jueves, 23 de junio de 2011

El escándalo de los agrocombustibles en los países del Sur

François Houtart
 
 ALAI AMLATINA, 21/06/2011.- La idea de extender el cultivo de los 
 agrocombustibles en el mundo y particularmente en los países del Sur es 
 desastrosa. Ella forma parte de una perspectiva global de solución a la 
 crisis energética. En los próximos 50 años tendremos que cambiar de 
 ciclo energético, pasando de la energía fósil, que es cada vez más rara, 
 a otras fuentes de energía. En el corto plazo es más fácil utilizar lo 
 que es inmediatamente rentable, es decir los agrocombustibles. Esta 
 solución, al reducirse las posibilidades de inversión y al esperar 
 ganancias rápidas, parece la más requerida a medida que se desarrolla la 
 crisis financiera y económica.
 

 Como siempre, en un proyecto capitalista, se ignora, lo que los 
 economistas llaman, las externalidades, es decir, lo que no entra dentro 
 del cálculo del mercado, para el caso que nos preocupa, los daños 
 ecológicos y sociales. Para contribuir a la solución de la crisis 
 energética con un porcentaje de entre el 25 y el 30% de la demanda, se 
 tendrá que utilizar centenas de millones de hectáreas de tierras 
 cultivables para la producción de agroenergía, en su mayor parte en el 
 Sur, ya que el Norte no dispone de la superficie cultivable suficiente. 
 Se tendrá, igualmente, según ciertas estimaciones, que expulsar de sus 
 tierras a por lo menos 60 millones de campesinos. El precio de estas 
 “externalidades” no pagado por el capital sino por la comunidad y por 
 los individuos, es espantoso
 
 Los agrocombustibles son producidos bajo la forma de monocultivos, que 
 destruyen la biodiversidad y contaminan los suelos y el agua. 
 Personalmente, he caminado kilómetros en las plantaciones del Chocó, en 
 Colombia, y no he visto ni una ave, ni una mariposa, ni un pez en los 
 ríos, a causa del uso de grandes cantidades de productos químicos, como 
 fertilizantes y plaguicidas. Frente a la crisis hídrica que afecta al 
 planeta, la utilización del agua para producir etanol es irracional. En 
 efecto, para obtener un litro de etanol, a partir del maíz, se utiliza 
 entre 1200 y 3400 litros de agua. La caña de azúcar también necesita 
 enormes cantidades de agua. La contaminación de los suelos y del agua 
 llega a niveles hasta ahora nunca conocidos, creando el fenómeno de “mar 
 muerto” en las desembocaduras de los ríos (20 Km² en la desembocadura 
 del Mississippi, en gran medida causado por la extensión del monocultivo 
 de maíz destinado al etanol). La extensión de estas culturas acarrea una 
 destrucción directa o indirecta (por el desplazamiento de otras 
 actividades agrícolas y ganaderas) de los bosques y selvas que son como 
 pozos de carbono por su capacidad de absorción.
 
 El impacto de los agrocombustibles sobre la crisis alimentaria ha sido 
 comprobado. No solamente su producción entra en conflicto con la 
 producción de alimentos, en un mundo donde, según la FAO, más de mil 
 millones de personas sufren de hambre, sino que también ha sido un 
 elemento importante de la especulación sobre la producción alimentaria 
 de los años 2007 y 2008. Un informe del Banco Mundial afirma que en dos 
 años, el 85% del incremento de los precios de los alimentos que 
 precipitó a más de 100 millones de personas por debajo de la línea de 
 pobreza (lo que significa hambre), fue influenciado por el desarrollo de 
 la agroenergía. Por esta razón, Jean Ziegler, durante su mandato de 
 Relator Especial de las Naciones Unidas por el Derecho a la 
 Alimentación, calificó los agrocombustibles de “crimen contra la 
 humanidad”, y su sucesor, el belga Olivier De Schutter, ha pedido una 
 moratoria de 5 años para su producción.
 
 La extensión del monocultivo significa también la expulsión de muchos 
 campesinos de sus tierras. En la mayoría de los casos, aquello se 
 realiza por la estafa o la violencia. En países como Colombia e 
 Indonesia, se recurre a las Fuerzas Armadas y a los paramilitares, 
 quienes no dudan en masacrar a los defensores de sus tierras. Miles de 
 comunidades autóctonas, en América Latina, en África y en Asia, son 
 desposeídas de su territorio ancestral. Decenas de millones de 
 campesinos ya han sido desplazados, sobre todo en el Sur, en función del 
 desarrollo de un modo productivista de la producción agrícola y de la 
 concentración de la propiedad de la tierra. El resultado de todo esto es 
 una urbanización salvaje y una presión migratoria tanto interna como 
 internacional.
 
 Es necesario igualmente anotar que el salario de los trabajadores es 
 bien bajo y las condiciones de trabajo generalmente infrahumanas a causa 
 de las exigencias de productividad. La salud de los trabajadores es 
 también afectada gravemente. Durante la sesión del Tribunal Permanente 
 de los Pueblos sobre las empresas multinacionales europeas en América 
 Latina, realizada paralelamente a la Cumbre europea-latinoamericana, en 
 mayo del 2008, en Lima, fueron presentados muchos casos de niños con 
 malformación, debido a la utilización de productos químicos en el 
 monocultivo de plátano, soya, caña de azúcar y de palmeras.
 
 Decir que los agrocombustibles son una solución para el clima, está 
 igualmente a la moda. Es verdad que la combustión de los motores emite 
 menos anhídrido carbónico en la atmosfera, pero cuando se considera el 
 ciclo completo de la producción de la transformación y de la 
 distribución del producto, el balance es más atenuado. En ciertos casos, 
 se convierte en negativo en relación a la energía fósil.
 
 Si los agrocombustibles no son una solución para el clima, si solo lo 
 son de una manera marginal, para mitigar la crisis energética, y si 
 ellos acarrean importantes consecuencias negativas, tanto sociales como 
 medio ambientales, tenemos el derecho de preguntarnos por qué ellos 
 tienen tanta preferencia. La razón es que a corto y mediano plazo ellos 
 aumentan de manera considerable y rápidamente la tasa de ganancia del 
 capital. Es por esto que las empresas multinacionales del petróleo, del 
 automóvil, de la química y del agronegocio, se interesan al sector. 
 Ellos tienen como socios al capital financiero (George Soros, por 
 ejemplo), los empresarios y los latifundistas locales, herederos de la 
 oligarquía rural. Entonces, la función real de la agroenergía es en la 
 práctica ayudar a una parte del capital a salir de la crisis y a 
 mantener o eventualmente aumentar su capacidad de acumulación.
 
 En efecto, el proceso agroenergético se caracteriza por una 
 sobreexplotación del trabajo, el desconocimiento de las externalidades, 
 la transferencia de fondos públicos hacia el sector privado, permitiendo 
 ganancias rápidas, pero también una hegemonía de las compañías 
 multinacionales y una nueva forma de dependencia del Sur con respecto al 
 Norte. Todo aquello es presentado con la imagen de benefactores de la 
 humanidad ya que producen "energía verde". En lo que concierne a los 
 gobiernos del Sur, ellos ven ahí una fuente de divisas útiles de 
 mantener, entre otros, el nivel de consumo de las clases privilegiadas.
 
 Por lo tanto, la solución es reducir el consumo, sobre todo del Norte e 
 invertir en nuevas tecnologías (solar especialmente). La agroenergía no 
 es un mal en sí y puede aportar soluciones interesantes a nivel local, a 
 condición de respetar la biodiversidad, la calidad de los suelos y del 
 agua, la soberanía alimentaria y la agricultura campesina, es decir, lo 
 contrario de la lógica del capital. En Ecuador, el Presidente Correa ha 
 tenido el coraje de detener la explotación del petróleo de la reserva 
 natural del Yasuni. Esperemos que los gobiernos progresistas de América 
 Latina, de África y de Asia, tengan la misma firmeza. Resistir en el 
 Norte como en el Sur, a la presión de los poderes económicos es un 
 problema político y ético. Por lo tanto, denunciar el escándalo de los 
 agrocombustibles en el Sur se constituye en un deber
 
- François Houtart es ex-catedrático de la Universidad Católica de 
Lovaina, fundador del Centro Tricontinental y autor del libro: El 
Escándalo de los Agrocombustibles para el Sur, Ediciones La Tierra y 
Ruth Casa editorial, Quito, 2011.

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