lunes, 3 de octubre de 2011

OTRA CRISIS ALIMENTARIA Y AL "DIOS MERCADO" NO HAY QUIEN LE TOSA


OTRA CRISIS ALIMENTARIA Y AL "DIOS MERCADO" NO HAY QUIEN LE TOSA
Por Vicent Boix
-Escritor, autor del libro El parque de las hamacas y responsable de Ecología Social de Belianís. Artículo de la serie “Crisis Agroalimentaria”, ver más aquí-

3 de febrero. Comunicado de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO): El “Índice para los Precios de los Alimentos” batió un nuevo record histórico en enero de 2011. Por primera vez se situó en los 231 puntos de promedio1 cuando antes de 2007 nunca rebasó los 120.2

Estos datos, como es lógico, han encendido las alarmas ante otra posible crisis alimentaria, aunque conviene resaltar y subrayar que no se trata de una crisis por escasez de alimentos porque incluso en los años de déficit se cubre la demanda con las reservas, que luego, en épocas de buenas cosechas se recuperan para afrontar nuevamente los periodos de vacas flacas. El problema real es que, llenar los estómagos se ha dejado en manos del mercado y de su “lógica”, y en una de sus piruetas, se ha originado una nueva subida vertiginosa de los precios de los alimentos que dificulta el acceso a ellos. El motivo del ascenso, mayoritariamente se achaca a la volatilidad de los precios y a un desequilibrio por una mayor demanda y una menor oferta.
La reducción puntual de la oferta estalló en Rusia por las malas cosechas de trigo debido a las sequías y propiciaron el cese de sus exportaciones. Otros estados como Ucrania y Canadá también sufrieron disminuciones y restricciones, por eso, ya durante el verano de 2010, en la bolsa de futuros de Chicago el trigo sufría un incremento de precio del 60-80%. Desde entonces la tendencia alcista en los mercados se ha disparado y propagado a otros alimentos. El informe “Perspectivas Alimentarias” que elabora semestralmente la FAO, en su última edición (noviembre de 2010) auguraba para este año una disminución del 2% en la producción de alimentos. Luego, Estados Unidos, Europa, Argentina y Australia anunciaron cosechas menores a las previstas. Otros hechos recientes como el ciclón en Australia, el temor de que la inestabilidad en ciertos países árabes propicie alzas en los combustibles, los cultivos arrasados por las recientes tormentas e inundaciones en varias naciones de la África austral o la alerta por sequía en el norte de China -emitida por la FAO mientras se escribe este artículo, echan más leña al fuego generando temor en los mercados y en la sociedad.
Cada vez parece más claro que algunos de estos sucesos podrían tener su epicentro en la endémica crisis ecológica. Lester Brown, fundador del “Worldwatch Institute”, escribía un artículo en la revista “Foreign Policy” en el que vinculaba una menor productividad a la erosión del suelo, el agotamiento de los acuíferos, la pérdida de tierras agrícolas, el desvío de agua de riego a las ciudades, el estancamiento de los rendimientos de los cultivos en países avanzados y a eventos relacionados con el cambio climático como las olas de calor y las sequías.3
Todo ello redunda en una menor oferta mientras la demanda crece, al parecer, por un mayor consumo de alimentos a nivel mundial y por un incremento en el uso de los  agrocombustibles. Por lo tanto y aplicando la “lógica” del mercado, los precios están ascendiendo rápidamente amenazando la seguridad alimentaria de millones de personas. Pero aún así, la contradicción es clara, porque si no existe un peligro real de escasez ¿cómo es posible que los mercados actúen desesperadamente como si existiese?
Tal vez el meollo de la cuestión estribe en que la “lógica” del mercado es bastante peculiar y más cuando manos ocultas mecen la cuna de la alimentación. Alguna x se puede despejar al ver la siguiente tabla, que proporciona datos sobre los cereales por constituir nuestra base dietética y porque propiciaron la escalada de precios actual.

2000-2001
2003-2004
2007-2008
2010-2011*
Producción Mundial 
(millones  toneladas)
1863,6
1883
2131,8
2216,4
Utilización Mundial 
(millones  toneladas)
1896,4
1955,6
2120,2
2253,8
Diferencia
 (millones toneladas)
-32,8
-72,6
11,6
-37,4
Reservas
(millones toneladas)
610
420
444,6
512,5
Índice de la FAO para el Precio de los Alimentos
93
(2001)
112
(2004)
185
(2008)
231
(Enero 2011)
Desnutrición
(millones de personas)
833
840
910 (2008)
1025 (2009)**
-
Fuente: Confeccionada con datos FAO.4 (*) Previsión. (**) Valor condicionado por la crisis de precios de 2007-2008.
Como se observa, no ha existido riesgo de escasez en la última década y las reservas existentes para 2011 garantizan...leer nota completa

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PEPINOS, HIPOTECAS E INCONGRUENCIAS
Por Vicent Boix
-Escritor, autor del libro El parque de las hamacas. Artículo de la serie “Crisis Agroalimentaria”, ver más aquí-
14 de junio de 2011
Hace unos años España empezó a transformarse en una inmensa estepa de color marrón grisáceo,
gracias a la expansión atroz de ladrillos y cementos. En la estela de semejante transformación y por inercia se generó riqueza, creció la economía y muchos se subieron en la cresta del “sueño ibérico”. Fueron los años de la España abducida y feliz. De la orgia económica colectiva. Del lujo para hoy escasez para mañana. Una lapidaria, repetida y mítica frasecita -hoy degradada a la categoría de timo de la estampita- resumiría aquellos alegres años: “Sí, mi casa me ha costado un riñón y parte del otro, pero yo he invertido en una vivienda porque los precios no bajarán, a lo sumo se mantendrán”.
Era el ciclo del pack: hipoteca, más crédito para muebles de diseño, más otro préstamo para un coche guapo, más otro para un viajecito por el Caribe para liberar tanto estrés acumulado. Todo con una nómina. Quién no se atrevía estaba lerdo. Mientras los bancos encantados, que cuando vino la mala “papá estado” ya se encargó del boca a boca revitalizante.
Se comenta esto porque en esa época dorada donde el consumismo adquirió rango de religión y en el estado español se vivía en una tómbola lisérgica de luz y de color, la agricultura y sus agricultores ya estaban en la UVI con encefalograma plano profundo. De hecho, desde hace lustros que el campo está de luto, en horas bajas y tocando fondo. Todo por una bacteria más dañina y peligrosa que la E. Coli, llamada economía de mercado, que ha permitido que multinacionales y grandes intereses económicos se hayan hecho con las riendas de la alimentación mientras ahogan y exprimen al pequeño agricultor y campesino. Una bacteria que ha condenado a la inanición a millones de personas. Que ha transformado la tierra y la vida en un gran negocio donde ya no es preciso generar alimentos, trabajo y futuro, y sí grandes réditos que unos pocos se reparten ante la desazón e impotencia generalizada de los agricultores.
Ante esa bacteria -que se reproduce en ministerios, parlamentos y cumbres de diversos organismos multilaterales- no ha existido esa indignación generalizada que ha surgido ahora ante las decisiones irresponsables, dañinas y precipitadas de ciertos estamentos alemanes ante la “crisis de los pepinos”. El rechazo social ha sido unánime y mucha gente se ha cabreado con el trato recibido, pero me da la sensación que este mosqueo tiene un origen más bien chovinista y patriotero similar al que brotó con la “ocupación de Perejil”, L’Estatut o el codazo a Luís Enrique.
La palma en todo este show se la ha llevado algún que otro medio de comunicación, de esos que, por una parte anuncian las ventajas de comprar la comida a los principales verdugos del agricultor (la distribución moderna y cadenas de supermercados), y que por otra se solidarizan, pepino en mano, con las desgracias de los agricultores ante la vejación recibida. Sin olvidar, por supuesto, el papel del “bipartidiato” que se ha turnado en el poder durante los últimos 30 años, que ahora clama justicia cuando durante años ha hecho oídos sordos a las quejas de una agonizante agricultura tradicional. 
Pero, pasarán los meses, la E. Coli se olvidará (hasta que deje más muertos por ahí) y la “crisis de los pepinos” será historia. Y cuando esto suceda la bacteria sistémica del mercado libre seguirá campando a sus anchas para que los agricultores sigan sin cubrir costes, abandonando la tierra y claudicando ante los intermediarios y distribuidores. Todo para que estos últimos se enriquezcan y para que muchos ciudadanos que ahora se rasgan las vestiduras por los agravios que han recibido nuestros pepinos, puedan ahorrarse hasta el último céntimo al comprar un kilo de melocotones y así poder sufragar la hipoteca, los muebles de diseño, el coche guapo, el crucero en el Caribe, las cuotas del gimnasio y la cirugía estética para unos decaídos pechos. Melocotones por cierto, que tal vez se importen de países del sur porque allí los costes de producción son más económicos. De esta forma se machaca a los agricultores que ahora reciben la solidaridad colectiva ante el golpe alemán, mientras en los estados del sur la tierra se destina, no a la labranza de alimentos básicos para sus poblaciones sino a la siembra de cultivos que acaban en nuestros supermercados.
El consumidor ya sabe que la E. Coli es un clásico de los percances alimentarios. Pero hace unos meses fueron los piensos con dioxinas y agroquímicos también hallados en Alemania. Antes saltaron a la palestra las vacas locas, las gripes aviares y los pollos belgas. Ahora ya suena la campana en China con lo que podría ser otro episodio de inseguridad alimentaria y en un mundo globalizado el flagelo puede extenderse sin parar.
Y es que los “avances de la humanidad” no pueden contrarrestar estos incidentes porque predomina un sistema alimentario donde priva el negocio por encima de todo. Un modelo alimentario donde multinacionales y gobiernos apuestan por una agricultura intensiva a base de semillas transgénicas y agroquímicos. Un modelo alimentario donde los ganaderos alimentan a sus animales con piensos de dudosa procedencia. Un modelo alimentario fuertemente dependiente del petróleo. Un modelo alimentario sintético donde los sabores y los olores naturales se han substituido por sus sucedáneos químicos.
Por tanto, que se calmen los ánimos y que se pidan compensaciones pero sin estridencias. La Eurocopa es el próximo verano y los que simpaticen con la selección del deporte rey ya tendrán sus minutos de éxtasis. Quién en verdad quiera apoyar a los agricultores que escape de este modelo alimentario socialmente injusto, sanitariamente nocivo y ecológicamente insostenible. Que adquiera sus alimentos directamente del agricultor o en mercados y pequeñas tiendas de barrio asegurándose la procedencia, la calidad y el comercio justo. Que estos productos sean de temporada y a ser posible ecológicos. Que luche al lado de los campesinos para que éstos reciban precios dignos y no sean saqueados temporada tras temporada. Y si algún día usted ve a un grupo de “indignados” llevarse alimentos de un supermercado perteneciente a una cadena transnacional… no les silbe y apláudalos porque al fin alguien hizo justicia. Recuerde siempre que quién roba a un ladrón tiene cien años de perdón.
EL PARQUE DE LAS HAMACAS, VICENT BOIX, Icaria Editorial, ISBN 978-84-7426-965-9

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