Raul Zibechi
Me gustaría comprender la cuestión urbana vinculada al cambio social desde una perspectiva de larga duración y desde una mirada que pueda captar los procesos subterráneos o invisibles. O sea, ser capaces de reconstruir el recorrido de los sectores populares en los últimos 50-100 años, y poder hacerlo de modo de rastrear cuál es su “proyecto histórico”. Los cortes temporales son decisivos porque son los que permiten develar la agenda que subyace debajo y detrás de las acciones visibles, las grandes luchas y las masivas movilizaciones, y permite encadenar varios ciclos de lucha que, en apariencia, no tendrían ninguna relación. Comparar la situación de los sectores populares urbanos en 1900, o en 1950, con la de 2000, es lo que nos puede permitir deducir el camino que están transitando. Cambios lentos exigen ser comprendidos en tiempos largos.
Los dominados no actúan de modo simétrico a los dominadores, y por eso no formulan racionalmente un proyecto para luego intentar hacerlo realidad. Como los pobladores chilenos a la hora de construir su campamento -no dibujan planos sino que al habitar generan el espacio habitado-, los sectores populares de nuestro continente van creando su proyecto histórico a medida que lo van recorriendo-viviendo. No hay un plan previo y quien no comprenda esto no puede comprender mucho de la realidad de nuestros pueblos. Quiero proponer entonces, no a modo de teorización cerrada sino apenas como propuesta para el debate, un conjunto de conclusiones del recorrido que hice en este ensayo.
1) Un siglo atrás las ciudades eran el espacio de las clases dominantes y de los sectores medios con los que mantenían una relación, armoniosa o no. Hoy esos sectores han sido desplazados o están cercados por los sectores populares. Dicho de otro modo, los de abajo están cercando los espacios físicos y simbólicos donde las clases dominantes habían establecido su poder. La pobreza es una cuestión de poder. Desde este punto de vista, los pobres de nuestro continente se afincaron en las ciudades, sin perder sus vínculos con las zonas rurales, y están en mejores condiciones para arrinconar a las clases dominantes. Estas han debido emigrar hacia otros espacios, atrincherarse en ellos porque –literalmente- temen a los pobres. Están rodeadas.
Mi hipótesis es que en el último medio siglo las periferias urbanas de las grandes ciudades han ido formando un mundo propio, que ha transitado un largo camino: de la apropiación de la tierra y el espacio a la creación de territorios; de la creación de nuevas subjetividades a la constitución de sujetos políticos nuevos y diferentes respecto a la vieja clase obrera industrial sindicalizada; de la desocupación a la creación de nuevos oficios para dar paso a economías contestatarias. Este largo proceso no ha sido, a mi modo de ver, reflexionado en toda su complejidad y aún no hemos descubierto todas sus potencialidades.
2) El telón de fondo de este proceso de los sectores populares, es la expansión de una lógica familiar-comunitaria centrada en el papel de la mujer-madre en torno a la que se modela un mundo de relaciones otras: afectivas, de cuidados mutuos, de contención, inclusivas. Estas formas de vivir y de hacer, han salido de los ámbitos “privados” en los que se habían refugiado para sobrevivir y, de la mano de la crisis sistémica que se ha hecho evidente luego de la revolución mundial de 1968, se vienen expandiendo hacia los espacios públicos y colectivos.
La expansión de la mujer-madre es evidente en todos los movimientos sociales actuales. En algunos, más del 70% de sus miembros son mujeres que van con sus hijos, como sucede entre los grupos piqueteros en Argentina. Esto tiene consecuencias que van mucho más allá de lo cuantitativo. Con ellas, irrumpe otra racionalidad, otra cultura, una episteme relacional, como señala Alejandro Moreno (Moreno, 2006). Esto se vincula con otra idea de movimiento, pero también de vida. Es esta una cosmovisión en la que las relaciones juegan un papel central, que incluye otra forma de conocer, de vivir, de sentir. Finalmente, en este mundo otro la fuerza motriz principal son los afectos: el amor, la amistad, la fraternidad. Sobre esa base se crea un sistema de relaciones económicas paralelo y externo a la economía capitalista de mercado.
3) En los espacios y tiempos de esta sociedad diferente vive un mundo otro: femenino, de valores de uso, comunitario, autocentrado, espontáneo en el sentido profundo del término, o sea natural y autodirigido, que crece por expansión. Este mundo está siendo capaz de producir y re-producir la vida de las personas que participan en él mientras se autoproduce circularmente (por autopoiesis) y no tiene fines externos. No nace ni crece por oposición al mundo estatal-masculino, de valores de cambio, polarizador, asentado en instituciones (partidos, asociaciones) que se regulan según relaciones binarias mando-obediencia, causa-efecto (planificación). Nace y crece por sus propias dinámicas internas, pero si no consigue sobrevivir, expandirse y desplazar al mundo estatal-masculino, la sobrevivencia de la humanidad estará en peligro.
4) ¿Poder popular? ¿Contrapoderes de abajo? No es fácil zanjar esta cuestión. ¿Puede lo femenino constituirse en poder, sin dejar de ser femenino? La cuestión del poder está en el centro de muchos debates actuales entre movimientos sociales y políticos, desde la irrupción del zapatismo. En este punto, considero que el mismo concepto de poder debe ser revisado. Suelo hablar de “poderes no estatales”, pero aún así me parece insuficiente. Las Juntas de Buen Gobierno en los municipios autónomos zapatistas, ejercen el poder de forma rotatoria de modo que en un tiempo todos los habitantes de una zona han aprendido a gobernar. Pero, ¿puede hablarse de poder cuando lo ejerce la comunidad?
Lo cierto es que entre nosotros viven dos mundos. Uno de ellos está hoy fuera de control, ya que ha hecho de la dominación y la destrucción su alimento principal. El otro mundo es la única chance que tenemos de seguir siendo seres humanos y de conservar la naturaleza y los bienes comunes para beneficio de todos y todas. Pero la lógica de vida de este mundo otro no es simétrica a la del mundo hegemónico. De modo que no puede crecer destruyendo y aniquilando al mundo de la opresión, sino a su modo: por expansión, dilatación, difusión, contagio, disipación, irradiación, resonancia. O sea, de modo natural. Este es el modo en que viene creciendo el no capitalismo en las periferias urbanas desde hace por lo menos medio siglo.
Quiero decir que el triunfo de este mundo otro no lo podemos imponer, como ha hecho el capital. Podemos, sí, insuflarle vida, contribuir a expandirlo, ayudarlo a vivir y a elevarse. El movimiento existe, no podemos inventarlo ni dirigirlo A lo sumo, podemos formar parte de él, moviéndonos también, mejorando el arte de mover-nos. No es poco, sobre todo porque esa capacidad de mover-nos es la única que puede salvar-nos.
Los dominados no actúan de modo simétrico a los dominadores, y por eso no formulan racionalmente un proyecto para luego intentar hacerlo realidad. Como los pobladores chilenos a la hora de construir su campamento -no dibujan planos sino que al habitar generan el espacio habitado-, los sectores populares de nuestro continente van creando su proyecto histórico a medida que lo van recorriendo-viviendo. No hay un plan previo y quien no comprenda esto no puede comprender mucho de la realidad de nuestros pueblos. Quiero proponer entonces, no a modo de teorización cerrada sino apenas como propuesta para el debate, un conjunto de conclusiones del recorrido que hice en este ensayo.
1) Un siglo atrás las ciudades eran el espacio de las clases dominantes y de los sectores medios con los que mantenían una relación, armoniosa o no. Hoy esos sectores han sido desplazados o están cercados por los sectores populares. Dicho de otro modo, los de abajo están cercando los espacios físicos y simbólicos donde las clases dominantes habían establecido su poder. La pobreza es una cuestión de poder. Desde este punto de vista, los pobres de nuestro continente se afincaron en las ciudades, sin perder sus vínculos con las zonas rurales, y están en mejores condiciones para arrinconar a las clases dominantes. Estas han debido emigrar hacia otros espacios, atrincherarse en ellos porque –literalmente- temen a los pobres. Están rodeadas.
Mi hipótesis es que en el último medio siglo las periferias urbanas de las grandes ciudades han ido formando un mundo propio, que ha transitado un largo camino: de la apropiación de la tierra y el espacio a la creación de territorios; de la creación de nuevas subjetividades a la constitución de sujetos políticos nuevos y diferentes respecto a la vieja clase obrera industrial sindicalizada; de la desocupación a la creación de nuevos oficios para dar paso a economías contestatarias. Este largo proceso no ha sido, a mi modo de ver, reflexionado en toda su complejidad y aún no hemos descubierto todas sus potencialidades.
2) El telón de fondo de este proceso de los sectores populares, es la expansión de una lógica familiar-comunitaria centrada en el papel de la mujer-madre en torno a la que se modela un mundo de relaciones otras: afectivas, de cuidados mutuos, de contención, inclusivas. Estas formas de vivir y de hacer, han salido de los ámbitos “privados” en los que se habían refugiado para sobrevivir y, de la mano de la crisis sistémica que se ha hecho evidente luego de la revolución mundial de 1968, se vienen expandiendo hacia los espacios públicos y colectivos.
La expansión de la mujer-madre es evidente en todos los movimientos sociales actuales. En algunos, más del 70% de sus miembros son mujeres que van con sus hijos, como sucede entre los grupos piqueteros en Argentina. Esto tiene consecuencias que van mucho más allá de lo cuantitativo. Con ellas, irrumpe otra racionalidad, otra cultura, una episteme relacional, como señala Alejandro Moreno (Moreno, 2006). Esto se vincula con otra idea de movimiento, pero también de vida. Es esta una cosmovisión en la que las relaciones juegan un papel central, que incluye otra forma de conocer, de vivir, de sentir. Finalmente, en este mundo otro la fuerza motriz principal son los afectos: el amor, la amistad, la fraternidad. Sobre esa base se crea un sistema de relaciones económicas paralelo y externo a la economía capitalista de mercado.
3) En los espacios y tiempos de esta sociedad diferente vive un mundo otro: femenino, de valores de uso, comunitario, autocentrado, espontáneo en el sentido profundo del término, o sea natural y autodirigido, que crece por expansión. Este mundo está siendo capaz de producir y re-producir la vida de las personas que participan en él mientras se autoproduce circularmente (por autopoiesis) y no tiene fines externos. No nace ni crece por oposición al mundo estatal-masculino, de valores de cambio, polarizador, asentado en instituciones (partidos, asociaciones) que se regulan según relaciones binarias mando-obediencia, causa-efecto (planificación). Nace y crece por sus propias dinámicas internas, pero si no consigue sobrevivir, expandirse y desplazar al mundo estatal-masculino, la sobrevivencia de la humanidad estará en peligro.
4) ¿Poder popular? ¿Contrapoderes de abajo? No es fácil zanjar esta cuestión. ¿Puede lo femenino constituirse en poder, sin dejar de ser femenino? La cuestión del poder está en el centro de muchos debates actuales entre movimientos sociales y políticos, desde la irrupción del zapatismo. En este punto, considero que el mismo concepto de poder debe ser revisado. Suelo hablar de “poderes no estatales”, pero aún así me parece insuficiente. Las Juntas de Buen Gobierno en los municipios autónomos zapatistas, ejercen el poder de forma rotatoria de modo que en un tiempo todos los habitantes de una zona han aprendido a gobernar. Pero, ¿puede hablarse de poder cuando lo ejerce la comunidad?
Lo cierto es que entre nosotros viven dos mundos. Uno de ellos está hoy fuera de control, ya que ha hecho de la dominación y la destrucción su alimento principal. El otro mundo es la única chance que tenemos de seguir siendo seres humanos y de conservar la naturaleza y los bienes comunes para beneficio de todos y todas. Pero la lógica de vida de este mundo otro no es simétrica a la del mundo hegemónico. De modo que no puede crecer destruyendo y aniquilando al mundo de la opresión, sino a su modo: por expansión, dilatación, difusión, contagio, disipación, irradiación, resonancia. O sea, de modo natural. Este es el modo en que viene creciendo el no capitalismo en las periferias urbanas desde hace por lo menos medio siglo.
Quiero decir que el triunfo de este mundo otro no lo podemos imponer, como ha hecho el capital. Podemos, sí, insuflarle vida, contribuir a expandirlo, ayudarlo a vivir y a elevarse. El movimiento existe, no podemos inventarlo ni dirigirlo A lo sumo, podemos formar parte de él, moviéndonos también, mejorando el arte de mover-nos. No es poco, sobre todo porque esa capacidad de mover-nos es la única que puede salvar-nos.
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