Dialogos | Lunes, 4 de marzo de 2013
Percy Schmeiser, símbolo de la lucha contra las multinacionales de semillas
“Los transgénicos están destruyendo el tejido social”
Es un pequeño granjero canadiense que enfrentó a la poderosa Monsanto, en un caso que llegó a la Corte Suprema de su país. Aquella batalla lo convirtió en un referente de los derechos de los agricultores independientes. Ahora recorre el mundo para advertir sobre los riesgos económicos, sociales y ambientales que implican las regulaciones de los organismos genéticamente modificados.

Por Verónica Engler
–¿Cómo empezó su lucha contra Monsanto?
–Mi esposa y yo éramos desarrolladores de semillas de canola (o colza, se cultiva para producir forraje, aceite vegetal para consumo humano y biodiésel). Hicimos investigación en este cultivo por más de cincuenta años. Y en 1998, dos años después de que introdujeran los transgénicos en Canadá, la empresa Monsanto inició una demanda en contra nuestro. Nos demandó por violación de patente, porque decían que nuestra canola era producto de sus semillas transgénicas. Fue una sorpresa para nosotros porque nunca compramos semillas genéticamente modificadas ni sabíamos de Monsanto. Lo que hizo famoso nuestro caso en todo el mundo fue el hecho de mostrar qué podía pasarle a un agricultor si su campo era contaminado con las semillas transgénicas. En ese momento el juez dictaminó que no importaba cómo se había producido la contaminación con las transgénicas, puede ser polinización cruzada, polinización por abejas, por semillas que ingresaron arrastradas por el viento o por el propio transporte de otros granjeros. Si sucede eso, entonces uno ya no es más dueño de sus semillas ni de sus plantas, por la ley de patentes. También en ese momento se dictaminó que no íbamos a poder usar nuestras semillas de nuevo por la contaminación que tenían y que nuestras ganancias por ese cultivo debían ir a Monsanto. Otra cuestión que dictaminó el juez es que el nivel de contaminación no era importante, da lo mismo que se tenga el uno o el noventa por ciento del campo contaminado, de todas formas, uno ya no es el dueño de sus plantas. La base de nuestra lucha fue por los derechos de los agricultores, para que cada uno tenga derecho a plantar sus semillas año tras año.
–¿Qué hicieron ante la demanda de Monsanto?
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