Por Feizal Samath
COLOMBO, ene (IPS) - El científico srilankés Mohan Munasinghe llama a elaborar los "Objetivos de Consumo para el Milenio", a fin de obligar a los países ricos a reducir sus hábitos perjudiciales para el ambiente.
"Ahora tenemos para los pobres los Objetivos de Desarrollo de las Naciones Unidas para el Milenio. Deberíamos extender eso a los ricos y asegurarnos de que consuman de modo más sustentable", dijo este experto en cambio climático.
Los Objetivos de Desarrollo, definidos en 2000 por la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), incluyen, entre otras cosas, reducir a la mitad la proporción de personas que padecen pobreza y hambre (en relación a 1990) para el año 2015.
Según él, esto es necesario porque 85 por ciento de todo el consumo mundial está en manos del 20 por ciento de los más ricos del mundo.
"Si ellos pueden ser más sustentables en materia de consumo, se puede reducir la carga ambiental en gran medida", dijo Munasinghe en una entrevista con IPS en Colombo, donde está radicado.
Munasinghe es vicepresidente del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (conocido por sus siglas en inglés IPCC), que en 2007 compartió el Premio Nobel de la Paz con el ex vicepresidente estadounidense Al Gore.
Este especialista destacó los severos cambios en los patrones meteorológicos ocurridos debidos a la ocurrencia consecutiva de El Niño y La Niña en diciembre.
El Niño es la fase cálida de la Oscilación del Sur (ENOS), y ocurre cuando la temperatura del agua del océano Pacífico se enfría en el sudeste asiático y se calienta cerca de la costa sudamericana, con repercusiones mundiales. Su contraparte, La Niña, es la fase fría del ENOS.
En Sri Lanka, inundaciones y un periodo extremadamente frío mataron a más de 40 personas y afectaron a un millón más. Cientos de hectáreas de arrozales y otros cultivos quedaron destruidos por las aguas furiosas, lo que causó un aumento de los precios de verduras y otros productos básicos.
Munasinghe dijo que ahora la principal prioridad de su país es reducir la vulnerabilidad de los pobres ante los impactos del cambio climático.
"Nuestras emisiones de carbono son bajas. Aunque es posible que necesitemos reducirlas en el futuro, nuestro principal problema no es ése, sino reducir la vulnerabilidad, dado que afecta más a los pobres. Es muy injusto, porque son las emisiones de dióxido de carbono de los ricos las que han causado el problema", enfatizó.
El meteorólogo Sarath Premadasa dijo que lo que está ocurriendo en Sri Lanka y en el resto del mundo es una intensidad cada vez mayor de los fenómenos extremos. "Si es una sequía, es peor que antes. Las lluvias también son de alta intensidad", ejemplificó.
Según Champa Navaratna, directora de Ingeniería Agrícola en la Universidad de Ruhunu, los erráticos patrones meteorológicos crearán una severa escasez alimentaria e inseguridad alimentaria este año.
"Investigamos mucho para desarrollar mejores patrones de cultivo para nuestros agricultores en base al estado del tiempo, pero ahora esto es casi imposible", dijo.
Sri Lanka tiene dos estaciones de cultivo de arroz, pero en los últimos seis meses solamente los agricultores del sureño distrito de Matara tuvieron que sembrar tres veces en vez de una, por culpa de las repentinas inundaciones, señaló.
"Sin dudas tendremos una crisis alimentaria a mediados de 2011", agregó.
Algunas de las principales áreas de preocupación en Sri Lanka, según Munasinghe, son su vulnerabilidad a las sequías y las altas temperaturas en la zona seca, y el impacto sobre la agricultura y el arroz, donde para 2050 puede haber una reducción de 20 por ciento en los rendimientos.
Y luego están las inundaciones y los deslizamientos de tierras en la zona húmeda, debido a las lluvias excesivas, el aumento del nivel del mar y tormentas que afectarán las pesquerías y a las poblaciones costeras. Es probable que empeoren enfermedades originadas en la mala calidad del agua y transmitidas por mosquitos que ya prevalecen en el país, debido al desarrollo insostenible.
"Necesitamos una Sri Lanka a prueba de clima, volviendo más sustentable nuestro camino de desarrollo", dijo Munasinghe.
El mes pasado, este experto fue uno de los tres que hablaron sobre el cambio climático ante una concurrida sesión en la sede de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) en Nueva York. Los otros dos fueron Achim Steiner, director ejecutivo del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente, y Martin Kohr, director ejecutivo del Centro del Sur.
Munasinghe asesora a gobiernos y también a corporaciones multinacionales como Tesco y Unilever en materia de desarrollo sustentable y cambio climático.
Dos días después de la sesión de la ONU, Munasinghe informó a altos funcionarios del Banco Mundial sobre clima y desarrollo, y también sobre la necesidad de adoptar un enfoque integrado sobre estos temas.
Munasinghe también estuvo en diciembre en China, donde mantuvo tres reuniones con funcionarios del gobierno, así como con representantes de la sociedad civil y empresarios.
(FIN/IPS/traen-js/fs/lr/wd ap kp en md dv sc fe/11)
Crece el apoyo a metas para un consumo más sustentable
Análisis de Feizal Samath
COLOMBO, feb (IPS) - Los Objetivos de Consumo para el Milenio, que van desde reducir las horas de trabajo hasta aumentar el uso de bicicletas y caminar más, usar ropas de segunda mano y consumir menos carnes y lácteos, ganan terreno en los debates que se suscitan en Internet.
Estas recomendaciones toman como modelo a los Objetivos de Desarrollo de las Naciones Unidas para el Milenio, definidos en 2000 por la Asamblea General de la ONU y que incluyen, entre otras cosas, reducir a la mitad la proporción de personas que padecen pobreza y hambre (en relación a 1990) para el año 2015.
Mohan Munasinghe, experto srilankés en desarrollo sustentable y cambio climático, propuso los Objetivos de Consumo en una entrevista que mantuvo con IPS en enero en Colombo. Desde entonces, su idea ha desatado todo un debate.
Algunos quieren que estos Objetivos sean ocho, como los del Milenio, y luego se presenten a la Organización de las Naciones Unidas (ONU), donde puedan concitar la atención y el compromiso de los estados miembro. Otros prefieren fijarse metas personales para ayudar a reducir los hábitos que dañan el ambiente.
Los Objetivos de Desarrollo, En relación a los de consumo, Erik Assadourian, director del proyecto sobre Culturas en Transformación e investigador del Worldwatch Institute, listó cinco sugerencias.
Primero, reducir a la mitad la obesidad y el sobrepeso para 2020, a fin de reducir la mortalidad, la morbilidad y los costos económicos, así como las presiones ecológicas causadas por el excesivo consumo de alimentos.
Segundo, recortar a la mitad la semana laboral, para distribuir mejor los empleos y la riqueza, promover un estilo de vida más saludable y reducir la actividad económica, dijo Assadourian.
Tercero, cobrar impuestos a los más ricos de la sociedad. Cuarto, duplicar el uso de medios de transporte no motorizado, como las bicicletas. Y quinto, garantizar la atención a la salud para todos, añadió.
"Ayúdenme a sumar otros tres objetivos a la lista para llegar a ocho, y entonces podremos presentar esto a la ONU", escribió Assadourian.
"Después de todo, si en los países industrializados pueden fijar objetivos para quienes viven en los países en desarrollo, la ONU debería mostrar la misma preocupación por quienes viven mal en los países ricos", agregó.
Matthew McDermott, del sitio web www.treehugger.com, dedicado a temas de sustentabilidad, sugirió duplicar la cantidad de alimentos producidos orgánicamente, lo que reduciría el uso de combustibles fósiles, fertilizantes químicos y pesticidas, además de permitir una menor utilización de electricidad en el hogar.
"Si su electricidad procede de combustibles fósiles, esto reducirá la contaminación, las emisiones de gases de efecto invernadero e, indirectamente, aumentará la independencia energética. Si su electricidad es generada a partir de fuentes renovables, esto reducirá la cantidad de energía y de tierra que se necesita para las granjas eólicas, plantas solares, hidroelectricidad y biocombustibles", escribió.
En un correo electrónico publicado en el sitio web de Munasinghe, Philip Vergragt propuso reducir 25 por ciento el espacio que cada persona utiliza para vivir. También sugirió cocinar más en casa, con ingredientes frescos y, en lo posible, adquiridos en el mismo lugar.
Otras recomendaciones incluyen reducir la compra de nuevos productos y los desechos, mediante la elaboración de compost (abono orgánico) y el reciclaje.
Jeremy Williams, un periodista independiente que escribe desde Gran Bretaña, sugirió desde su sitio web "Make Wealth History" (hacer que la riqueza sea historia) una reducción de los viajes aéreos, terminar con el despilfarro de alimentos y crear un sistema bancario estable.
Varios sitios web y blogs han decidido promover la idea de los Objetivos de Consumo para los ricos.
En uno de ellos, quien se identificó como Kishor Mistry dijo estar fijándose algunas metas personales para sí mismo. Entre ellas, no comprar ni ropa ni zapatos nuevos hasta que los viejos estén gastados, usar escaleras en vez de ascensor y no cambiar de automóvil si el viejo funciona.
Otro, apenas identificado con las iniciales "CH", urgió a cambiar los hábitos alimentarios. "Voto por una reducción de 90 por ciento en la carne y 70 por ciento en huevos y productos lácteos. A consecuencia, no importará si aumenta el precio de la carne, y a la vez podremos abolir las granjas industriales", planteó.
A propósito de la reducción de la semana laboral, Thomas Colley dijo que esto significará que los individuos tengan más tiempo para las misiones voluntarias, entre otros beneficios.
Por su parte, Munasinghe está planteándose sus propios objetivos. "He plantado un árbol para reducir mi huella de carbono, y también he hecho un esfuerzo consciente por reducir mis viajes aéreos usando más las videoconferencias", dijo.(FIN/2011)
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Mohan Munasinghe, experto srilankés en desarrollo sustentable y cambio climático, propuso los Objetivos de Consumo en una entrevista que mantuvo con IPS en enero en Colombo. Desde entonces, su idea ha desatado todo un debate.
Algunos quieren que estos Objetivos sean ocho, como los del Milenio, y luego se presenten a la Organización de las Naciones Unidas (ONU), donde puedan concitar la atención y el compromiso de los estados miembro. Otros prefieren fijarse metas personales para ayudar a reducir los hábitos que dañan el ambiente.
Los Objetivos de Desarrollo, En relación a los de consumo, Erik Assadourian, director del proyecto sobre Culturas en Transformación e investigador del Worldwatch Institute, listó cinco sugerencias.
Primero, reducir a la mitad la obesidad y el sobrepeso para 2020, a fin de reducir la mortalidad, la morbilidad y los costos económicos, así como las presiones ecológicas causadas por el excesivo consumo de alimentos.
Segundo, recortar a la mitad la semana laboral, para distribuir mejor los empleos y la riqueza, promover un estilo de vida más saludable y reducir la actividad económica, dijo Assadourian.
Tercero, cobrar impuestos a los más ricos de la sociedad. Cuarto, duplicar el uso de medios de transporte no motorizado, como las bicicletas. Y quinto, garantizar la atención a la salud para todos, añadió.
"Ayúdenme a sumar otros tres objetivos a la lista para llegar a ocho, y entonces podremos presentar esto a la ONU", escribió Assadourian.
"Después de todo, si en los países industrializados pueden fijar objetivos para quienes viven en los países en desarrollo, la ONU debería mostrar la misma preocupación por quienes viven mal en los países ricos", agregó.
Matthew McDermott, del sitio web www.treehugger.com, dedicado a temas de sustentabilidad, sugirió duplicar la cantidad de alimentos producidos orgánicamente, lo que reduciría el uso de combustibles fósiles, fertilizantes químicos y pesticidas, además de permitir una menor utilización de electricidad en el hogar.
"Si su electricidad procede de combustibles fósiles, esto reducirá la contaminación, las emisiones de gases de efecto invernadero e, indirectamente, aumentará la independencia energética. Si su electricidad es generada a partir de fuentes renovables, esto reducirá la cantidad de energía y de tierra que se necesita para las granjas eólicas, plantas solares, hidroelectricidad y biocombustibles", escribió.
En un correo electrónico publicado en el sitio web de Munasinghe, Philip Vergragt propuso reducir 25 por ciento el espacio que cada persona utiliza para vivir. También sugirió cocinar más en casa, con ingredientes frescos y, en lo posible, adquiridos en el mismo lugar.
Otras recomendaciones incluyen reducir la compra de nuevos productos y los desechos, mediante la elaboración de compost (abono orgánico) y el reciclaje.
Jeremy Williams, un periodista independiente que escribe desde Gran Bretaña, sugirió desde su sitio web "Make Wealth History" (hacer que la riqueza sea historia) una reducción de los viajes aéreos, terminar con el despilfarro de alimentos y crear un sistema bancario estable.
Varios sitios web y blogs han decidido promover la idea de los Objetivos de Consumo para los ricos.
En uno de ellos, quien se identificó como Kishor Mistry dijo estar fijándose algunas metas personales para sí mismo. Entre ellas, no comprar ni ropa ni zapatos nuevos hasta que los viejos estén gastados, usar escaleras en vez de ascensor y no cambiar de automóvil si el viejo funciona.
Otro, apenas identificado con las iniciales "CH", urgió a cambiar los hábitos alimentarios. "Voto por una reducción de 90 por ciento en la carne y 70 por ciento en huevos y productos lácteos. A consecuencia, no importará si aumenta el precio de la carne, y a la vez podremos abolir las granjas industriales", planteó.
A propósito de la reducción de la semana laboral, Thomas Colley dijo que esto significará que los individuos tengan más tiempo para las misiones voluntarias, entre otros beneficios.
Por su parte, Munasinghe está planteándose sus propios objetivos. "He plantado un árbol para reducir mi huella de carbono, y también he hecho un esfuerzo consciente por reducir mis viajes aéreos usando más las videoconferencias", dijo.(FIN/2011)
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07-03-2011 |
Greg Page, el hombre que controla la alimentación del planeta
Tiene 59 años y jamás concede entrevistas. Seguramente, su nombre y el de su empresa no le digan nada. Pero por sus manos pasa la mayoría de los alimentos que usted pueda imaginar. Cargill es una de las cuatro compañías que controlan el 70 por ciento del comercio mundial de comida. Mientras el mundo se enfrenta a la mayor crisis alimentaria en décadas, ellos hacen caja ‘leyendo los mercados’… Así funciona.
Usted no lo sabe, pero la tostada de su desayuno es una mercancía más valiosa que el petróleo. La harina con la que está hecha tiene nombre: Cargill. ¿Le suena? Pues también se llaman Cargill la grasa de la mantequilla que unta su tostada y la glucosa de la mermelada que la endulza. Cargill es el pienso que engordó a la vaca lechera y a la gallina que puso los huevos que se fríen en la sartén. Cargill es el grano de café y la semilla de cacao; la fibra de las galletas y la bebida de soja. ¿El endulzante del refresco, la carne de la hamburguesa, la sémola de los fideos? Cargill. Y el maíz de los nachos, el girasol del aceite, el fosfato de los fertilizantes... ¿Y qué me dice del biocombustible de su coche, ese almidón que las petroleras han refinado para convertirlo en etanol y mezclarlo con gasolina? Adivine.
No, no busque marca o etiquetas; no las encontrará. Cargill ha pasado de puntillas por la historia. ¿Cómo puede ser que una empresa fundada en 1865, con 131.000 empleados repartidos en 67 países, con unas ventas anuales de 120.000 millones de dólares que cuadruplican la facturación de Coca-Cola y quintuplican la de McDonald’s, sea tan desconocida? ¿Cómo se explica que una compañía tan gigantesca que sus cuentas superan la economía de Kuwait, Perú y otros 80 países haya pasado tan inadvertida hasta ahora? En parte, porque es una empresa familiar. Sí, sus números pasman, pero Cargill no cotiza en Bolsa y no tiene que dar explicaciones. Sus socios son un enjambre de tataranietos de los fundadores, los hermanos William y Samuel Cargill, campesinos de Iowa que levantaron un imperio en el siglo XIX gracias a un ascensor de cereal arrimado a la vía del tren en un pueblecito de la pradera que no venía en los mapas. Más tarde, un cuñado -John MacMillan- tomaría las riendas. Durante décadas, los Cargill y los MacMillan fueron añadiendo silos de grano, molinos harineros, minas de sal, mataderos y una flota de barcos mercantes. Hoy, unos 80 descendientes se reparten los dividendos y juegan al golf. Poco más se sabe de ellos, salvo que los varones visten falda escocesa en las fiestas para honrar a sus antepasados. Y que siete se sientan en el consejo de administración y están en la lista Forbes de los más ricos del planeta, con fortunas que rondan los 7000 millones por cabeza. El presidente de la compañía es Greg Page, un tipo flemático al que le gusta decir, con cierta sorna, que Cargill se dedica «a la comercialización de la fotosíntesis».
Pero no está el patio para bromas. Los precios de los alimentos básicos se han disparado en el último año: el trigo, un 84 por ciento; el maíz, un 63, y el arroz, casi un diez; los tres cereales que dan de comer a la humanidad. Son máximos históricos, advierte la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO). Por encima de los que en 2008 causaron revueltas en 40 países y condenaron a la hambruna a 130 millones de personas. Y los precios seguirán subiendo, pronostica Financial Times. «El coste de los cereales es crítico para la seguridad alimentaria porque es la materia prima de referencia en los países pobres. Si los precios continúan elevándose, habrá más algaradas.»
Las razones son múltiples. Un cóctel de sequías, malas cosechas y especulación. Pero los ganadores son muy pocos. Y entre ellos están las mastodónticas empresas que controlan el comercio mundial de cereales. Cargill ha triplicado sus beneficios en el último semestre y sus ganancias superarán los 4000 millones de dólares, récord alcanzado en 2008 en el río revuelto de la crisis alimentaria. La compañía apostó a que la sequía en Rusia, uno de los grandes productores mundiales, obligaría a Vladimir Putin a prohibir las exportaciones para asegurar el consumo interno. Y acertó. «Hicimos un buen trabajo ‘leyendo los mercados’ y reaccionamos con rapidez», explicó una portavoz de Cargill. ¿En qué consiste esa reacción? En esencia, se trata de jugar al Monopoly comprando cosechas en el mercado de futuros, en ocasiones antes de que se plante una sola semilla. Y moviéndolas de un lugar a otro del planeta, allá donde resulte más rentable.
http://xlsemanal.finanzas.com/web/articulo.php?id=66619&id_edicion=6127
Usted no lo sabe, pero la tostada de su desayuno es una mercancía más valiosa que el petróleo. La harina con la que está hecha tiene nombre: Cargill. ¿Le suena? Pues también se llaman Cargill la grasa de la mantequilla que unta su tostada y la glucosa de la mermelada que la endulza. Cargill es el pienso que engordó a la vaca lechera y a la gallina que puso los huevos que se fríen en la sartén. Cargill es el grano de café y la semilla de cacao; la fibra de las galletas y la bebida de soja. ¿El endulzante del refresco, la carne de la hamburguesa, la sémola de los fideos? Cargill. Y el maíz de los nachos, el girasol del aceite, el fosfato de los fertilizantes... ¿Y qué me dice del biocombustible de su coche, ese almidón que las petroleras han refinado para convertirlo en etanol y mezclarlo con gasolina? Adivine.
No, no busque marca o etiquetas; no las encontrará. Cargill ha pasado de puntillas por la historia. ¿Cómo puede ser que una empresa fundada en 1865, con 131.000 empleados repartidos en 67 países, con unas ventas anuales de 120.000 millones de dólares que cuadruplican la facturación de Coca-Cola y quintuplican la de McDonald’s, sea tan desconocida? ¿Cómo se explica que una compañía tan gigantesca que sus cuentas superan la economía de Kuwait, Perú y otros 80 países haya pasado tan inadvertida hasta ahora? En parte, porque es una empresa familiar. Sí, sus números pasman, pero Cargill no cotiza en Bolsa y no tiene que dar explicaciones. Sus socios son un enjambre de tataranietos de los fundadores, los hermanos William y Samuel Cargill, campesinos de Iowa que levantaron un imperio en el siglo XIX gracias a un ascensor de cereal arrimado a la vía del tren en un pueblecito de la pradera que no venía en los mapas. Más tarde, un cuñado -John MacMillan- tomaría las riendas. Durante décadas, los Cargill y los MacMillan fueron añadiendo silos de grano, molinos harineros, minas de sal, mataderos y una flota de barcos mercantes. Hoy, unos 80 descendientes se reparten los dividendos y juegan al golf. Poco más se sabe de ellos, salvo que los varones visten falda escocesa en las fiestas para honrar a sus antepasados. Y que siete se sientan en el consejo de administración y están en la lista Forbes de los más ricos del planeta, con fortunas que rondan los 7000 millones por cabeza. El presidente de la compañía es Greg Page, un tipo flemático al que le gusta decir, con cierta sorna, que Cargill se dedica «a la comercialización de la fotosíntesis».
Pero no está el patio para bromas. Los precios de los alimentos básicos se han disparado en el último año: el trigo, un 84 por ciento; el maíz, un 63, y el arroz, casi un diez; los tres cereales que dan de comer a la humanidad. Son máximos históricos, advierte la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO). Por encima de los que en 2008 causaron revueltas en 40 países y condenaron a la hambruna a 130 millones de personas. Y los precios seguirán subiendo, pronostica Financial Times. «El coste de los cereales es crítico para la seguridad alimentaria porque es la materia prima de referencia en los países pobres. Si los precios continúan elevándose, habrá más algaradas.»
Las razones son múltiples. Un cóctel de sequías, malas cosechas y especulación. Pero los ganadores son muy pocos. Y entre ellos están las mastodónticas empresas que controlan el comercio mundial de cereales. Cargill ha triplicado sus beneficios en el último semestre y sus ganancias superarán los 4000 millones de dólares, récord alcanzado en 2008 en el río revuelto de la crisis alimentaria. La compañía apostó a que la sequía en Rusia, uno de los grandes productores mundiales, obligaría a Vladimir Putin a prohibir las exportaciones para asegurar el consumo interno. Y acertó. «Hicimos un buen trabajo ‘leyendo los mercados’ y reaccionamos con rapidez», explicó una portavoz de Cargill. ¿En qué consiste esa reacción? En esencia, se trata de jugar al Monopoly comprando cosechas en el mercado de futuros, en ocasiones antes de que se plante una sola semilla. Y moviéndolas de un lugar a otro del planeta, allá donde resulte más rentable.
http://xlsemanal.finanzas.com/web/articulo.php?id=66619&id_edicion=6127
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