Agrotóxicos:
Los condenados rompen el silencio
Posted
on: 12/01/2012 by Raúl Zibechi
Pese a
la gravedad de los daños que provocan las fumigaciones con agrotóxicos en todo
el Cono Sur de Sudamérica, llama la atención el escaso debate, la pequeña
cantidad de denuncias y la dificultad para poner en pie movimientos destinados
a regular, y eventualmente eliminar, ciertas prácticas como las fumigaciones
aéreas, prohibidas en otros países.
Raúl
Zibechi
“Mi
señora se lavó la cara con agua de lluvia al día siguiente que fumigaron un
campo que está a tres kilómetros y le empezaron a salir erupciones en los
brazos y el cuerpo. Fue un año atrás. Ahora está muy afectada, le
diagnosticaron lupus y le están haciendo quimioterapia”. Jorge Mérola,
productor rural en Villa del Carmen, en el centro de la región sojera del
Uruguay, desgrana sus palabras desde un fondo de dolor fácil de entender, pero
casi imposible de trasmitir.
Un
médico de la zona le explicó que las manchas en la piel se deben a los
“agrotóxicos” que vierten las avionetas que sobrevuelan los cultivos. “Se me
murieron seis terneros, todos con los mismos síntomas. Quedan rígidos, sin
movilidad muscular, con las mandíbulas trabadas. A otros vecinos les pasó lo
mismo”, explica, haciendo largos silencios.
Cuando
el periodista le pregunta porqué no denunció lo que le sucedió a su esposa,
muestra su abismal incredubilidad en las autoridades: “No quise denunciar al
ministerio de Ganadería porque un tiempo atrás hubo una mortandad de peces en
el río Yi, y la respuesta fue que se debía a falta de oxígeno en el agua. Con
ese tipo de respuestas no quise ir a denunciar”.
El
testimonio de Mérola es uno de los tantos que tapizan el video Efectos
colaterales del periodista Ignacio Cirio, que será presentando a comienzos de
febrero pero que desde fines de diciembre puede verse la página web de Radio
Mundo Real (http://www.radiomundoreal.fm/es).
Es el primer trabajo gráfico que presenta pruebas de afecciones graves en
personas por las fumigaciones.
Romper
el silencio
Todos
los productores entrevistados por Cirio muestran clara conciencia sobre los
cambios productivos que están sucediendo en su zona, la introducción de
cultivos como la soja y la fumigación con agrotóxicos, la multiplicación de
monocultivos al punto que “te vas viendo encerrado”, como dice Isabel Olivo, de
la Red Grupo de Mujeres Rurales. Sin embargo, pese a ser una persona activa en
una organización social, Olivo reconoce que “uno se siente sin armas para
luchar contra esto”.
El
caso de Mérola no hace más que testimoniar la soledad de los afectados por las
fumigaciones, que puede resumirse en distancia y ausencia del Estado y
complicidad de actores como el cuerpo médico que podrían jugar un papel activo.
Pese a la gravedad de lo que le sucedió a su esposa, hubo apenas una entrevista
en una radio de Sarandí del Yi, que fue recogida por Cirio y se convirtió en el
comienzo de su investigación. De algún modo su recorrida fue un desafío al
silencio.
“Los
afectados no ven al Estado como garante de sus derechos”, asegura luego de
recorrer cientos de kilómetros por alguno de los departamentos más afectados
por fumigaciones como Florida, Flores, Durazno, Paysandú y Salto.
“La
maestra Elsa Gómez, de una escuela fumigada dos veces seguidas, hizo la
denuncia y cuando la entrevistaron funcionarios de Salud Pública le exigieron
pruebas que vincularan los problemas en la salud con los agrotóxicos. El Estado
no los protege pero les exige”, concluye Cirio. Gómez es maestra en pequeña
localidad en el departamento de Durazno, y relata en Efectos Colaterales cómo
las avionetas fumigaban, en 2009, a escasos metros de la escuela durante varios
días sin que nadie mostrara, al menos públicamente, mayor inquietud.
“Hay
muchas cosas que la gente no se anima a decir, porque son vecinos, porque se
precisan, pero conozco casos que han quedado tapados y veo que salen a fumigar
con las mochilas rotas”, dice Luis Ferreira quien fue presidente de la comisión
de la escuela de Merinos, en el departamento de Paysandú. Su hijo, como otros
niños, presentan afecciones estomacales con vómitos cuando las avionetas
fumigan a menos de cien metros del centro escolar.
Entre
los entrevistados por Cirio figuran apicultores que han visto desaparecer sus
colmenas, pequeños ganaderos y chacareros, vecinos de pueblos y enfermeras, y
maestras que descubren las consecuencias de los agrotóxicos en los cuerpos de
sus alumnos. No entrevistó médicos. Consultado sobre el silencio de quienes
saben y conocen las causas, reflexiona: “Las empresas hacen beneficencia con
las escuelas, clubes sociales y policlínicas. Los médicos no dicen nada”.
En
varias ocasiones el equipo que hizo Efectos Colaterales tuvo problemas cuando
conductores de “mosquitos” (vehículos para la fumigación terrestre) vieron que
los filmaban. Algunos se bajaron del vehículo y quisieron saber de qué se
trataba. “Tienen órdenes de no dejarse filmar”, concluyó Cirio.
Pese
a las dificultades, encontró que la población rural y de pequeñas ciudades
tiene conciencia de estar ante un problema creciente, entre otras cosas “porque
se informan, viajan, conocen y, por eso, reclaman del Estado un estudio a fondo
de la situación”. Onelia Domínguez, auxiliar de enfermería en el pueblo Rincón
de Valentín, cree que los trabajadores no exigen condiciones adecuadas de
trabajo por temor a perder el empleo, pero coincide con Cirio en que “jamás
nadie ha venido a investigar”.
Vencer
la soledad
Aunque
la ausencia del Estado, y de la Universidad, son las principales responsables
del silencio de los afectados , habría que agregar la escasa capacidad de los
afectados para hacerse escuchar. En marzo de 2011 el Ministerio de Ganadería,
Agricultura y Pesca de Uruguay prohibió las aplicaciones aéreas a menos de 500
metros de los centros escolares y las terrestres a menos de 300 metros “para
disminuir el riesgo de exposición de sustancias intrínsecamente peligrosas”.
Sin
embargo, para que las normas se cumplan alguien debe controlar o denunciar.
Isabel Cárcamo, de la Red de Acción en Plaguicidas (RAP-AL) dijo que “hemos
tenido la experiencia de trabajar con comunidades fumigadas que ven muy difícil
denunciar los impactos de las fumigaciones, ya sea por tener un familiar
trabajando en las aplicaciones, por ser la fuente de trabajo o por vivir en
pueblos pequeños donde todos se conocen e incluso hasta la empresa “ayuda” a la
comunidad”.
Es
el mismo problema que detectó el antropólogo Carlos Santos. Los apicultores,
por ejemplo, “se ven enfrentados al dilema de no denunciar la mortandad de
abejas para no ser expulsados del lugar donde les han permitido instalar sus
colmenas o perder el lugar donde se encuentran”, porque al hacer la denuncia
perjudica al propietario que a la vez arrienda el campo para cultivar soja
La
doctora María Elena Curbelo destacó que en la zona de Bella Unión, ciudad
agroindustrial donde trabaja hace 16 años, se fumigan plantaciones de arroz y
caña de azúcar. Ha constatado malformaciones congénitas en recién nacidos,
afecciones respiratorias en invierno y también en verano.
En
la zona constató varios casos de leucemia en niños. Sin embargo, reconoció que
“aunque se fumigaba hasta el borde del pueblo, un sector de la población quería
hacer denuncias pero los trabajadores preferían no poner en riesgo sus puestos
de trabajo y optaron por el silencio”.
Pero
hay más. La mayor parte de las personas afectadas por las fumigaciones viven en
pequeños pueblos, donde todos se conocen y en los cuales pervive una cultura de
esperar: del caudillo, del estanciero, ahora del empresario, o del Estado. En
el caso de Uruguay, se trata de pequeños pueblos que oscilan entre los 400 y
dos mil habitantes.
La
población rural viene cayendo sistemáticamente en toda la región. Quizá el caso
más alarmante sea el de Uruguay donde sólo el 5% vive en el campo. La franja
etárea de 50 a 65 años representa el 42 por ciento de esa población. No es
difícil concluir que es una población en lenta extinción. Falta decir que en
ese proceso el modelo productivo, y sus secuelas en la salud, fomenta la
emigración al tornar inhóspita la vida rural.
“El
ministerio de Salud Pública no consigue médicos decididos a radicarse en esos
lugares. En esas condiciones, como señala Cirio, “hay conciencia de la gravedad
pero apenas esfuerzos aislados con pocas herramientas organizativas y
gremiales”.
Cárcamo
denuncia que el silencio sobre los efectos de los agrotóxicos es interesado:
“No existe interés político. Si lo hubiera habría que cuestionar el supuesto
país productivo y los biocombustibles, entre otros. El tema solo será expuesto
cuando sea una decisión política. Un ejemplo es la campaña que se ha realizado
contra el tabaco, pero nada se dice de los impactos que produce la ingesta
diaria de agrotóxicos a través de los alimentos y del agua. Y lo peor es que
fumar se puede elegir, pero comer y beber agua no”.
Brasil,
campeón mundial en agrotóxicos
Según
un reciente informe del Movimiento Sin Tierra (MST), la sociedad brasileña está
cada día más atenta ante los problemas causados en la salud y la alimentación
por la contaminación con agrotóxicos. “Los venenos son uno de los ejes que
sustentan el modelo de producción del agronegocio”, que definen como una
producción volcada al exterior que expulsa familias del campo.
Desde
2008 Brasil ocupa el primer lugar en el ranking mundial de utilización de
agrotóxicos aunque no es el principal productor agrícola. Se trata de mil
millones de litros volcados en los cultivos, práctica de la que tampoco escapa
el propio MST. En 2010 se creó la campaña nacional contra los agrotóxicos en la
que participan entidades oficiales como el Instituto Nacional del Cáncer
(INCA), Fiocruz y la Agencia de Vigilancia Sanitaria (ANVISA).
Los
especialistas no dudan en relacionar los agrotóxicos con el cáncer. Según el
INCA, en el los próximos dos años un millón de brasileños recibirán
diagnósticos de cáncer y sólo seis de cada diez afectados conseguirán
recuperarse. Además habrá consecuencias sobre millones de personas que sufren
todos los años diversas afecciones. En una reciente conferencia en Rio de
Janeiro, Joâo Pedro Stédile, coordinador del MST, denunció que en los
asentamientos del movimiento “hay casos de cáncer de mama en niñas de 13 y 14
años” (Carta Maior, 20 de diciembre).
El
informe Derechos Humanos en Brasil 2011, divulgado en diciembre por la Red
Social de Justicia y Derechos Humanos, señala que todos los años 5.600 personas
son intoxicadas con agrotóxicos aunque sólo la mitad de los casos son
denunciados. En base a informes del Ministerio de Salud, concluye que todos los
años se producen 2.300 “tentativas de suicidio” con agrotóxicos, siendo la
región del Sur, una de las vitrinas del agronegocio, donde esa modalidad
explica el 75 por ciento de las muertas. La sorpresiva revelación llevó a
varios científicos a realizar trabajos de campo.
Un
estudio publicado en Revista Brasileira de Saúde Ocupacional del Ministerio de
Trabajo, revela la conexión entre suicidios y utilización masiva de
agrotóxicos, ya que los organofosforados, entre otros, producen trastornos
psíquicos. “Evidencias científicas muestran que la exposición a los pesticidas
puede provocar daños en la salud, muchas veces irreversibles, como neuropatía
tardía por sobre exposición a organofosforados. La exposición también está
asociada a una larga lista de síntomas, así como déficits significativos de la
performance neurocomportamental y anormalidades en el funcionamiento del
sistema nervioso”.
La
revista de la Asociación de Pos Graduados en Salud Colectiva publicó también
estudios de caso, en base a una encuesta entre 102 trabajadores rurales de Nova
Friburgo, que le permiten concluir que existe una correlación directa entre
disturbios emocionales y psíquicos y la exposición a agrotóxicos.
Argentina:
Médicos de Pueblos Fumigados
En
la campaña agrícola de 1990 los campos argentinos fueron rociados con 35
millones de libros de plaguicidas. En 2010 fueron más de 300 millones de litros
de los diversos venenos que consume el agronegocio. La cifra crece todos los
años. En 1996, cuando se comenzaron las fumigaciones con glifosato, se
utilizaban dos litros por hectárea. En 2010 ya se utilizan más de diez litros y
hay campos que son fumigados con cerca de veinte litros por hectárea.
Esos
datos formaron parte del 1er. Encuentro Nacional de Médicos de Pueblos
Fumigados, realizado en agosto de 2010 en Córdoba, Argentina, convocado por la
Facultad de Ciencias Médicas de la Universidad Nacional de Córdoba a través de
las cátedras de Medicina I y Pediatría. Al evento asistieron 160 médicos de
diez provincias y decenas de pueblos.
Uno
de los resultados del encuentro fue la creación de la Red Universitaria de
Ambiente y Salud que ha venido dando seguimiento a la problemática sanitaria
generada por los agrotóxicos.
“Los
médicos destacaron que ellos atienden, en general, desde hace más de 25 años a
las mismas poblaciones, pero lo que encuentran en los últimos años es
absolutamente inusual y lo vinculan directamente a las fumigaciones
sistemáticas con plaguicidas”, reza el informe final del evento. Rodolfo
Páramo, médico pediatra y neonatólogo del hospital de Malabrigo, norte de Santa
Fe, mostró su alarma al encontrar doce casos de neonatos con malformaciones
sobre 200 nacimientos anuales en 2006.
El
Servicio de Neonatología del Hospital Perrando de Resistencia, Chaco, hizo su
propia estadística: en 1997 hubo 19,5 malformaciones cada 10 mil nacidos vivos;
en 2008, trepó a 85,3. Cuatro veces más. En el mismo período, la superficie
sembrada con soja en la provincia se multiplicó por cuatro.
Hubo
decenas de testimonios, ponencias y relatorios. El informe final señala: “Es
importante destacar que son escasos los informes epidemiológicos oficiales;
según lo que manifiestan los propios médicos, sólo cuentan con los datos de sus
observaciones, ya que en general los estamentos de Salud Pública han evitado
verificar las voces de alarma de los equipos de salud como las denuncias de las
poblaciones”. El informe de Chaco, reseñado arriba, es “uno de los únicos
generados por un área pública con participación interjurisdiccional”.
Medardo
Ávila Vázquez, coordinador de la red de médicos, aseguró que pese a las
evidencias científicas presentadas las autoridades nacionales y las sanitarias
se niegan a aceptar la realidad, y en particular los cambios en las patologías
que presenta la población rural.
Por
eso optó por trabajar junto a grupos como Madres de Ituzaingó, un barrio de
Córdoba rodeado de soja donde 300 de sus cinco mil habitantes tienen cáncer, o el
Colectivo Paren de Fumigar, que optaron por la protesta para no seguir muriendo
en silencio. Este grupo asegura que “no hay fumigación controlable ni segura”,
por lo que deben suprimirse.
El
caso de Ituzaingó muestra que sin organización y protesta no podrán conseguir
nada, porque las fumigaciones afectan a los más pobres. En 2002 las Madres ya
denunciaron “endosulfán y metales pesados en tanques domiciliarios de agua”,
sus hijos siguieron muriendo de leucemia y malformaciones.
Los datos que aporta Ávila no deberían permitir que
nadie duerma tranquilo: “Existen casi 12 millones de personas fumigadas en el
país. En esas zonas, la tasa de malformaciones es cuatro veces mayor a la de
las ciudades. En los pueblos, como en Barrio Ituzaingó, la primera causa de
muerte es el cáncer con el 33% de los decesos, mientras que en las grandes
ciudades la primera causa son los problemas cardiovasculares con el 27%, y
recién la segunda el cáncer con el 19 por ciento”.
Hogar, cruel hogar
|
Por Alfredo Grande
Jueves, 12 de Enero de 2012
“no digaís que agotado su tesoro, de asuntos falto enmudeció la política, podrá no haber utopías, pero siempre habrá estadísticas”
(aforismo implicado becqueriano)
“La versión corre como reguero de pólvora desde hace casi una semana y vincula la desaparición del intendente de Catriel, Carlos Johnston con la muerte del gobernador de Río Negro, Carlos Soria. Por caso, ambos hechos ocurrieron el mismo día -el 1º de enero- y con pocas horas de diferencia. El primero en mencionarlo fue informante cercano al Concejo Deliberante de Colonia Catriel, quien habló con agencia OPI Santa Cruz: “Aquí en el pueblo no cierra la actitud de Carlos (Johnston), porque si bien ha tenido algunos problemas, pero nada grave, nada que lo hiciera pasar por un loco, como algunos intentan hacerlo pasar ahora. Creo que acá hay algo más y sería bueno que se investigue con seriedad, porque era muy amigo y hasta te diría socio de (Carlos) Soria y lo más lógico es que, al enterarse de la muerte del gobernador, se fuera para (General) Roca o para la casa del Gringo (Soria), donde estuvo tantas veces, pero no….a las pocas horas de enterarse que mataron a su amigo se borró… y ni siquiera concurrió al cumpleaños de su hijo”. Esas sospechas fueron refrendadas este mismo fin de semana por la presidenta de la legislatura municipal de Catriel, Cristina Becerra, quien deslizó que "aún no sabe lo que le ocurrió (a Johnston)", pero que "la pérdida del gobernador (Carlos Soria, muerto el último domingo) puede haber sido una causa de su desaparición". En sentido similar, el editor de Clarín, Julio Blanck, en su análisis dominical de este 8 de enero hizo correr un rumor “que circula en el oficialismo”, con la versión de que “la curiosa desaparición por algunos días del intendente Carlos Johnston, de la localidad rionegrina de Catriel, podría tener vinculación con la inesperada muerte de Soria y con el desarrollo de algunos negocios que desde la política se estaban armando a partir de la vía libre a la explotación de oro”
(APe).- En mi saludo de fin de año, escribí lo siguiente:
“Para las y los compañeros, militantes, activistas, combatientes, luchadores del amor y la esperanza, que el 2012 sea feliz en la felicidad de la lucha. Para los represores, esclavistas, estafadores, torturadores, asesinos, que el 2012 sea infeliz y miserable. Feliz año nuevo para todos: nunca más”. Carlos Soria vislumbró, quizá en el lugar menos pensado y de la persona mas cercana, que cuando la vida te da sorpresas, pocas veces son agradables. No puedo dejar de pensar en Soria como uno más, pero nunca uno menos, de los asesinatos de Kosteki y Santillán. Yo defino la crueldad como la planificación del sufrimiento, y en su extremo límite, de la muerte. Por eso podemos matar sin asesinar pero cuando alguien asesina, mata. Los dos compañeros fueron asesinados, y alguien enseñó que si a hierro matamos, a hierro morimos. Lo que no deja de llamarme la atención, aunque es cierto que a veces la atención no responde al llamado, es la banalización del asesinato de Soria, en una cuestión familiar, o como efecto del estado mental de la esposa. Sin tener demasiado claro tampoco cuáles pudieron ser las causas para llegar a esa alteración y menos aún, cómo pudo pasar tan desapercibido que la víctima quedó a solas con la victimaria. Lo escribo y me cuesta escribir que Soria es la víctima. Pero en este caso, lo es. Al menos en su caso, reconozco que no anula, más bien acentúa, su condición de victimario. El relato oficialista, sólo reconoce la condición de victimario en el monopolio informativo de la derecha. Esa lucha antimonopólica es sesgada, acotada, y por lo tanto, falsa. Famatina hoy es una lucha fundante, porque es el pueblo contra varios poderes sumados. Desde ya, la mafia-poder entre los principales. Pero mucho más cerca de la reina de la plata, otro cruel asesinato ha sido cometido. “Anoche, martes 10 de enero, en Matheu, Escobar, Buenos Aires, una banda armada ingresó a la casa de la joven militante social Noemí, del Frente de Organizaciones en Lucha (FOL), y la asesinó a sangre fría. También hirieron a su marido, Mario Quispe. En un comunicado de prensa, el FOL afirma que "Somos testigos día a día de cómo el poder político, la policía y las bandas criminales cortan con la misma tijera, siempre pegando al que menos tiene". Hoy, a las 19hs, en Independencia 766 (sede de la CTA Capital), denunciarán este crimen en la conferencia de prensa que realizará el Frente Popular Darío Santillán a raíz de la Masacre de Rosario. (Agencia de Noticias Red Acción)” No es necesaria la grosería jurídica de dejar libre a tres genocidas, entre ellos Victor Brusa, para comenzar a pensar que la nave de los derechos humanos ha encallado y que es dudoso que se mantenga a flote. Y que siempre fue una nave de los pocos, porque la impunidad sigue siendo transversal a gobiernos y administraciones. Soria es un analizador privilegiado del pacto entre democracia e impunidad. Es uno más, en realidad ahora es uno menos, de una larga lista de funcionarios, legisladores, gestores, de distintas formas de planificar la crueldad. Pero en el marco de esta cultura represora, compruebo que ciertas luchas se han “tercerizado”. Si continúa el gatillo fácil, hablen con la Correpi. Si la trata sigue secuestrando, torturando y asesinando mujeres, hablen con la Alameda. Si el hambre continúa y la desnutrición no retrocede, hablen con Pelota de Trapo. Si hay genocidas libres, hablen con la Liga Argentina por los Derechos del Hombre. Si se comprueban situaciones de tratos degradantes, si el servicio penitenciario sigue siendo una biopsia del terrorismo de estado, hablen con el Servicio Paz y Justicia. ¿Qué se le puede reprochar a una democracia en la que siempre hay con quien hablar? Además de los recursos del 911, el 108, el 103, el 134. Lo digo de memoria porque ni siquiera sé si alguna existe o no. ¿Habrá una línea para denunciar monopolios no mediáticos? Por ejemplo: Metrovías tiene el monopolio del transporte subterráneo en la ciudad de Buenos Aires. Fue subsidiada (la empresa, no los pasajeros) durante años. Subir a un tren es difícil, bajar es imposible. Me contaron que frente al éxito de la tarjeta SUBE, a la cual no hay donde recargar, se va a implantar la tarjeta BAJE, por lo que el que quiera descenso, que le cueste. El monopolio telefónico no es menor. Sumado a que las dos empresas que se reparten el servicio, al menos en la reina y en el grandísimo Buenos Aires, tienen los servicios de banda ancha. Con un precio final que nunca coincide con el anunciado. Edesur ya corta servicios sin aviso, y naturalmente, hay un número de teléfono para hacer reclamos. Versión del muro de los lamentos con teclado. El gas en verano es caro así que el invierno será para vender los balcones. Y entonces, asesinan a Soria. ¿Habrá sido venganza? Como dijimos alguna vez, la venganza es individual, la justicia por mano propia es colectiva. Que sea individual no significa que sea injusta. Pero consume a quien la sostiene. Además, la venganza siempre es considerada como un tema “personal”, nunca político. Se despolitiza la venganza para encasillarla en la patología mental del vengador. Se resalta con trazo grueso el texto y se anula el contexto. ¿Violencia familiar? ¿Crueldad vincular? Soria algo se llevó a su tumba. Pero en lo que llamo el alucinatorio social, el delirio de la sagrada familia sigue haciendo estragos. La denominada restitución a la familia de origen, hace caso omiso en el mejor de los casos, o se propone en forma dolosa, con intención, o, y disculpas por el exabrupto, con demasiada mala leche. Como algún vendedor de alucinaciones quiere meter su producto, se insiste en el matrimonio como legalización necesaria para una pareja, y el hogar familiar como el espacio natural para niñas y niños. Naturalmente, o mejor dicho, culturalmente, son familias sólo por lazos de parentesco. Lazos que no son capaces de sostener nada. Es la alucinación de la familia, pero el vínculo real es de completo peligro. En vez de construir familiaridad, que son los vínculos donde se imponen la ternura, la alegría, la creatividad, el cuidado integral, donde la saciedad vuelve a ser posible, y donde si bien se desdeña el goce individual se promueve el gozo colectivo. Pero en las altas cumbres del poder, la unidad de la familia sigue siendo el mandato que organiza la grandeza reaccionaria de la patria. Unidad no es unión. Para que haya unidad, tiene que haber sometimiento. Y la Unidad de la familia sólo es posible en la matriz patriarcal. Y los patriarcas no cambian. Sólo mueren, a veces haciendo daños irreparables. Por eso veo que Soria llevó demasiado lejos su propio alucinatorio vincular. Lo espantoso es que a miles de niñas y niños se los somete, desde un Estado que supuestamente protege los superiores intereses, a enterrarse en familias derrumbadas, con lazos de parentesco estallados, porque combaten el nuevo paradigma que legitima el cuidado y la crianza. Ese paradigma lo denomino “familiaridad”. Y puede existir en instituciones donde la función materna y paterna se ejerza en forma colectiva. Instituciones que deben ser sostenidas para que a su vez puedan sostener. Criticar en vacío el paradigma asilar para enviar nuevamente a niñas y niños al circo romano de familias devastadas, es una política cínica y criminal.
No me preocupa que Soria haya encontrado su propio “Hogar, cruel Hogar”. Me despedaza que a miles de niñas y niños los envíen a no familias, para perpetuar el horror y la tragedia. Y algunos se conforman con señalar que están “en situación de calle”.
Mejor que esos funcionarios se callen y escuchen a los que hace décadas cuidan de nuestros chicos del pueblo.
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