miércoles, 22 de junio de 2011

Las semillas del nacismo

por el autor de este blog:
Los transgénicos no son un invento del capitalismo actual, sino sólo una mera copia de ellos mismos.
La transgénesis consiste básicamente, por ejemplo, en introducir un gen extraño a una planta autóctona u original y transformar su esencia en algo parecido a lo que era pero ahora totalmente diferente. Parecido porque sigue siendo una semilla con casi el 100 % de la propiedades que poseía, pero diferente porque ha sido penetrada por una o varias propiedades nuevas de las cuales dependerá su supervivencia. Es decir: una semilla transgénica aunque se parezca a las de su misma original especie, ya no lo es tanto. Tal es así que lo que a ella le permite vivir bien y desarrollarse ampliamente a sus parientas originales las matará (lease soja RR).
Toda una metáfora de la colonización, de la violencia sobre los pueblos originarios para que acepten, acaten y actúen según las nuevas ideas, prácticas y dioses de quien invade. Transideologización, transpolitización y transdeificación.
La semilla de soja para ser transgenetizada es sometida a una violencia eléctrica para que habrá su campo celular y deje entrar al nuevo gen, que no viene en barco sino dentro de una bacteria. O con la pistola de iones recubiertos de oro que transportan el gen penetrando en la célula de las semillas a través de un disparo. Vaya similitudes.
Quien quiera podrá ahondar en las comparaciones y similitudes, pero a los fines que escribo ahora esto me es basta. Toda colonización es con una violencia, alojándose dentro del violado-violentado, generándole condiciones de vida para quienes se adapten y reciban la nueva genética y eliminando progresivamente a todas las demás variedades originarias de la misma especie hasta que desaparezcan o se contaminen con estas a través de la polinización, y ya no queden vestigios de la diversidad que les permitió sobrevivir, vivir y multiplicarse. Toda la doctrina Nazi desplegada detrás de seudos argumentos científicos y justificaciones socio económicas. Que la semilla sea una sola como la raza de los poderosos, como las ideas que impone el dinero, como las maquinarias que lo hacen posible, como el gran destierro, hambre y enfermedad univesal que provoca, es su finalidad. Una minoría que a base de mecanismos patógenos de multiplicación se extiende sobre el planeta para sumir a las mayorías, de gentes, plantas, aguas y tierras en la más triste de las desolaciones.

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Adiós a las semillas


Entre cuatro paredes, sin consultar con la ciudadanía, senadores aprobaron vender todas las semillas chilenas a la empresa norteamericana Monsanto.
La noticia pasó inadvertida en medio de las movilizaciones contra el proyecto Hidroaysén, registradas en Santiago, Valparaíso y otras regiones del país. Ni la televisión ni las radios ni menos la prensa escrita informaron sobre esta decisión que dejó a muchos estupefactos pues en la práctica significa una fuerte pérdida de soberanía.
En palabras simples, con el “acuerdo” de los senadores, la empresa norteamericana Monsanto, conocida en todo el mundo por su elaboración de semillas transgénicas, será la dueña de todos nuestros vegetales, hortalizas, frutas y verduras, de aquí a un corto plazo. Esto, porque la empresa poseerá las patentes de todos los tipos de semilla que existan en el país, por lo tanto, como dueña de la marca “tomate chileno” podrá cobrar derechos a todos quienes cultiven tomate pues usaron sus semillas para hacerlo.
El asunto parece grave y muy grave. No se entiende cómo un grupo de senadores que supuestamente trabajan para el país, entregan a la venta algo tan sensible como las semillas: el inicio de toda la cadena alimenticia, de todo el ciclo, algo ancestral, que está en la tierra, y donde al menos culturalmente, reside gran parte de la escasa identidad que tenemos los chilenos como pueblo. Si lo pensamos en términos de soberanía, claramente el asunto constituye un mordisco importante a la bandera, el escudo y todo lo que se entiende por “patria”.
Cuando Chile aprobó su Tratado de Libre Comercio (TLC) con Estados Unidos, el poeta Armando Uribe señaló tajante en una entrevista que con ese acuerdo “nuestro país desaparece como tal y pasa a ser una colonia norteamericana”. Lo acusaron de alarmista, de loco, pero jurídicamente, Uribe – abogado de amplia trayectoria, experto en derecho minero – tenía toda la razón. Una de las cláusulas más importantes del TLC es que Chile no puede cambiar las “reglas del juego”, entiéndase, el capitalismo desregulado o neoliberalismo. Por lo tanto, las autoridades políticas chilenas están obligadas a responder a los requerimientos de las empresas norteamericanas, que llegan a “invertir” acompañadas de su embajador y el TLC bajo el brazo. No hay forma de impedirlo, y eso significa que un país ya no es soberano, ya no se manda solo: es una colonia dependiente.

En este caso de las semillas, también, justamente, los defensores del proyecto aludieron a los Tratados de Libre Comercio suscritos por Chile con Estados Unidos, Japón y la Unión Europea, argumentando que estábamos obligados a firmar el convenio citado. ¿Para quién trabajan esos senadores? O hilando más fino, ¿quién financia sus campañas?
Más claro echarle agua, los gringos se compraron Chile y ahora la estamos viendo bien fea, arrasarán la Patagonia, desaparecerá Isla Riesco, nos quitaron las semillas, el campo y dentro de poco, el agua. ¿Qué nos va a quedar? Con una institucionalidad desaparecida, arrasada por el poder económico, sólo queda dar paso a una mera administración de los costos sociales del modelo de libre mercado, y seguir siendo una economía exportadora de materias primas.
Mucha gente se pregunta entonces ¿cuál es la diferencia entre esta democracia y la dictadura de los ’70 y ’80? Antes no opinábamos, ahora tampoco. El país se vende entero y a nosotros ni nos preguntan, pues nuestra constitución no considera el plebiscito como herramienta democrática. Aunque con el famoso TLC, aunque hubiera plebiscito, no valdría nada pues “no se pueden cambiar las reglas del juego”. ¿O quieren hacer enojar a EE.UU.?

Así que ya lo sabe, si tiene semillas de algo, guárdelas como recuerdo, y ojo porque ahora Monsanto es el dueño de la tierra, y quien quiera cultivar en grande o en chico tendrá que comprarles a ellos las semillas o atenerse a las consecuencias: llega a tu casa la PDI, te confisca toda la cosecha, los cultivos y las plantaciones, te esposan y te acusan de ladrón, porque la semilla que usaste no es tuya, tiene dueño. Y es norteamericano.

Los senadores que votaron a favor de la venta de las semillas chilenas a Monsanto fueron: Carlos Cantero (Antofagasta, Independiente); los UDI Juan Antonio Coloma y Hernán Larraín (ambos de Maule), Pablo Longueira y Jovino Novoa (ambos de Santiago) y Jaime Orpis (Tarapacá); los RN Francisco Chahuán (Valparaíso), José García y Alberto Espina (ambos de Araucanía), Carlos Kuschel (Región de Los Lagos), Carlos Larraín (Valdivia), Baldo Prokurica (Atacama); y el PPD Eugenio Tuma (Araucanía). La cómoda abstención estuvo a cargo de los PS Camilo Escalona (Los Lagos) y Juan Pablo Letelier (O’Higgins), junto a los DC Hossain Sabag (BioBio), Patricio Walker (Aysén) y Andrés Zaldívar (Maule) y Antonio Horvath (Aysén RN). En contra: Ximena Rincón (Maule) y Jorge Pizarro (Coquimbo), ambos del PDC, junto a José Antonio Gómez (Antofagasta, PR), Alejandro Navarro (BioBio, MAS), y Jaime Quintana (Araucanía, PPD).
Lo que estos senadores acaban de aprobar es el Convenio Internacional para la Protección de las Obtenciones Vegetales, UPOV 91.
La Unión Internacional para la Protección de las Obtenciones Vegetales, UPOV, es una organización propiciada por las transnacionales comercializadoras de semillas y respaldada por los gobiernos, de la que Chile es parte. En los primeros años producían híbridos y hoy también transgénicos. Entre ellas están las empresas Monsanto –que controla más del 90% del mercado de la semilla transgénica- Syngenta, Bayer, y Dupont/Pioneer. Las ventas de semillas y plaguicidas les reportan enormes ganancias a costa de la destrucción de la agricultura campesina, remplazada por la agroindustria y los monocultivos de semillas transgénicas. El precio de los alimentos, según FAO, se encuentra actualmente en los niveles más altos de la historia.
El Convenio Internacional para la Protección de las Obtenciones Vegetales (Convenio UPOV) ha sido modificado en tres oportunidades: 1972, 1978 y 1991. En Chile, el exitoso lobby empresarial para que nuestro país, firmante de UPOV 78, adhiriese a UPOV 91, fue encabezado por Monsanto a través de ChileBio con el apoyo de ANPROS (la asociación gremial de productores de semilla transgénica de exportación) y del Diario Financiero, virtual vocero del negocio de exportación de semilla transgénica. El gobierno y senado chileno finalmente se rindieron a la presión adicional del Presidente Obama, cercano a Monsanto, quien traía en su agenda de visita a Chile, el tema del respeto a la propiedad intelectual.



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