miércoles, 28 de julio de 2010

Alfredo Grande y las crónicas de trapo

Contra la cultura represora
Alfredo Grande, militante social, psiquiatra y periodista, presentó su nuevo libro en la biblioteca municipal Francisco López Merino. “Crónicas de trapo” es una compilación de su trabajo como redactor de la Agencia de Noticias Pelota de Trapo, un cruce vigoroso que une el campo de intervención sobre “los chicos del pueblo” con el campo de análisis del “psicoanálisis implicado”.
Por Juan Manuel Mannarino
Es una casona impactante: ventanales gigantes, habitaciones como salones, escaleras angostas y una madera que cruje al pisarla. Entrar es recrear la vida de la aristocracia fundante de la ciudad. Los López Merino era una de esas familias. Con una peculiaridad: contaban con el mejor poeta de la época. Hay cuadros del escritor por todos lados. Francisco López Merino sentado, cruzado de piernas y con sombrero, en la mitad de un banco de plaza. Con Borges. Otras imágenes revelan la parsimonia de clase, las horas de ocio, el rodeo de lujos y bienestar. López Merino, sin embargo, estaba en otro lado. Se suicidó en 1928, a los 24 años, dentro de un baño del Jockey Club. Un escándalo: sangre y crónica policial para una familia habituada a la reserva. Hace unos años, la casa se convirtió en biblioteca municipal y el misterio de la vida del poeta se abrió ante el mundo.
La biblioteca, ubicada en 49 entre 11 y 12, organiza charlas y conferencias. A lo largo de los pasillos hay exposiciones fotográficas y plásticas. En el fondo de la casona, Alfredo Grande presenta “Crónicas de trapo”, una singular antología de relatos que resumen su obra periodística dentro de la Agencia de Noticias Pelota de Trapo.
Una alternativa de prensa que constituye un instrumento de comunicación alternativa que se propone “disputar en el imaginario social la concepción dominante-represiva sobre infancia y juventud”. La Agencia Pelota de Trapo llega a 60 mil lectores utilizando básicamente tres herramientas: una página web (www.pelotadetrapo.org.ar) que se actualiza a diario, un boletín electrónico semanal enviado a suscriptores y una revista impresa en papel.
La agencia es parte de la Fundación Pelota de Trapo que nació hace más de 30 años, bajo la coordinación del sociólogo Alberto Morlachetti, y que desarrolla varios programas destinados a niños y jóvenes en situación de pobreza en los partidos de Avellaneda y Florencio Varela. “Desde esta perspectiva, construimos un espacio de vida, una historia que se alimenta de los sueños y privilegia la ternura, la libertad y la belleza como insumos básicos del crecimiento humano”, dice Morlachetti. Entre los programas de la fundación se encuentran los hogares Pelota de Trapo y Juan Salvador Gaviota, la Casa de los Niños de Avellaneda, la Granja Azul y la Escuela de Educadores Populares. La Fundación Pelota de Trapo es parte del Movimiento Nacional de los Chicos del Pueblo, un lugar de encuentro de 400 instituciones no gubernamentales de todo el país que trabajan con niños y jóvenes, entre las que se encuentra la obra del padre Cajade.

Redactor de la agencia, Alfredo Grande es médico psiquiatra, psicoanalista y cooperativista. Trabaja como docente y escribió “El Edipo después del Edipo”, “Cultura por mano propia” y “Miopes”, siendo estas últimas obras de teatro. En la línea de textos como los de Eduardo “Tato” Pavlovsky, Alfredo Grande mezcla un humor negro y un análisis de los mecanismos del poder. Una crítica a lo que él denomina como “cultura represora”. La cultura represora es aquella que planifica la cotidiana masacre de los más débiles. Si hay hambre, desocupación y analfabetos, es el Estado el mayor responsable dentro de un sistema capitalista que silencia la injusticia social. Como el caso de Daiana y Emanuel, dos niños muertos al arder una casilla de Viedma, que fueron hallados abrazados, acostados en un colchón.
La presentación del libro estuvo a cargo del dramaturgo Vicente Zito Lema y el Licenciado en Comunicación Social Fabián Viegas. Ambos tienen una trayectoria en el campo popular y trabajan con políticas de integración social en hospicios y cárceles. Zito Lema, quien es también colaborador de Pelota de Trapo, sostuvo que “el libro de Grande es una experiencia justa y necesaria. Un libro que se nutre en la vida cotidiana y pone al desnudo la tremenda desmesura de una realidad que día a día crece en su espanto, se esconde en su monstruosa complejidad y en sus contradicciones sociales que lindan con lo peor de la locura, esa locura que se torna perversidad en la boca y en los actos del poder”. Autor del epílogo del libro, Zito Lema hizo referencia a la necesidad no sólo de criticar la desigualdad social sino también de construir la esperanza. “Como bien decía el filósofo Hobbes, el hombre es el lobo del hombre. La violencia contra los seres humanos es una realidad que sigue vigente en nuestra época: los más fuertes destruyen a los más débiles y los más ricos devoran a los pobres. Alfredo critica este estado de cosas pero también manifiesta una posibilidad: la construcción de otra sociedad. Hay un espacio para la esperanza. Al decir de nuestro maestro Enrique Pichón Riviere, es la esperanza planificada. El mundo se puede cambiar. Tener plena conciencia de la monstruosidad social en la que estamos inmersos, es justamente elaborar una conciencia crítica para alterar el mal del poder”, dijo.
Por otro lado, Fabián Viegas señaló la multiplicidad de discusiones que el libro dispara: “Alfredo Grande va más allá de su propia disciplina para relacionar lo sociológico con la psicología para señalar por qué el hombre es capaz de ser tan cruel. Desde el aspecto político, los textos hablan de la construcción social del enemigo y de la naturalización de los problemas sociales por parte de la derecha. Por otro lado, desde el campo popular, Alfredo trasciende la indignación para iluminar una crítica que además de denunciar las víctimas del sistema, presenta también un pensamiento complejo sobre la sociedad excluyente en la que vivimos”.

Grande analiza los medios. Extrae artículos de los diarios como introducción a una indagación de la agenda mediática y dice que en el periodismo se desnuda un mecanismo perverso: negar las injusticias sociales a través de un lenguaje acartonado y falsamente objetivo. La prensa utiliza eufemismos macabros. Grande demuestra en sus crónicas cómo el capitalismo institucionaliza la miseria a través de la negación de alternativas, la fascinación portentosa de la sociedad de consumo y el apoyo entusiasta de los medios masivos de comunicación. El gran dispositivo de aniquilamiento es la invisibilidad social. En cada niño pobre, en cada deserción escolar, en cada hospital público abandonado hay una política de la cultura represora: nada importa tanto como la salvación individual y el hiperconsumismo. Grande apunta que lo que no dicen los medios es que el hambre, la falta de vivienda y la postergación educativa son crímenes sociales.
Contra la levedad del ser que propone el postmodernismo, Alfredo Grande explica que, para la cultura represora, los crímenes de lesa humanidad no prescriben simplemente porque se continúan produciendo. “En este mismo momento, y en todos los momentos siguientes los expoliadores-explotadores del planeta cometerán multiplicidad de crímenes. Contra las personas (llamados trata), contra los suelos (llamados desmontes), contra la salud (llamados reasignación de recursos), contra la inteligencia (llamados planes de educación), contra la alimentación (llamados precio sostén de los granos)”, explica. La crueldad es la planificación sistemática del sufrimiento del otro. Es el instrumento de los fascismos. De la derecha empresarial que es gobierno en varias partes del mundo.
Amante de la ironía (“basta de luchar contra la pobreza: es momento de luchar contra la riqueza”), Alfredo Grande alienta pequeños actos revolucionarios con humor. Lo revolucionario, según el psiquiatra, es un momento donde “lo fundante se asoma en la conciencia”. Y explica que lo revolucionario “puede ser un chiste, una práctica social o un libro. Lo revolucionario sucede todos los días y a veces son actos que no los tomamos como tal porque la cultura represora, que no es sólo la cultura de la represión, sino también cultura de la banalidad, de la naturalización, del gerenciamiento y de la estupidez, los aparta y los niega”. Pero lo revolucionario debe evitar la solemnidad y entregarse a la alegría. Para Grande, el humor “es una estrategia de supervivencia: no se trata de reírse negando la realidad; no es lo mismo la ironía que el sarcasmo, no es lo mismo la risa que la burla. Hay que aprender a reírse de uno mismo”.
Aforismos implicados
Antes de cada relato, hay un epígrafe. Alfredo Grande lo llama “aforismo implicado”. Es una toma de posición teórica y política: un psicoanálisis implicado es ir más allá del psicoanálisis neutralizado que se refugia en los consultorios privados, capturado por las clases media y la clase alta. Cada aforismo propone una crítica a la subjetividad posmoderna. Así lo explica: “Los aforismos implicados van naciendo como texto anticipador de diferentes artículos. Su importancia deriva de la condensación y el impacto. Tienen distinta densidad, y muchos han sido construidos al calor de un debate o en la intensidad de una escritura. Los aforismos seguirán en su devenir multiplicador, y nuevos textos le darán abrigo”. Estos son algunos de ellos:
“En una sociedad injusta, la única constante de ajuste es el azar o el delito”
“Resista el horror de las noticias. Ya llegan los avisos”
“Liberales del mundo responden… Al gran pueblo argentino ataúd”
“Para la cultura represora no es problema que mueran muchos. El problema es que nazcan demasiados”
“Dime qué comes, dónde comes, y cuánto pagas lo que comes. Te diré quién eres”
“Soy serio pero no solemne. Resultante de la contradicción insalvable entre estatura y apellido”
“Pienso, luego existo. Pero si pienso como existo, entonces no pienso más” (Descarte posmoderno)
“En la sociedad de consumo, se consumen objetos. En el consumismo, se consume consumo”
“Es más fácil saber por qué hay que morir que por qué hay que vivir”
“La sociedad es tan paranoica que descansar en paz es estar muerto”
“Odio, luego existo. Y también amo, para seguir existiendo”

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Criticidad, honestidad intelectual y de todas las especies, creatividad, denuncia y anuncio...

Los más leídos

Novelas, cuentos y relatos

Fernando Albrecht: todos sus libros en una web

Libros de Fernando Albrecht  Óleo - Griselda Abdala- Buenos Aires   Encontrarás aquí las novelas, cuentos, relatos y crónicas ...