jueves, 21 de octubre de 2010

Santos mineros de Iquique

jueves 21 de octubre de 2010
Por Alfredo Grande.
“Pero entonces: ¿el hombre no era el lobo del hombre?”
(Aforismo implicado)

RESCATARON A LOS MINEROS CHILENOS; EL ULTIMO RECLAMO AL GOBIERNO. “Que esto nunca más vuelva a ocurrir”. A las 21:55 se oyó un extenso aplauso. Habían sacado a quien la NASA, de activa participación en el rescate, consideró como el “líder natural” de los mineros atrapados: Luis Urzúa, de 54 años, el jefe de turno. Doscientos fotógrafos y camarógrafos, compitiendo por la altura con sillas y escaleras, tomaron esta última escena, la más fuerte del día. Rodearon a 20 familiares que miraban el final del rescate en la proyección del canal local sobre una pared del comedor. “¡Vamooos, vaaaamos mineros, que esta noche lo vamos a lograr!”, corearon todos juntos. El rescate era historia. Urzúa salió, sin lágrimas en los ojos. Su padre estaba afiliado al Partido Comunista y fue desaparecido por la dictadura de Augusto Pinochet cuando él era un niño. Su madre al menos pudo enterrar al padrastro de Urzúa, Benito Tapia, asesinado por los militares. Era del Partido Socialista. “Desde chico fue el hombre de la casa, se hizo cargo de sus cinco hermanos”, contó hace poco ella. El jefe de turno caminó dos pasos y enseguida le salió al cruce, con los brazos tendidos, el presidente Sebastián Piñera, el mismo que pide perdonar los crímenes que marcaron la vida de Urzúa y aún insiste en “dejar el pasado en el pasado”.
(Página/12 - 14/10/10)

(APe).- “Nunca más” es el deseo mas desgarrador que pueda habitar el alma. “Nunca más” apela a conjurar el horror y a desterrar lo siniestro que se infiltra en las aguas no calmas, pero tampoco embravecidas, que denominamos “lo cotidiano”. Tragedia, masacre, catástrofe, accidente, son significantes que dan cuenta de la ruptura de una racionalidad convencional y encubridora, donde pensamos y sentimos que las cosas son como nos dicen que las cosas son.

Pero de vez en cuando la vida, en vez de besarnos en la boca, como propone Joan Manuel Serrat en su canción, simplemente nos arranca la cara de un mordisco. Entonces, y no por demasiado tiempo, pasamos a ese otro lado del espejo. En vez de reflejarnos en las imágenes y sonidos donde nuestra identidad de percepción y pensamiento está capturada por la cultura represora, (a esto se llama habitualmente poder mediático), entramos en la caverna donde las presencias del horror se amontonan.

“Que esto mas no vuelva a ocurrir”, exigencia, desvelo, súplica, orden, interpelación, deseo, temor. Hay que nunca más debe volver a ocurrir. Ese nunca más que perfora sin poder atravesar del todo, la roca más dura que es la subjetividad reaccionaria de muchos de los líderes de las democracias formales, devenidas todas ellas en “demos gracias”.

En Río Turbio, año 2004, un accidente muchas veces anunciado se produjo y arrasó con 14 vidas. ¿Dónde están los responsables de esa verdadera criminalización del trabajo? Mejor no escribirlo, porque sería un insulto para muertos y sobrevivientes del horror minero incluirlos en la misma nota que está escrita para destacar el coraje, la valentía, el amor que tienen los trabajadores cuando están hermanados como clase y por fuera de los enormes espejo de todas las corporaciones, incluso las laborales.

La consigna Nunca Más deberá amplificarse en otra que propongo y que surge de estos 70 días que también conmovieron al mundo. Esa consigna se construye por sostener una travesía institucional que no tiene la certeza de una tierra prometida pero si la convicción de una lucha compartida [1] La consigna es “Siempre Más”.

Pero no olvidemos. Estamos del otro lado del espejo. Hemos atravesado la espectacularidad y la especularidad burguesa, donde el lucro encubierto alimenta lobos, para transitar por los territorios solidarios y fraternos de no hay lobos, ni corderos, sino, nada más y nada menos, que compañeros. Compartiendo diferentes tipos de pan. A 700 metros de profundidad, en el horror de los 17 días del puro desamparo, 33 hombres se propusieron sostener aquello que el enemigo de clase siempre quiere arrebatarles: la vida.

En esos 700 metros de profundidad, el mítico relato del comunismo primitivo se hizo actual, se hizo visible a los ojos, a los oídos, a los cuerpos de aquellos que lo sabían desde siempre, pero que lo pudieron llevar fundante de la propia subjetividad amenazada. La cultura represora no permite profundizar en nuestra subjetividad, porque su lograda misión política es aplanarla. Hombres mediocres al decir de José Ingenieros, unidimensionales al decir de Herbert Marcuse, honestas medianías al decir de Sigmund Freud.

Ni el taladro de Center Rock puede perforar aquello que la cultura represora cristalizó. Pero en esas profundidades de la mina y en esas profundidades del alma, no es necesario ningún taladro, ni siquiera aquel que el cinismo de Daniel Henninger decretó como el salvador de los mineros. A los mineros los mata el lucro (en Río Turbio, en Copiapó) porque el capitalismo no lucra para poder producir, sino que produce para poder lucrar. Y el lucro es la sangre y la carne que alimenta a los lobos que tienen a los hombres como sus enemigos culturales. Pero en esas profundidades otra cultura volvió a ser posible.

Severo Rennis, médico argentino que trabaja en Machagai, provincia del Chaco, lo advirtió: a los mineros los salvó la conciencia proletaria [2]. Había que llegar a la profundidad a la cual la cultura represora nunca podrá llegar. En la profundidad se pudo ratificar que en unión nace otra fuerza. Y señalar para toda eternidad posible que esa otra fuerza, es mucho más poderosa que la del taladro. Fuerza colectiva, amorosa fuerza que derrumba tronos y construye hermanos.

Esos santos mineros son como los obreros del salitre, que marcharon de sus planicies de muerte para ser asesinados en Iquique. Y son como los hermanos mapuches, condenados por el mismo presidente lobo a 90 días de huelga de comida, ya que de hambre no los dejan hacer ninguna huelga. Si esa unión que permitió nacer otra fuerza sostuvo la vida cuando parecía que nada podía sostenerla: ¿cómo no va a sostener la vida cuando la tierra, el agua, el aire, los bosques solamente sean de aquellos que saben unirse?

Ningún Estado Protector, por más protector que sea o que se diga, puede reemplazar esta fuerza. Que es la misma de las fábricas recuperadas, aunque los poderes de la cultura represora insistan en destruirla, como está ocurriendo en estos días con la metalúrgica IMPA.

Por eso al Nunca Más para todos los horrores de los lobos del hombre, tendremos que oponer el Siempre Más para todos los lazos fraternos que puedan sostener, ahora en la superficie, en todas las superficies, el comunismo primitivo y fundante que engendró al sujeto colectivo. Estos santos mineros de Iquique nos enseñan que el hombre no es, al menos no es necesariamente, el lobo del hombre.

Siempre Mas porque Chile es un país muy largo y mil cosas pueden pasar… unámonos como hermanos que nadie nos vencerá...

Y si quieren terminar esta lectura con un canto a la lucha redentora, acá les dejo una bella forma de estar todos juntos, aunque sea en la profundidad de nuestra tierra:
Inti Illimani y Quilapayún - Canción Final de la Cantata de Santa María de Iquique

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