martes, 14 de agosto de 2018

uan Menoni; FIDEL CASTRO; Los zurdos escriben muy bien.

Juan Menoni

FIDEL CASTRO.
Los zurdos escriben muy bien.

Aquel adolescente quinceañero, se había convertido en el blanco perfecto de las chicanas de la señorita Dolores González Medina, profesora de Formación Ética y Ciudadana.
Es que el joven, tenía la suerte, o la desgracia, según desde donde se lo mire, de llamarse Fidel Castro.
Como si no fuera suficiente la inevitable asociación con su homónimo el ex presidente y líder de la Revolución Cubana, este Fidel, escribía con la izquierda, y además, tenía una particular forma de cuestionar todo aquello que los profesores y sus compañeros planteaban.
La González, era sumamente conservadora, y solía tener actitudes despectivas con los estudiantes, pero se podría decir que su encono con Fidel era muy particular. La señorita Dolores, se había obstinado en dirigirse a él llamándole el Zurdo Castro.
-Yo no me apodo el “Zurdo”. Le había dicho varias veces Fidel, en plena clase.
-Ya lo sé, pero como escribe con la izquierda… Contestaba la profesora con aire socarrón.
También sus compañeros comenzaron a apodarlo El Zurdo. Pero, a Fidel no le molestaba para nada cuando el mote venía de sus pares, muy por el contrario, con el tiempo se fue familiarizando con el apodo y casi se podría decir que actuaba en consecuencia. Poco a poco, el joven se fue convirtiendo en un referente de sus compañeros de curso.
Lo que sí le molestaba, y mucho, era darse cuenta que detrás del “zurdo” de Dolores, subyacía un enorme prejuicio y una actitud descalificadora. Él sabía perfectamente que el motivo del apodo, no era por escribir con la mano izquierda, sino por su nombre y su particular forma de pensar. 
Se acercaba el final del año, cuando la profesora propuso, o mejor dicho, obligó a los estudiantes a sacar una hoja y escribir libremente sobre alguno de los temas trabajados en el año.
Fidel, que ya conocía a Dolores de años anteriores, estaba seguro que llegaría ese día y que sería una oportunidad única de aclararle los tantos a la profesora.
Se había preparado cuidadosamente durante todo el año, había hablado sobre el tema con sus padres, había leído todo lo que estaba a su alcance sobre el tema y hasta se lo escuchó repetir de memoria algunos párrafos del Manifiesto del Partido Comunista, escrito por Marx y Engels en 1848.
Castro tomó varias hojas y comenzó a escribir con una velocidad inusitada, su manito izquierda volaba sobre el papel, ocupando renglones y renglones con su letra desprolija pero entendible.
Sus compañeros lo miraban sorprendidos, muchos de ellos habían escrito apenas cinco o seis renglones, una especie de bosquejo confuso en relación a alguno de los temas trabajados, otros entregaron la hoja completamente en blanco.
Fidel seguía escribiendo, ya llevaba varias carillas cuando sonó el timbre.
- Enseguida le entrego. Dijo el joven con un tono serio y firme.
Se tomó unos minutos más para redondear y dejó la hoja sobre el escritorio, sin nombre ni firma. Estaba seguro que ella sabría a quién pertenecía…
…Sentada en la mesa de la cocina de su casa, Dolores ya casi había llenado de cuatros la libretita donde registraba las notas cuando se encontró con aquel trabajo anónimo:

"Trabajo Práctico de Reflexión Ética y Ciudadana.
Título: Esos son todos “zurdos”.

A esta altura del siglo XXI, todavía es bastante común escuchar descalificaciones a personas, grupos e instituciones, a los que genérica y despectivamente, se tilda de “zurdos”, término que en la jerga popular sirve para calificar a aquellos que, real o supuestamente, se identifican con ideas o posicionamientos político-ideológicos de izquierda.
Es notable el escozor que sigue generando el término “zurdo” en amplios sectores sociales, los que sin embargo tendrían serias dificultades y diferencias, si les pidiéramos que intenten definir a que se refieren con ese epíteto.
Cabe recordar que los conceptos “derecha”, “izquierda” y “centro” tienen una génesis poco precisa y discutible, incluso entre los Historiadores, especialistas en Ciencias Políticas y Ciencias Sociales en general.

Sus orígenes más certeros, podrían rastrearse en la reunión de los Estados Generales, nombre que se le daba a las asambleas previas a la Revolución Francesa de 1789. 
Por ese entonces, quienes se oponían radicalmente a la monarquía y proponían su abolición, se ubicaban a la izquierda del recinto, los moderados al centro y los partidarios del orden establecido a la derecha.
Luego, por extensión, estos términos fueron identificando ideológica y políticamente a los sujetos y grupos, calificando como de izquierda a aquellos que critican, en menor o mayor medida, al sistema socio-económico vigente, y del centro a la derecha, a aquellos que defienden a ultranza el orden imperante, o añoran volver a un estado de cosas anterior (conservadores o reaccionarios).
De esta forma, a un espectro tan amplio de ideologías y movimientos como el Marxismo o socialismo Científico, el Anarquismo, el Socialismo Utópico, e incluso a la Social Democracia y a algunos movimientos o expresiones políticas nacional-populares, se las ha calificado como de izquierda; mientras que al Fascismo, al Nazismo, a las distintas expresiones liberales o neoliberales burguesas, y a las posiciones pro imperialistas, se las ubica a la derecha.
A lo largo del tiempo, quienes tienen el poder, los deformadores de opinión de turno y las propias organizaciones políticas, incluidas las de las mismísimas izquierdas, han ido vaciando de contenido y cargando de prejuicio a estos conceptos.
En el caso de nuestro país, las sucesivas dictaduras, todas influenciadas por intereses y pensamientos identificados con la derecha, han generado un terrible prejuicio en relación a la izquierda, catalogando de “zurdo” a todo aquel que piense diferente o se anime a cuestionar lo establecido; imponiendo en el imaginario popular, una especie de asociación mecánica de términos como: zurdos, comunistas, guerrilleros, terroristas, subversivos, ateos, antipatria y todo tipo de calificativos que puedan sonar a insulto. 
Sin embargo, esa estrategia de descalificar al que piensa diferente, no es patrimonio de nuestros dictadores o de nuestra clase dominante, ya que la propia obra fundacional del socialismo científico, el Manifiesto Comunista, escrito por Marx y Engels, publicado en 1848, comienza diciendo:
“Un fantasma recorre Europa: el fantasma del comunismo… … ¿Qué partido de oposición no ha sido motejado de comunista por sus adversarios en el poder? ¿Qué partido de oposición, a su vez, no ha lanzado tanto a los representantes más avanzados de la oposición como a sus enemigos reaccionarios, el epíteto zahiriente de comunista?
De ese hecho resulta una doble enseñanza:
Que el comunismo está ya reconocido como una fuerza por todas las potencias de Europa.
Que ya es hora de que los comunistas expongan a la faz del mundo entero sus conceptos, sus fines y sus aspiraciones; que opongan a la leyenda del fantasma del comunismo un manifiesto de su propio partido…” 
Dicho esto, los padres del socialismo científico se ocuparon de clarificar lo medular de su idea del mundo, de la historia, y su propuesta política.
Es curioso ver como el prejuicio en relación al cuerpo teórico más crítico que ha producido la humanidad en los últimos 160 años, es anterior al propio desarrollo teórico en sí mismo. Los poderosos, inventaron el “antídoto” antes que el “veneno” exista.
Mucho más curioso es que un siglo y medio después, el término “zurdo” siga teniendo la misma connotación fantasmagórica, y sirva para descalificar a toda persona y/o institución que pretenda transformar esta realidad.

Más allá de toda crítica que podamos hacer sobre los partidos u organizaciones que son, o se dicen de izquierda, más allá de la imprecisión que los términos tienen, más allá de toda defensa dogmática de cualquier ideología; en un mundo terriblemente injusto, corrupto, individualista y sometido a los intereses imperiales, como el que vivimos actualmente, ¿no vale la pena ser un poco zurdo?".

Era evidente que el trabajo pertenecía a Fidel, la señorita Dolores terminó del leer con una mezcla de sorpresa y bronca, no podía creer que un joven de quince años, haya fundamentado con tanta claridad y lucidez. Por otra parte, la profesora no era capaz de soportar que los argumentos tengan la suficiente contundencia como para hacerla dudar de sus convicciones ideológicas.
Dolores, pensó y repensó si el trabajo no sería copiado. 
-Imposible, yo los vigilé toda la hora- Dijo hablando sola.
Una colega le había enseñado que debía escribir parte del texto en un buscador de la computadora, para corroborar si no se trataba de un plagio. Pero nada, el escrito parecía original.
La Profesora nunca había leído a Marx de primera mano, su conocimiento provenía de la lectura de algunos apuntes de su época de estudiante y de aquello que había escuchado a lo largo de su vida.
El lunes siguiente, antes de llegar a la escuela, pasó por una librería y compró el Manifiesto.
-Tengo que leerlo por razones de estudio. Le dijo a la chica de la librería, dando una absurda e innecesaria explicación, como si le avergonzara haber comprado aquel libro.
El trabajo del joven había hecho mella en la mujer, después de años de certezas absolutas, de repetir los saberes establecidos, de pensar que su forma de ver el mundo era la única verdad, se encontraba sacudida, desestabilizada.
Entró al curso, puntual como siempre, y se acercó a cada banco a entregar los trabajos.
-Fidel, este es el suyo. Se olvidó de poner su nombre. Le dijo, dejando la hoja sobre el pupitre y continuando rápidamente con los demás.
Al joven le extrañó sobre manera que Dolores lo haya llamado por su nombre, era la primera vez en mucho tiempo que no se dirigía a él como Zurdo.
Después de terminado el reparto de trabajos, la profesora se paró en el frente, puso un tono solemne y exclamó para todo el curso:
-El alumno Castro, es el único que está aprobado. Sus argumentos no me convencen, pero hay algo que debo reconocer: ¡Los zurdos escriben muy bien!

-“Próceres sin bronce. Contramanual de historia de la Patria Grande”.Juan Menoni. PV, 2013.

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