lunes, 18 de febrero de 2013

Los árboles ya no mueren de pie: Por Miguel Bonasso

Los árboles ya no mueren de pie

Por Miguel Bonasso
http://bonasso-elmal.blogspot.com.ar/2013/02/los-arboles-ya-no-mueren-de-pie.html

"No vamos a tirar un solo árbol. Los árboles son sagrados, no se
tocan. Por lo menos acá en El Calafate, sobre mi cadáver", dijo sin
ruborizarse la Presidenta Cristina Fernández en uno de sus duelos
verbales con su adversario-socio Mauricio Macri.
La Presidenta parece tener poco respeto por su propio cadáver. La
verdad es que desde la sanción de la ley de bosques de mi autoría, se
han derribado millones de árboles. Según Hernán Giardini de
Greenpeace, "de las 200 mil hectáreas que fueron deforestadas en 2012,
podría estimarse que unos 40 millones de árboles desaparecieron".


¿Pero qué importa la realidad en el reino del revés?. Las palabras
están definitivamente divorciadas de los hechos. Un ejemplo entre
cientos: Julio De Vido declaró enfáticamente que este verano no se
repetirían los clásicos apagones de todos los años. Lo releí ayer, a
la luz de las velas, en uno de los proverbiales apagones que nos
obsequia Edesur para que reconstruyamos el ambiente tórrido y
tenebroso en que trabajaban los padres de la Patria. Un homenaje más
al Bicentenario.

Las mentiras del poder podrían causar gracia, si no fuera porque
acarrean desgracia. En el caso de los bosques nativos, hay que
enfatizar -como lo hice hace poco en una columna de opinión
reproducida en este facebook- que el desmonte de las forestas no sólo
elimina para siempre árboles autóctonos y añosos; afecta decisivamente
la biodiversidad y favorece a señores feudales del Norte argentino que
no vacilan en asesinar a campesinos para expulsarlos de sus tierras y
sus bosques. (Ver especialmente los casos de Salta, Santiago del
Estero, Chaco, Formosa y Misiones).

La contracara presupuestaria de la canción de gesta presidencial es
elocuente: la Ley 26.331 de Presupuestos Mínimos para la Protección de
los Bosques Nativos ha sido sistemáticamente violada por el Poder
Ejecutivo en los diversos presupuestos desde que fue sancionada, en
2007.

La Presidenta de la República nunca cumplió el artículo 31 de la ley,
por el cual se asigna al Fondo Nacional para el Enriquecimiento y la
Conservación de los Bosques Nativos, el 0,3 % del presupuesto
nacional, más el 2 por ciento del total de las retenciones a las
exportaciones provenientes de la agricultura, la ganadería y el sector
forestal. Este año, por ejemplo, le hubiera correspondido al Fondo una
partida de 2.300 (dos mil trescientos) millones de pesos y apenas fue
de 230 (doscientos treinta) millones. Es decir, diez veces menos.

Pero la ley no sólo ha sido violada por el Ejecutivo, también ha sido
malversada con la impudicia que caracteriza a esta gente en materia de
fondos públicos. En 2010, el entonces Jefe de Gabinete Aníbal
Fernández le sacó al presupuesto de bosques nativos 144 millones de
pesos para pasárselos al más vistoso Fútbol para Todos.

El desprecio presidencial por los árboles quedó demostrado desde la
misma sanción hace seis años: la norma tardó 14 meses en ser
reglamentada por el Poder Ejecutivo. La Presidenta recién la
reglamentó horas después del trágico alud de Tartagal, causado
precisamente por la deforestación. Nuestro país, ya lo dijimos hasta
el cansancio, se encuentra en emergencia forestal. En los últimos
setenta años perdimos el 70 por ciento de nuestras selvas originales.

¿Cuántos árboles más perderemos al calor de los intereses de Monsanto,
cuidadosamente mimados por el proyecto "nacional y popular"? ¿Qué
restará de nuestras selvas originarias si seguimos deforestando a
razón de 200 mil hectáreas por año? ¿Qué destino tendrán las
comunidades campesinas y las especies en extinción si la frontera
agropecuaria sigue expandiéndose hacia el Norte?

Para qué pensar de verdad una respuesta si basta con twitear
una frase de opereta desde El Calafate. Si escribiera en estos días,
el dramaturgo republicano español Alejandro Casona debería reformar el
título de su obra más famosa, porque ya hace mucho tiempo que los
árboles no mueren de pie.



Buenos Aires, 18 de febrero de 2013

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