martes, 18 de mayo de 2010

Inseguridad: el perverso invento neoliberal, más seguro y eficaz que su antiguo Estado de bienestar.

LA NIÑEZ NÓMADE: la otra metamorfosis.

por Alfredo Grande
(para La Tecl@ Eñe)15 marzo 2010
“hay personas que hacen leña del arbol caído. Hay otras que para hacer leña, primero tiran el árbol”. (aforismo implicado)

Para los que poco tienen, una buena noticia. Tienen una ley penal propia. Casi tan dura como la tributaria, e intentado, al igual que ésta, lograr un nuevo avance en construir nueva cultura. Pero claro: cuando insemina el diablo, lo que se da a luz son demonios. La nueva cultura (tributaria o de responsabilidad penal) son nuevas vueltas de tuerca, con varios remaches, y de paso cañazo, algunas vueltas de garrote vil. Jardín de las delicias de la cultura represora. A la que definimos como la hegemonía absoluta del mandato, la amenaza y el castigo. Trípode siniestro que cultivado con la cruz, la espada y la picana, logra disciplinar las molestas rebeldías de los que se atreven a cuestionar a la cínica teoría del derrame. Que como aquella otra de “los dos demonios”, retorna una y otra vez. Esa teoría ni siquiera es una hipótesis, apenas una metáfora encubridora de decir que, al ser imposible ganar todo el pan necesario con el sudor de la frente, el recurso democrático que queda es abrir el bolsillo para que algún cobre se deslice desde la caja fuerte del patrón. Forma perversa de la nunca concretada distribución de la riqueza, que termina con una versión posmo de la cada vez mayor distribución de la pobreza. Pero hablar de cultura represora nos permite gambetear la zancadilla jurídica y el patadón moral. O sea: no se trata de resolver el tema de la inseguridad. Se trata de demoler el paradigma de la inseguridad. La inseguridad es una entelequia, una forma de simplificación de una realidad densa y compleja, no apta para comunicadores y funcionarios de sangre tibia. Cuando un lejano ministro de varios imposibles, de profesión hipnotizador, habló del “costo social del ajuste”, obviamente pensó que era un costo social que los pobres de la tierra iban a pagar mansamente. Como clase media en cabina de peaje. No quiso pensar, o mejor dicho, se negó a pensar que ese costo social iba a ser capturado por la maquinaria mafiosa-policial-juridica. Una metamorfosis monstruosa empezó a consumarse. El chiquilín de bachín pasó a ser el “junior” que disparó sin miramientos. O sea: que la máquina trituradora de vidas tenía en esos campos yermos de la infancia y adolescencia huerfana, el mejor ejército de reserva que alguna fuerza represiva pudiera soñar. El delirio de “pobres contra pobres” podía consumarse. Sembrar la discordia en la casa del hermano, para heredar todos los vientos. El hambre, la falta de comida, la humillación permanente, la soledad, los maltratos, el frío, el calor, la sed, la violencia, todas circunstancias que agravan y potencian la metamorfosis necesaria para consolidar a la cultura represora. ¿Cómo fabricamos en serie a pequeños asesinos por naturaleza?...
Nota completa en Reflexiones sobre la realidad o en: http://lateclaene.blogspot.com/2010/03/grande-alfredo-la-columna-grande.html

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