sábado, 7 de agosto de 2010

Exposición de Pinturas en la Coop. de Hersilia

Para ir a ver y disfrutar
Fui a ver la exposición de los y las pintoras locales, casi en su totalidad podría decir “las” pintoras. Es llamativa la ausencia de varones en este arte. No sé verdaderamente si responde a una característica propia de los pueblos o si es un fenómeno más general. Arriesgando, me atrevería a afirmar que ha de ser un problema de pueblos y ciudades chicas donde el machismo represivo dificulta la inserción de varones en las artes en general aunque en menor grado con el teatro.
Lo otro que me llamó la atención es la cantidad de pinturas ligadas a la naturaleza, especialmente las flores. Muchas flores. Quizá responda a la búsqueda de una belleza que por las sequías últimas no encontramos en nuestras casas, aunque sospecho que ha de ser más que nada una cuestión de práctica, búsqueda de profundidades y el trabajo de la expresividad. Por otra parte, a las flores, se suman paisajes. De los idealizados y de los que responden más a la geografía nuestra, incluso aparecen algunos mezclando paisaje y costumbres. He aquí una gran diferencia.
Las flores de por sí no tienen una identidad ligada a alguna búsqueda o vertiente cultural precisa, ni poseen más mensaje que su presencia más o menos agradable según los trazos de la artista y menos aún muestran algo de la época, de la realidad, de lo que piensa y sueña quien se expresa a través de ella, salvo, que ha de pasar su tiempo agradablemente sublimando sus energías en un objeto que no va a decir mucho más que eso que hace, pintar para estar bien, para satisfacer un deseo propio, para hacer algo, (que no es poco hoy en día), pero que no traspasa la piel de la propia mano que pinta, la retina del mero ojo que elije y aprecia colores. En su defecto, aquellas pinturas que muestran algo más que una naturaleza (viva o muerta), que muestran un lugar, se desafían a adentrarse a la cultura de un tiempo, a las razones de una estética, a la elección de un qué en desmedro de otros. Allí, ya hay compromiso con el arte que se expresa porque ahora la obra trasciende al autor, a la autora.
Ni que hablar de aquellas tres o cuatro pinturas donde aparecen personas, como el niño agachado frente a la casa, los niños que aparecen juntos, la carneada, la doma, etc. Allí las pinturas van aun más allá de sí mismas y quien las plasmó sin estar presente establece con uno que observa un diálogo más profundo. Quizá allí aparezca en quien observa, la admiración y luego, las preguntas. Ya en este punto ese cuadro me ha movido la consciencia, ha hablado conmigo en su lenguaje de trazos, luces y ocultamientos.
Debo decir también, que hay muy buenas reproducciones o de las llamadas copias, de las cuales uno no encuentra nada llamativo salvo si no conoce el original, siendo que por intermedio de su réplica accede a la idea primera. A la vez, uno no deja de comprender que eso constituye también un modo de la práctica, del entrenamiento, del aprender, lo que no quita que me pregunte que, sí por aprender repitiendo se gana en adiestramiento cercenando o en desmedro de ganar en creatividad, en originalidad, en aventura de hacer y ser uno mismo.
Sin perder la admiración de lo visto, lo que aún resuena en colores dentro de mis ojos, no puedo dejar de pensar en dos desafíos de la pintura local, desde mi humilde mirada, para volver más entusiasmado a una próxima muestra, que la de poder conectarse las artistas con la realidad (desde dónde sea que miren), y la de buscar junto a esta la originalidad, la creatividad. Desafíos que no son fáciles, sobre todo el de la originalidad, pues es demasiado lo pintado, aún así, mezclando las voces de la historia de las pinturas con los sueños como trazos del mundo que soñamos aparezca el modo propio de hablar con el pincel, de cada uno, de cada una. Sin duda ya hay quien lo tiene y quien lo busca y también quien seguirá tomando el pincel por puro gusto.

No quisiera dejar de mencionar en todo esto que más allá de las flores, los paisajes y las costumbres, se nota una búsqueda y un gran amor y respeto por este arte. Un aprecio que se ve en los trazos, en los cuidados de cada artista con su propuesta, lo que también se siente en el mensaje a la hora de entrar en aquella ronda de pinturas concluyendo que ha sido muy acertado “venir a ver”.

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