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San Lorenzo, Santa Fe, soporta el puerto por el que se fuga más del 60% de la exportación de soja, minería y petróleo. Allí transitan los camiones y se erigen los silos, emblemas del modelo económico que siembra una incógnita macabra: ¿la vida o la desocupación? Los vecinos se organizan a partir de los problemas más graves: hay hasta un asamblea contra la leucemia. Acaban de conseguir, al menos, la promesa de que el gobierno “monitoree” a las empresas, una palabra que puso de moda Gualeguaychú y que por ahora nadie sabe qué significa. Para darse ánimo, bromean: “Promocionarán el toxiturismo”.
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