lunes, 31 de octubre de 2011

Bolivia: "...cuando hayamos vencido, comenzarán las verdaderas dificultades."


BOLIVIA
El Porvenir es largo
Por Irene Provenzano y Julian Boskser
Sabes Ali, es muy difícil comenzar la lucha por la revolución, 
más difícil incluso es continuarla, y lo más difícil de todo es ganarla. 
Pero, solamente después, cuando hayamos vencido, comenzarán las verdaderas dificultades.  En resumen, hay todavía mucho que hacer.
Si Ben M’Hidi, La Batalla de Argel

Las tensiones que generó el conflicto alrededor de la construcción de la carretera del TIPNIS (que mantuvo conmocionado al país durante 70 días) se han disipado pero no han desaparecido: las heridas que esta disputa ha abierto están muy lejos de estar cerradas. El camino que sigue estará marcado por estos acontecimientos, pero también por la forma en que se sigan dando los (necesarios) debates que se abrieron a raíz de la marcha indígena. Las contradicciones que conlleva un proceso de cambio real surgen a veces de modo intempestivo, y esta crisis política habilitó espacios de participación y movilización que obligarán a sostener discusiones en las que se pondrá en juego el rumbo del proceso boliviano. Las decisiones que se tomen de aquí en más deberán incluir dimensiones estratégicas en relación a la continuidad y los objetivos de este proceso, sobre todo en lo relativo a los modelos de desarrollo y los patrones de acumulación, los mecanismos de participación y la distribución y uso de tierras. La reforma constitucional de 2009 ha servido para dar cuenta que este es un Estado que cobija muchas Naciones: estamos sin duda en un piso distinto para las discusiones y aquello de “nunca más una Bolivia sin indígenas” parece haberse instalado de modo irrevocable.

El conflicto del TIPNIS deja varias lecciones, que ojalá gobierno y movimientos sociales incorporen para el futuro. En relación a las demandas planteadas por la marcha, ya fue aprobada una ley que declara la intangibilidad del Parque Nacional y que prohíbe la construcción de carreteras en ese territorio. Por su parte, la derecha entendió que lo mejor que puede hacer para debilitar al proceso de cambio es generar divisiones internas, y eso es lo que intentó hacer: encontró una forma de hacer daño y la explotó con todas sus fuerzas. Electoralmente, y en términos de hegemonía, es probable que el gobierno salga de esta contienda peor de lo que entró: perdió una parte de su apoyo (sobre todo en los sectores de la clase media urbana) y algunas de las consignas que se escucharon en el espectacular (por su lógica mediática de construcción de espectáculo) recibimiento que la derecha hizo de la marcha indígena pedían violentamente la caída de Evo. A la vez, que hayan sido los sectores más conservadores de este país los que hayan salido a reclamar a viva voz que se cumpla con la Nueva Constitución Política del Estado, a pesar de la hipocresía y la paradoja que ello supone, puede ser leído como una conquista del propio proceso.  

Se han abierto además nuevos frentes de conflicto. Aún no está del todo claro qué alcance tendrá la “intangibilidad” planteada por la ley promulgada luego de los acuerdos entre el gobierno y los marchistas, ni cuáles serán sus consecuencias prácticas. Luego de proponerlo, los propios indígenas se opusieron al término porque temen que convierta en delito algunas actividades relacionadas con  sus formas de subsistencia. También temen que se prohíban los emprendimientos comerciales de explotación de los recursos naturales que empresas privadas realizan en el Parque; los pueblos indígenas están dispuestos a defender estos emprendimientos en la reglamentación de la ley. Los líderes son conscientes de que han logrado torcer la voluntad inicial del gobierno pero también saben que deben rendir cuentas a sus bases y, sobre todo, generar nuevos acuerdos con aquellos habitantes del territorio que pedían la carretera. Asimismo, sectores cocaleros de Cochabamba y de zonas aledañas al TIPNIS buscan que se revoque la ley y amenazan con iniciar una nueva marcha, exigiendo la articulación vial entre los departamentos de Beni y Cochabamba. 

Por otra parte, uno de los resultados más negativos que dejó el conflicto del TIPNIS ha sido la pérdida de protagonismo de las recientes elecciones judiciales, una medida revolucionaria por donde se la mire. Pensemos lo lejos que estamos en otro países de América Latina de poder elegir por voto universal a quienes conforman la Corte Suprema. No sólo estamos lejos efectivamente, sino que tampoco forma parte de nuestro horizonte de posibilidades ni de los reclamos populares. Una primera aproximación a los resultados de las elecciones muestra la presencia de indígenas y mujeres entre los elegidos/as y enseña el camino a seguir: la justicia debe estar al servicio de aquellos/as que históricamente han sido los/as más desfavorecidos/as en este país. Asumir como tarea la transformación de la justicia implica tener en cuenta que hasta este momento los jueces y juezas han estado en su mayoría subordinados/as a los intereses de una oligarquía aristócrata. Descolonizar la justicia, erradicar la injusticia, y revolucionar el aparato judicial: esos son los retos que hay por delante: la construcción de un nuevo poder judicial forman parte de la apuesta por delinear el Estado Plurinacional.

En este complejo escenario histórico, algunas organizaciones que se sienten parte de este proceso y siguen luchando desde adentro por la profundización y la reconducción del mismo, han acuñado el concepto de corresponsabilidad, idea clave para poder pensar en los errores y los aciertos compartidos. Considerar que todo lo que pasa en este Estado es “malo” y que lo  que sucede en los movimientos sociales es “bueno” es caer en simplismos que resultan de muy poca ayuda para entender las contradicciones reales que atraviesan los procesos históricos. Los movimientos sociales no pueden reproducir lógicas paternalistas: el movimiento originario campesino indígena tiene que asumir su rol histórico y seguir siendo protagonista de este proceso. Pero no se trata de justificar cualquier política ni hay que dejar de lado que quienes ocupan cargos en el Estado cuentan con una batería de recursos cualitativa y cuantitativamente distintos a los dirigentes y las bases de los movimientos sociales. En Bolivia se modificaron las relaciones clásicas entre el Estado y la sociedad civil; profundizar las grietas que han abierto en el Estado capitalista, colonial y patriarcal que han heredado y transformarlo definitivamente es uno de los desafíos políticos más grandes que enfrentan. De este proceso se espera mucho más que medidas redistributivas y una tendencia hacia la justicia social: el horizonte de buena parte de quienes le dan vida es trascender el capitalismo.  
Pretender que las teorías y prácticas sobre cómo hacer la revolución sean las mismas en todo tiempo y lugar es un infantilismo. Y esto de ningún modo significa caer en posiciones posmodernas relativistas; muy por el contario, es considerar como punto de partida las condiciones reales de lo existente y las formaciones sociales históricas concretas. Quizás las palabras de Si Ben M´hidi no sean tan distintas a las que Evo escucho de sus yatiris en Tiwanaku en enero de 2006. Pasaron desde ese momento poco más de 5 años. Los ojos de toda América Latina y del mundo están posados en este pequeño país que se ha levantado después de 516 años de sometimiento y ha comenzado a andar el difícil camino de la emancipación. 

PD: agradecemos a nuestros/as compañeros/as del Viceministerio de Descolonización por abrirnos las puertas y dejarnos compartir con ellos este camino de lucha y resistencia y al colectivo del Wayna Tambo por generar de modo permanente espacios de reflexión que habilitan a seguir pensando e inventado. 

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BOLIVIA

Apuntes de coyuntura en torno al proceso de cambio

El conflicto por la construcción de una carretera que, en su trazado inicial pasaba por una reserva natural y, finalmente, suspendida, o las elecciones para elegir a los jueces forman parte del proceso de cambio de Bolivia, un proceso no libre de contradicciones.
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Por Katu ARKONADA 
Militante del proceso de cambio en Bolivia
Es en este momento histórico donde surgen los monstruos; las crisis y contradicciones que si se enfrentan como un desafío para avanzar, permitirán profundizar e, incluso, radicalizar la Revolución Democrática y Cultural en Bolivia, pero si no se hace caso de las señales de alerta que nos llegan, caemos en el riesgo de una restauración de lo antiguo.
El recientemente encauzado conflicto por la construcción de una carretera en el Territorio Indígena y Parque Nacional Isiboro Sécure (TIPNIS), puede ser tomado como la cristalización de las contradicciones, pero también límites, del proceso de cambio en Bolivia.
Por un lado, y como hemos reiterado por escrito en numerosas ocasiones, desde la victoria en las elecciones presidenciales de diciembre de 2009 donde se obtuvo un 64% de apoyo popular, se ha dado una muy mala gestión gubernamental de los conflictos, tanto a nivel sectorial como territorial, que han cristalizado en dos conflictos nacionales: La imposición del decreto de nivelación de precios de los combustibles, popularmente llamado «gasolinazo», en diciembre de 2010 y el conflicto del TIPNIS.
Este conflicto nos ha demostrado que todos los actores del mismo están atravesados por lógicas del capitalismo y la modernidad, algo muy a tener en cuenta en la construcción de un nuevo modelo de Estado.
Tanto el movimiento campesino, conformado por cocaleros y comunidades interculturales, para quienes la carretera es sinónimo de progreso, además de una buena parte de las comunidades indígenas del TIPNIS que demandan la carretera como sinónimo de la llegada del Estado a sus comunidades especialmente en lo referente a salud y educación, como la propia marcha en donde hubo algunos sectores que demandaban la instauración de mecanismos de capitalismo verde, la nueva expresión colonial reciclada del capitalismo, muestran las dificultades de conformar un proyecto común de Estado Plurinacional bajo ese horizonte alternativo y de desarrollo nombrado en la nueva Constitución como «Vivir Bien».
El Gobierno, por su parte, también está atravesado por las mismas lógicas, además de tener en el Ejecutivo a sectores reaccionarios heredados de la etapa neoliberal, lo cual provoca una disputa interna o cuanto menos fuertes resistencias al interior del propio Gobierno sobre los sentidos del proceso.
En las últimas semanas, han circulado escritos donde se presenta a los pueblos indígenas del Oriente como portadores en sí mismos de una especie de posición contraria a un modelo extractivista, rechazando que puedan tener contradicciones o, incluso, ser o mantener posiciones alineadas en la derecha.
Este tipo de ideas reactualizan la noción colonial del buen salvaje de Rousseau y no permiten ver al actor con sus ambivalencias y contradicciones. Además, en estos escritos no podemos apreciar la historia, los actores y las luchas concretas como parte del análisis.
El conflicto del TIPNIS nos obliga a introducir capas y matices a un conflicto en un país como Bolivia, cuya población indígena, que supera el 60% según el último censo de 2001, conforma la sociedad abigarrada que nos describía el gran sociólogo boliviano Zavaleta.
Frente a estos análisis simplistas y postmodernos, mantenemos la posición de que la lucha en defensa de la Madre Tierra sólo es legítima cuando se hace desde claros posicionamientos antiimperialistas, anticolonialistas y anticapitalistas.
Además, el conflicto del TIPNIS nos interpela sobre cómo dar una solución a las demandas de los sectores populares y clases subalternas, en este caso campesinos quechuas y aymaras desposeídos durante los 500 años de invasión colonial, con más dureza si cabe durante los 20 años de neoliberalismo.
¿Cómo resolvemos la demanda de justicia social y la de justicia con la Madre Tierra? ¿Dónde está el vínculo estrecho entre los derechos colectivos y los derechos de la Madre Tierra? ¿Qué pasaría si se hace una consulta bajo reglas y procedimientos propios a las 64 comunidades del TIPNIS y sale de manera mayoritaria un posicionamiento a favor de la carretera por el TIPNIS? Realmente es necesario y urgente un debate en Bolivia en torno a la tierra y el territorio, así como un verdadero proceso de reforma agraria.
En todo caso y como símbolo de los límites de este proceso, siendo conscientes de que la actual coyuntura y los diferentes intereses quizás no permitían otra salida, se nos queda un sabor agridulce porque de nuevo las dirigencias, sean estatales o indígenas, deciden sobre las bases. Hubiera sido deseable aprovechar este conflicto para hacer un proceso de consulta modélico para la región y para los pueblos indígenas a nivel global. A día de hoy, seguimos sin saber con certeza lo que piensan las 64 comunidades del TIPNIS.
En la masiva movilización de centenares de miles de personas del 12 de octubre en la que marchamos junto a los movimientos sociales de todo Bolivia, varias comunidades del TIPNIS incluidas, nos manifiesta claramente que a pesar de las contradicciones y errores, que deben ser siempre denunciados, y además de la autocrítica necesaria, los movimientos sociales y pueblos indígenas de Bolivia siguen considerando este proceso como suyo, asumiendo a Evo Morales como un hermano y compañero, sintiéndose ellos mismos parte del Gobierno.
No hacer esta lectura es, además de una clara posición reaccionaria, hacer el juego a la derecha en Bolivia. Pero mucho más allá que esto, el no asumir que hay una mayoría de movimientos sociales y de la población en general que sigue apoyando el proceso de cambio y al Gobierno, implica en primer lugar invisibilizar a los actores en este proceso, que no es sólo el Estado, el Gobierno, el MAS o los funcionarios, sino actores populares indígenas que además fueron claves en el ciclo de movilizaciones anti neoliberales.
En segundo lugar, no reconocer a este actor y su movilización en defensa del proceso de cambio, implica volver sobre la línea moral y limitada, de creer que este Gobierno vació su contenido popular y organizativo.
En tercer lugar nos muestra que los procesos de cambio no sólo se hacen con el Estado y el Gobierno sino con actores organizados que además reconocen en la movilización la posibilidad de disputar el proceso.
El tercer gran elemento de análisis para entender la coyuntura actual nos lo ofrece una lectura de los resultados de las elecciones judiciales celebradas el 16 de octubre.
Estas elecciones han supuesto un proceso inédito en el mundo, una herencia de la Asamblea Constituyente en la que se propuso elegir por sufragio popular a las autoridades judiciales del Tribunal Supremo de Justicia, el Tribunal Constitucional, el Tribunal Agroambiental y el Consejo de la Magistratura.
A falta de los resultados finales, el promedio de votos válidos va a estar en torno al 43%, mientras que el total de votos nulos no va a superar el 41%. Esto se convierte en una clara derrota de la oposición de derecha, MSM incluido, que había apostado toda su maquinaria por el voto nulo con la intención de desgastar a Evo Morales y al MAS. Si bien debido a la alta abstención del 20% y la dificultad de emitir un voto válido en unas elecciones en las que contábamos con una mega papeleta con 115 candidatos con sus correspondientes fotografías, pareciera que el voto nulo ha sido alto, es conveniente analizar los datos numéricamente para desmontar esta hipótesis.
Podríamos considerar que esa alta abstención de un 20% (en cualquier caso bajísima comparada con cualquier proceso electoral en Europa), no lo es tanto si vemos que en las elecciones a constituyentes en 2006, en la que también se votaban a muchos candidatos desconocidos, la abstención fue del 15.61%.
También debemos detenernos en el número de votos alcanzado por la oposición en las presidenciales de diciembre de 2009, que fue de 1.610.415 votos. Ese es el voto duro anti Evo, racista y excluyente, y si a esa cifra le sumamos los 155.089 votos nulos que se dieron de manera técnica (ninguna opción política pidió el voto nulo) y los 543.348 votos que el MSM obtuvo en las elecciones municipales de abril 2010 (en diciembre 2009 iba en coalición con el MAS), obtenemos un total de 2.308.852 votos que sería el total de votos de la oposición al MAS y Evo Morales en el momento actual.
Sin embargo, y con los datos del escrutinio al 90%, y un 41,80% de votos nulos, la estimación es de 1.573.222 votos en un escenario con toda la oposición unida pidiendo el voto nulo, en un proceso donde ni siquiera se han enfrentado a una papeleta con Evo Morales y el MAS en la misma y donde la represión policial a la marcha del TIPNIS ha influido en el imaginario de los sectores de clase media y urbana, con una consigna por parte de la oposición de «Vota TIPNIS, vota NULO».
Por último, pero quizás como elemento más importante del análisis, lo que pareciera un déficit del propio MAS y del Gobierno, la falta de una estructura orgánica de partido así como de implementación territorial, donde no han podido bajar línea para votar por los candidatos más cercanos, nos muestra un escenario donde se produce un importantísimo avance en el proceso de descolonización.
Ante la falta de consignas y de candidatos oficiales, ante el desconocimiento del curriculum de los 115 candidatos, los sectores populares, las clases subalternas, han votado por los suyos. Los candidatos más votados se apellidan Mamani, Cusi, Choque, Huarachi, además de vestir poncho, pollera y sombrero.
El conflicto del TIPNIS y la coyuntura política general llevaron a Morales a la convocatoria de una cumbre con todos los movimientos sociales y sociedad civil organizada en general, para definir los elementos centrales de una nueva «agenda de octubre», una agenda para el proceso y el Gobierno.
Estas líneas tienen el objetivo no sólo de facilitar a los lectores una compresión de lo que está sucediendo en Bolivia, sino de aportar al debate interno y construcción de propuestas para esta nueva agenda del proceso de cambio.

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