viernes, 27 de diciembre de 2013

Navidades Por Carlos del Frade.

NavidadesPor Carlos del Frade.

Herodes se llama la síntesis del sistema. Ahora y antes. María y José son la expresión de los perseguidos. El hijo que va en las entrañas de la mujer es condenado a nacer entre animales, según confiesa la imagen del pesebre. El poder quiere que los pibes vivan y se sientan animales, no humanos. Sin embargo hay una rebeldía permanente en el amor de los que son más. Deciden que Jesús nazca y celebran la osadía de saber que quizás lo mejor de la humanidad está en la desobediencia ante los mandatos impuestos por las minorías. Feliz Navidad para lo que insisten en apostar a lo humano ante la bestialidad feroz del sistema. En esa porfiada insistencia cotidiana está el permanente renacer de la esperanza.


El patio de la vieja casa de calle 9 de Julio era el lugar para la cena de aquellas navidades de los años sesenta. Eran muchos los que estaban. Entre ellos, Juan Carlos, mi papá, empleado bancario y mi abuelo, Don Alfredo, estibador portuario. De pronto Juan enciende una bengala y las chispas empiezan a quemar el mantel de hule y la camisa del estibador. El final se esconde en el olvido. Pero todavía recuerdo aquellas reuniones de laburantes que les costaba llegar a fin de mes y que encontraban en las cañitas voladoras y un pollo frío las simples ganas de festejar para seguir adelante. Ya no están ni Juan Carlos, ni Alfredo ni muchos otros de aquellas navidades. Tampoco está aquella ciudad del puerto, los trenes y las fábricas barriales. Estamos nosotros y están nuestras hijas. Están las tozudas ganas de construir realidades que permitan la alegría de nuestros pibes.

¿Nacerá esta noche algún pibe dentro de un bunker, mientras su madre cumple con su tarea, encerrada con candado desde afuera?. ¿Qué tipo de reyes magos esperan las chicas y los chicos que están allí, en esos lugares multiplicados por las distintas formas de impunidad y alimentados por frondosas billeteras que jamás serán mencionadas en las hojas de los expedientes?. ¿Qué destino habrán tenido las Marías y los José de esos pibes que hoy venden droga en los bunkers?. Preguntas sobre vidas de pibas y pibes que hoy no están y que aparecen ocultas en estadísticas brutales de homicidios acumulados en las crónicas policiales.

Navidad de 1810. Belgrano, segundo promedio histórico de la Universidad de Valladolid, ha cruzado ríos marrones a lomo del cuero de una vaca. Es un poseso. Quiere convertir en realidad las tres palabras que lo enloquecen: igualdad, revolución e independencia. Está en las Misiones y escribe el decreto de los 30 pueblos donde dice que las tierras serán para todos en partes iguales, que el estado se hará cargo de la educación hasta los 18 años y también que habrá trabajo para los mayores y que está prohibido cortar árboles porque hay que pensar en el futuro. Más de dos siglos después, una enorme bandera a cuadros, síntesis del negocio multinacional del Dakar flamea cerca del lugar donde izara por primera vez su rebeldía. Más de dos siglos después, un general de condenable pasado es ascendido a máxima autoridad de aquel ejército que él soñara como liberador.

 -El hijo del hombre no tiene ni siquiera una piedra para asentar su cabeza...-solía repetirme un sacerdote que enseñaba a cantar y que tenía una inteligencia implacable y una ironía contundente. Se llamaba Santiago Mac Guire. Lo habían torturado porque entendió que hacer la revolución era el mejor sinónimo del cristianismo, mientras a su lado, Eugenio Segundo Zitelli, se reía de su coraje. Mac Guire sigue vivo en los mejores sueños de nuestras pibas y nuestros pibes mientras que Zitelli que goza de la libertad que pagaron amigos del arzobispado rosarino y la curia casildense, hace rato que habita el infierno de los tantos Judas reciclado. Feliz Navidad, querido e inolvidable Santiago, en cualquier lugar que estés.

La Pochi, Florinda Lidia Zabala, trabajó toda la vida y aunque no pudo terminar la primaria, leía todo aquello que se le cruzaba. Cuando todavía sonreía, tenía una luz plena y contagiosa. Creía que en la otra vida, esa que una manera de catolicismo le había hecho creer que existía, serían reparados todos sus dolores, superadas todas sus tristezas, zanjadas todas las injusticias. Hasta que la realidad la cansó. Y supo que la resignación no es lo mejor del cristianismo. Lo mejor de aquella sonrisa única de la Pochi está en sus nietas, mis hijas.

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