio ahora es una necesidad porque no hay alternativas. No hay tiempo.
- En aquél momento no se planteaba un decrecimiento como cuestión, sino un replanteo sobre la manera en que estábamos viviendo. Se trataba de ponerles señalizaciones de luces verdes, amarillas y rojas a los hacedores del dinero, a los que ven al mundo para saber en qué centímetro cuadrado le hacen la diferencia financiera o económica, a los que pisan más fuerte aún el acelerador para seguir haciéndonos creer que la economía sólo depende de los capitales. El movimiento hippie es una reacción a esto. Fueron avisos que dio el planeta en los lugares más dañados, tanto de la opulencia como en los paises invadidos y colonizados. Pero en una y otra punta hay un aviso al poder mundial de que, cuando se transitan esos caminos de oprobio respecto del uso de los recursos a costa del despojo de tantos, existe una reacción. Es ahí que comienza el proceso de amortiguación de esas reacciones realizándose todo un trabajo político dependiendo del lugar: un ejemplo es la Unión Soviética y la caída de Europa del Este. Otro es América Latina donde se da una seguidilla de golpes de Estado que endeudan a los países y ,consecuentemente, producen herramientas estratégicas para el aprovechamiento de la extracción o el saqueo de los recursos que ya estaban detectados en estos lugares y habían sido ya advertidos sobre su agotamiento. Pero lo que no ocurrió es que el grito de rebeldía a ese modo de vida propuesto pudiera generara un nuevo mundo, un mundo que reaccionara evolutivamente a lo que había producido y se superara a sí mismo, sino que se profundizó, ocultando el daño que le produce a un territorio formas de vivir ajenas. Lo cierto es que lo que se anunció en la década del 70 ha llegado. Y es la enfermedad emergente de la ruptura de los ciclos de la vitalidad biológica la que se hace cargo de estas sociedades. Enfermedades resultantes de las alteraciones de los ambientes. 

- Nunca se dice qué tipo de crecimiento nos ofrecen ni a costa de quién.

- Y además te hablan de desarrollo y del progreso, pero no se define realmente qué es eso, de qué se está hablando cuando se nombra al crecimiento. Así comienza a dar vueltas en el mundo la idea del Decrecimiento. Y ¿qué es el decrecimiento? Es dejar de creer que tener más o producir más es mejor y empezar a revisar cuántas otras conexiones perdidas nos permitirían entender mejor la vida. En un mundo que es finito, el crecimiento imparable conduce a un agotamiento, que es lo que dijeron treinta años atrás los Meadous y que hoy dice la propia realidad. Entonces ¿qué hemos agotado? Cosas elementales que todavía no llegamos a comprender porque estamos en medio de un torbellino de confusiones. Pero no sabemos cuánto petróleo le queda al planeta, ni siquiera lo reflexionamos. El petróleo fue lo que alimentó a esta manera loca de vivir. En nuestra ciudad, el incremento del parque automotor o el cambio de modelo de vehículo representa casi el motivo por el cual vivir, y es una expresión de lo que hablamos. Vivimos en un mundo donde para impulsar esos autos se invaden países o se anuncian diariamente crecientes aumentos en los combustibles. Sin embargo, huimos hacia delante, seguimos a todo trapo como si nada pasara. Pareciera que siempre es mal momento para hablar de estas cosas. No agüemos la fiesta. Además, han metido tan profundamente la idea de que esto era posible para todos que hoy, proponerle al mundo una transformación de los hábitos de consumo significa una reacción contra quien lo vaya a decir. Quienes todavía no consiguieron meterse detrás de la vidriera y siguen mirando desde la calle, no van a aceptarlo. Y tienen razón. Porque los que llevaron al mundo al borde del precipicio no fueron ellos sino quienes están dentro del comedor.

CONSUMIR, CONSUMIR, CONSUMIR... 

- ¿Creés que tenemos conciencia de esta necesidad de cambios?
- No, yo creo que todavía es muy poca la advertencia que existe. Lo que más sorprende y te deja anonadado es la inexistencia de estas advertencias de parte de los gobernantes. No se puede consumir hasta el infinito. Debemos cambiar esta propuesta por una más evolucionada donde la humanidad recupere vínculos capaces de superar las tenencias, donde el tener deje de ser la pastilla con la que nos queremos levantar y acostar, y recuperemos otros entendimientos respecto del ser felices a partir de la vinculación, del encuentro. Pero no hay reflexión por parte de quienes vamos camino a ser las víctimas más directas e inmediatas de este modelo propuesto.

- Así que al final la felicidad no la da el consumo.
- No, está demostrado que esto no es cierto. Hay mediciones que ponen en evidencia que cuando crecieron los PBI de los países industrializados no ha existido mejoramiento de sus vidas. Al contrario: han llevado a una sociedad, que sigue sin revisarse, a que todas las semanas anuncie niños entrando armados a la escuela y matando a sus compañeros. Lo muestran como si fuera el desvío de una cabeza alocada, pero ¿quién aloca las cabezas en las sociedades?

- ¿De qué manera creés que se irán dando los cambios?
-Las cosas se irán sucediendo con una sincronía que se me escapa, pero ocurrirán, de hecho ya lo están haciendo. Hay cosas que están ocultadas. Veremos hasta cuando lo podrán hacer. Depende de nosotros, de todo lo que podamos difundir para desarmar los mitos que hemos asimilado y aquellos temores de que dejaríamos de tener comida y combustible, que no podríamos vivir más y se acabarían cosas a las cuales nos hemos acostumbrado y de las que nos creemos incapaces de prescindir. En realidad, son solo temores. No es cierto que si desaparece Nestlé vamos a dejar de tener leche.
Lo que pasa es que la sociedad, al artificializarse, pierde la capacidad de mantener lo que durante miles de años hicieron. Revisando números uno advierte que las sociedades siempre tuvieron a su alcance la posibilidad y capacidad de procurarse el alimento. Hay un dato que es clarito: la población que vive de la producción alimentaria directa superan los 2.000.000.000 de personas, si le agregás los que viven de lo que compran a quienes hacen producción directa de alimentos, superamos la mitad de la población del mundo. Más de esa mitad se alimenta gracias a producciones que no están contabilizadas ni entran dentro de los PBI de cada país. Sin embargo, la agroindustria y el agrocomercio nos han impuesto la idea de que si ellos desaparecen dejaríamos de comer. Y que ese transgénico y aquel modelo agroindustrial tienen que seguir desarrollándose a costa de una biotecnología cada vez más alocada y con alcances cada vez más impredecibles. Cuando ha quedado en evidencia que eso es una mentira total. No vienen a alimentar al mundo.

- De a poco hemos ido perdiendo los aprendizajes ancestrales sobre la cultura alimentaria de los pueblos.
- No sé si se han perdido. Creo que están como corridos del escenario. Y en esa recuperación comenzamos a creer algunos hombres y mujeres del mundo. En esto chocamos totalmente con la corporación que, disfrazada de filantropía y bondades, viene a terminar con quienes intercambian semillas y producen alimentos en forma local. Y lo hacen de muchas maneras. Culturalmente lograron que en Paraná hiciéramos desaparecer nada más y nada menos que el Mercado Central en aras de un shopping. Este era el lugar al cual podíamos llevar las producciones locales para que se abastezcan a las poblaciones que no tienen fondos de casa o traspatios para cultivar sus propios alimentos. Hoy se está tratando de devolver su capacidad de producción a una terraza o a un balcón, haciendo producciones de pequeña cantidad. Esto es muy valioso. Sin embargo, no hay que perder de vista que tenemos la posibilidad de crear cinturones verdes en las ciudades, producciones locales con un control de la química que se utiliza para garantizar que lo que estamos comiendo no nos va a enfermar.
Estas son algunas de las alteraciones que provocaron los espejismos con los cuales nos han embaucados estos encantadores de serpientes, que son las corporaciones del mundo. Pero nosotros no vivimos en el mundo genérico de la superficialidad, sino en el mundo real, que demanda cada vez más combustible para hacer llegar los alimentos de un lugar a otro. Decrecer no es perder lo alcanzado. Decrecer es quitarle valor de verdad indiscutida a esto de querer tener más para poder ser más felices. En esta carrera, como la del burro detrás de la zanahoria, la propuesta de tener más sólo sirve para perder de vista lo que de verdad nos puede conducir a ser felices: tener una sociedad serena, amigable, solidaria, con capacidad de producir alimentos en forma local. 

- Promover el consumo de lo que ya producimos o de lo que ni siquiera tenemos que producir.
- Hay que gestar un movimiento donde seamos capaces de devolverle a la ciudad la capacidad de producir para consumir sus propios alimentos. Habría que hacer un relevamiento y convocar a la sociedad para que advierta lo que ya produce y hacer ferias donde además se traiga gente que pueda contarnos cómo se puede preparar la palta, cómo utilizar el mango, las moras. Además, recuperaríamos algo que no tiene valor de mercado: nuestra condición de recolectores y nuestra capacidad de autonomía. Recuperar humanidad en la capacidad de recolectar, en la capacidad de pescar, en la capacidad de sembrar, en la capacidad de intercambiar y cooperar para asentar nuestra posibilidad de evolucionar como especie humana.
Podemos tener ciudades capaces de alimentarnos con árboles en las calles o en los parques y plazas. Los bordes de nuestros arroyos, que no necesitan irrigación artificial porque son naturalmente húmedos, podrían tener, manteniéndoles la vegetación acuática y anfibia de borde, la capacidad de darle humedades a los cultivos. Revisar los arroyos y volverlos a mirar, porque no se necesita de gran ingeniería, sino de una gran advertencia ecosistémica. Limpiarlos de metales pesados a través de plantas acuáticas (lirios acuáticos, cañas y espadañas) que capturan la mayor parte de toda la química que emponzoñan los cursos de agua. De esta manera nuestros arroyos serían espacios de cultivos, de paseos, de recolectores. Y no espacios de escondites o de contaminación y ruptura de los ecosistemas. También habría que recuperar el monte nativo que es el gran hacedor de lluvias. Porque donde se rompe el monte se terminan las lluvias y se necesitan irrigaciones artificiales. No hay posibilidad de vida fuera de la posibilidad que surge de los ecosistemas funcionando.
La ecología es una herramienta política extraordinaria que no entra dentro de los espacios de la discusión política, porque todavía no tiene carta de ciudadanía.
La presidenta, cada vez que puede, habla de cómo hemos aumentado los niveles de consumo, un consumo chatarra además. Porque si vos me decís que consumimos más libros o mejores comidas, que hemos reemplazado la hamburguesa por una comida elaborada… Pero no. En realidad, vamos perdiendo la capacidad de cocinar. Hay barrios enteros de gente que no sabe cocinar. Poblaciones que han perdido la capacidad de entender que detrás de una semilla está la posibilidad del alimento. 

- Cada vez accede menos gente a este tipo de consumos. Pero además habría que preguntarse ¿cuántos quedaron en el camino para que hoy tengamos ese dudoso crecimiento?
- Eso es lo que se oculta. Siguen proponiendo la teoría del derrame, cuando quienes lo propusieron veinte años atrás concluyeron que esto fracasó. No es cierto que donde hay un desarrollo económico devenga un bienestar social. Son sólo espejismos de algunos procesos productivos, donde se hace tanto ruido que es difícil ver lo evidente. Como nos ha pasado a nosotros, que hemos transformado nuestro esquema de producción tradicional en el actual modelo sojero dependiente, minero dependiente, celulosa dependiente, metalmecánico dependiente. Para generar un cambio semejante tuvieron que preparar el escenario de tal manera que pudiera gestarse sin reacciones.
Pero esto no ha llegado todavía a la discusión política. Se plantea que estamos disminuyendo el índice de desocupación y que la única forma de trabajar es la que nos proponen las corporaciones y el poder político mundial. Adscribimos a esa receta sin ver que no es cierto que este sea el único camino posible. Te dicen que para terminar con el hambre hay que crecer. Esto tampoco es cierto. Como dice Paul Ariès, ideólogo del decrecimiento, “para terminar con el hambre necesitamos 1500.000.000 productores y no 400.000 agronegocios que supuestamente se han hecho cargo del problema del mundo”. Esos son los que provocan el problema en el mundo. Los 1500.000.000 productores son los que pueden resolverlo. Y, de hecho, hoy resuelven el problema de la alimentación a más de la mitad de la población mundial.


CARRERA SIN DESTINO 
- Mucha gente relaciona decrecimiento con desempleo ¿Creés que esto es cierto?
- Decrecer no quiere decir perder capacidad de sostenernos o darnos lo necesario. Decrecer es terminar con la propuesta de seguir adelante en esta carrera sin destino, consumiendo y destruyendo lo que sostiene la vida: agua dulce, aire para respirar, suelos. Un commoditie agrícola para producir necesita pasar arados robotizados o hacer siembra directa con químicos. Para ellos los suelos son sólo matrices de producción. No son más territorios donde hay un diálogo de quien produce con la tierra, con el entorno, con el aire, con el árbol, con el cielo, con el tiempo, con los vientos y las lluvias. Ahora hay agricultura “inteligente” y el INTA, a través de algún vocero, se enorgullece de decir “En esto nosotros tenemos la posta”. Y ¿qué es eso? Es la desaparición del agricultor, del hombre de la tierra y de su contacto con la misma. Entonces, para producir de esa manera, se pasan las máquinas y se tira la química. Este modelo de producción solamente es posible en grandes extensiones para generar las ganancias y viabilidad económica que pregonan, sin tener en cuenta que esta práctica conlleva a un agotamiento de los nutrientes del suelo. Ya pasamos el máximo posible de extracción de los yacimientos de roca fosfática. El fósforo desaparece del mundo. Y para poder producir en este modelo agrícola que rompe sus ciclos naturales a partir de la ruptura de la biodiversidad, es necesario devolvérselo a la tierra. Por eso el fósforo es cada vez más caro, porque se termina, y porque estamos armando un territorio que dentro de 30 o 50 años puede llegar a ser un lugar sin posibilidades de producir nada. Porque no hay más fósforo en las tierras que fueron tratadas con este modelo de producción de commodities. Si este modelo de producción se consolida como está consolidándose hasta ahora, este territorio no tiene más nietos o bisnietos. En dos o tres generaciones no se va a poder vivir acá.

- ¿Se puede dar un decrecimiento real en el marco del sistema capitalista actual?
- No, no existe eso. Nos van a engañar. Cuando escuchan estas posiciones, estos pensamientos, enseguida encuentran alguna ONG que salga a hablar del decrecimiento verde.

- ¿Qué es el decrecimiento verde?
- Un decrecimiento sin perder productividad. Es decir, producir pero con ciertos cuidados. Maquillar el daño. Seguir dañando, pero a menor ritmo para poder hacerlo más tiempo.
Ahora existen productos que hacen crecer nuestra economía a expensas de llevar adentro el final de su vida útil. Nos han puesto alrededor todas cosas efímeras, que tienen vida útil limitada y cada vez más corta. Entonces es cada vez más necesario alimentar este reloj de la locura sin advertir los avisos de que esto se termina. ¿Y estos que están haciendo el engulle no se dan cuenta que también se van ellos? Es que su plan es eliminar a miles de millones del mundo.

- Y van a acaparar lo poco que quede.
- Es parte del plan. Por eso quieren manejar el alimento y las semillas, el agua y las vacunas. Van a dejar lo necesario para alimentar a unos cuantos. Entonces habría que preguntarse ¿quiénes somos los que estamos de más en este mundo? ¿Cuántos somos? Para este mundo sobramos muchos. Para esta forma de producción no hacemos falta. Por eso están robotizando la producción. Y lo peor de todo es que los que van a esas exposiciones y aplauden son los que van a ser reemplazados y tirados al tacho de la basura. Creen que ya no necesitan mejorar sus semillas por intercambio con sus vecinos o mantener vigente el conocimiento que adquirieron acerca de qué vientos trae la lluvia o qué valor tiene para la humedad del suelo mantener tal o cual especie autóctona que siempre hubo y que por eso el suelo se mantenía húmedo. Total ahora, con el apoyo de la investigación de la UNL (Universidad Nacional del Litoral), Grobocopatel acaba de patentar una semilla que es resistente a la sequía. Y estamos saludando esto. Nuestros periodistas lo sacan en sus primeras páginas con grandes titulares: “¡Somos extraordinarios! Ahora también tenemos semillas que son capaces de germinar sin humedad.” 

CARA O SECA 
- ¿Qué podemos hacer ahora?
- El primer paso sería darnos cuenta que, en la medida que no fuimos capaces de trabar la rueda, lo que se está jugando es nuestra suerte. Es decir, el cierre del Mercado Central fue una pérdida muy seria para esta ciudad. Perder el Hipódromo produciendo aire y amortiguación de temperaturas, pone en riesgo muy fuerte la suerte de muchos de nosotros. La pérdida de permeabilidad de ese suelo que ahora se va a cementar llevará toda la lluvia, que antes era absorbida por los suelos, a los cauces que ahora se modificarán y desbarrancarán. Es posible que el bajo de Díaz Vélez y Almirante Brown sea una de las víctimas de las grandes lluvias una vez que asfalten y cementen las 22 hectáreas del viejo Hipódromo. Entonces ¿Qué mensaje nos estamos dando? Tenemos que empezar a darles crédito a propuestas que parecen demasiado sencillas para ser válidas y, en realidad, lo son. El 70-80% del alimento que Paraná consume tiene que producirlo Paraná. Y los bordes de la ciudad tienen que ser recuperados como bancos de tierra para recolonizar y recampesinar, con poblaciones que deberán ser orientadas para poder ubicarse en esos lugares con parcelas que tengan una medida suficientemente apta como para vivir su familia de lo que produzca e intercambiar el excedente con la población de la ciudad. Si somos capaces de meter 3000 o 5000 productores en las proximidades de la ciudad, empezaremos a estribar hacia un nuevo camino.

- ¿Cuáles serían los primeros pasos para gestar un cambio que nos lleve hacia el decrecimiento?
- Uno los grandes problemas que padecemos como sociedad es que no logramos hacernos las preguntas que corresponden. En lugar de eso, nos preguntamos cómo hacemos para crecer, cómo hacemos para estar mejor. Pero somos incapaces de preguntarnos ¿de qué depende nuestra vida?
Hemos llegado tarde a las decisiones. Si hubiéramos podido hablar de decrecimiento hace veinte años, nos habríamos ahorrado dos décadas de deterioro y destrucción medioambiental. Pero en ese tiempo hablábamos de consumismo. Paul Ariès también repite algo que decía Einstein: “Cuando uno tiene la cabeza con forma de martillo, a todos los problemas los ve con forma de clavo.” Así, todo lo que nuestra sociedad considera como problemas tiene que ver con la economía. Esto no es así. El problema de la economía es, en realidad, el problema que nos han obligado a repetir los que hacen economía con nuestras falencias. Los que hacen dinero y planifican futuros a expensas de nuestras ignorancias y de nuestras miserias. Hemos sido invitados a compartir un pensamiento que nos agrede y, sin embargo, lo compartimos y lo saludamos. Este es un saludo de sometimiento.
Estamos convencidos de que hay que ir gestando espacios demostrativos de lo que estamos diciendo. Tenemos que ser capaces de demostrar que es posible. Hay una expresión que cierra este tema del decrecimiento: nosotros no vamos a transformar este mundo. Nosotros vamos a construir nuevos mundos. Porque no vamos a transformar al mundo corporativo. El mundo corporativo se sentará también a nuestras mesas, pero en esas mesas las agendas y el orden de la palabra no lo va a distribuir ellos. Si lo hacen, estamos liquidados. Para lo que nuestras sociedades necesitan no precisamos de dineros. No hacen falta Bancos Monetarios ni Bancos Mundiales: la gran riqueza oculta y ocultada de nuestras sociedades somos las sociedades mismas. 

www.foroecologista.org.ar

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