lunes, 9 de enero de 2012

Plataforma 2012, Carta Abierta, Argumentos: intelectuales en disputa por el relato K


En la cancha se ven las ideas:


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LA REALIDAD EN DEBATE

Plataforma 2012 y Carta Abierta: intelectuales en disputa por el relato K

Un grupo de pensadores presentó Plataforma 2012, un texto con el que buscan iniciar un debate en torno del rol de los intelectuales ante el poder y en el que critican el apoyo “acrítico” al gobierno de muchos colegas. Aquí, dos de sus impulsores, Maristella Svampa y Roberto Gargarella, explican su génesis y Mario Goloboff, de Carta Abierta, recoge el guante.

08/01/12 - 03:53
Plataforma 2012 y Carta Abierta: intelectuales en disputa por el relato K
Néstor. Participó de algunas reuniones de Carta Abierta y fue a 6,7,8. Con el resto de la prensa, nada. / Cristina. En los últimos años sólo comunicó a través de discursos. Gran constructora del "sentido".
¿Debemos ser orgánicos o críticos?
Nunca ha resultado fácil en la Argentina construir, como intelectuales y trabajadores de la cultura, una voz crítica independiente de los diferentes poderes (políticos y económicos), sin caer en reduccionismos y manipulaciones, sobre todo políticas y mediáticas. Pero esto ha empeorado desde 2008, cuando se actualizaron –desde el Gobierno y la oposición– los esquemas binarios y las políticas de consignas, que lejos de enriquecer el debate político, público e intelectual, simplifican y reducen sus márgenes a una cuestión de adscripción pro-K o anti-K.
No somos pocos los intelectuales que venimos sosteniendo una posición coherente, de crítica y propuesta, buscando instalar desde diferentes ámbitos una voz colectiva, por fuera de estos marcos empobrecedores. Con este objetivo, hemos difundido el primer documento de Plataforma 2012 que, si bien cuenta con un núcleo inicial o promotor, no refleja un grupo consolidado, sino un “nosotros” precario, en construcción, que apuesta a la horizontalidad y al debate de las cuestiones hoy consideradas cruciales en nuestro país. Plataforma 2012 apunta a la construcción de un espacio colectivo democrático, aunque por el momento señala sólo un punto de convergencia, en el cual han confluido intelectuales y trabajadores de la cultura, identificados con los posicionamientos, los temas y las necesidades que expresa.

En cuanto a los posicionamientos, los firmantes del mismo presentan claras coincidencias: todos hemos sido críticos de la última dictadura militar; críticos del menemismo y de sus políticas neoliberales; defensores de políticas activas por la igualdad; de un Estado igualmente activo para este fin; todos somos defensores de los derechos humanos y muchos de nosotros nos hallamos muy preocupados por el nuevo ciclo de violaciones de derechos humanos que se ha abierto en la última década.
Muchos pertenecemos a colectivos que actúan desde diferentes ámbitos –por ejemplo, desde el psicoanálisis, los hay quienes acompañan terapéuticamente a víctimas de la represión de ayer y de hoy; desde las ciencias sociales, quienes acompañan diferentes luchas sociales y ambientales; desde el ámbito social y cultural, quienes trabajan con sectores muy vulnerables, como los chicos en situación de calle–. La lista está lejos de ser exhaustiva pues debería incluir artistas, cineastas, investigadores, escritores y demás trabajadores de la cultura, que han suscripto este documento y que desde su propio ámbito interpelan críticamente la actual realidad argentina.
Los temas comunes que nuclean ese punto de convergencia son cuatro. La necesidad de construir un espacio de pensamiento crítico, por fuera de los esquemas maniqueos y los discursos falaces y disciplinarios; colocar el acento en la profundización de las desigualdades (sociales, territoriales, regionales, generacionales); subrayar, más allá del discurso épico del Gobierno,  su asociación con las grandes corporaciones, que cubren un amplio arco de las actividades económicas en el país, desde las grandes cerealeras, empresas como la General Motors o la notoria Barrick Gold, en minería. Advertir sobre el agravamiento respecto de la violación de derechos humanos hoy.
En  lo personal, consideramos que uno de los problemas fundamentales en el campo intelectual es la fractura que se ha operado en el pensamiento crítico en los últimos años. A diferencia de los 90, cuando el continente aparecía reformateado de manera unidireccional por el modelo neoliberal, el nuevo siglo viene signado menos por los discursos únicos que por un conjunto de tensiones y contradicciones de difícil procesamiento. El pasaje al “Consenso de los Commodities”, bajo gobiernos progresistas, legitimados electoralmente, instaló nuevas problemáticas y paradojas que tienden a reconfigurar el horizonte del pensamiento crítico, enfrentándonos a desgarramientos teóricos y políticos, que se cristalizan en un haz de posiciones ideológicas diferentes.
Vaya a saber si nos encontramos ante la antinomia “intelectuales orgánicos” versus “intelectuales críticos”, pero el caso es que muchos de los que hoy apoyan el Gobierno tienen serias dificultades para tomar distancia crítica y cuestionar el carácter nodal de las problemáticas planteadas más arriba. Las críticas siempre son posteriores a un mar de elogios ditirámbicos ofrendados al Gobierno. Por otro lado, suelen negar la responsabilidad del Gobierno nacional respecto de estos temas, invocando un discurso federal, como si estas políticas fuera potestad excluyente de las provincias o el Gobierno nacional no fuera más que una liga de gobernadores. Lejos de ello, asistimos a una fuerte concentración de poder político en manos del Ejecutivo, que indica una vez más, tradición peronista mediante, una gran dificultad por avanzar en una construcción política de carácter plural. Esto se reflejó en las últimas semanas  en la tendencia a confundir legitimidad electoral con licencia social, lo cual ha llevado a la aprobación –entre gallos y medianoches– de un paquete de leyes, entre ellos la Ley Antiterrorista, a espaldas de los reclamos de la sociedad, algo incomprensible e injustificable en un gobierno que se dice progresista y, además, “soberano”.
Esto explica el lanzamiento de este documento. Todo indica que en los próximos años la concentración del poder político, las desigualdades y la acentuación de la dinámica de desposesión (de tierras y bienes comunes) tenderán a agravarse, lo cual coloca a la Argentina en una situación frágil y peligrosa, consolidando un nuevo ciclo de violación de los derechos humanos. No olvidemos que que en el último año y medio hubo 14 muertos por hechos de represión, en gran parte ligados a conflictos por la tierra y la vivienda. Muchas de las víctimas de la represión han perecido por cuestionar una política de acaparamiento de tierras, y por ende, directa o indirectamente, por recusar la expansión de modelos productivos promovidos por políticas nacionales. Existe una clara responsabilidad del Gobierno nacional, cuyo sistema de mediaciones y entramados de poder aparece por lo general denegado y desdibujado, y que los hechos de represión tienden a iluminar de manera cada vez más dramática.
Esperamos que esta convocatoria prospere, más allá de las dificultades. Romper el juego perverso de las antinomias y los esquemas binarios no es fácil ni gratuito. Pero somos conscientes de que es necesario y que a partir de estas coincidencias es posible construir una plataforma colectiva de pensamiento crítico en nuestro país.

* Maristella Svampa, Socióloga. Roberto Gargarella, Jurista.

Hegemonía ante un gran vacío
Tal como se me ha invitado a escribir esta columna, aclaro que no lo hago “en nombre” de Carta Abierta (espacio multitudinario y asambleario en el que suelo participar, pero jamás me otorgó esa honrosa delegación), sino exponiendo un punto de vista personal que, si se quiere, coincide con su perspectiva.
Celebro la aparición de este nuevo espacio, Plataforma 2012, en el que un conjunto de intelectuales expresa, con la más absoluta libertad que sólo puede ejercerse en la Argentina democrática de hoy, sus ideas y posiciones sobre la situación del país. Es lo que, entre otras cosas, Carta Abierta venía sugiriendo y convocando desde su nacimiento. Para enriquecer el debate; para complejizarlo en lugar de simplificarlo y desplazarlo bajo apelativos, insultos y calumnias; para que la reflexión colectiva ayude a desenmarañar los conflictos que padecimos y padecemos; para que en definitiva nuestra sociedad y nuestra democracia se beneficien con él. Es, quizás, uno más entre los tantos méritos que la novísima Plataforma olvida reconocer a la antigua y ceñuda Carta Abierta.
El aspecto de la declaración que sobresale desde la primera línea (además de las conocidas críticas al Gobierno y, de paso, o como principal objetivo, a los comunicadores que le son afines) son los conceptos (que necesitarían de muchas páginas y horas para ser honestamente discutidos y elaborados) de “relato” o “discurso” “hegemónicos” y de pensamiento o “discurso único”.
Creo que se equivoca Plataforma cuando, mezclando y confundiendo, califica así lo que no es más que la legítima defensa por parte de algunos medios (muy poco poderosos, muy poco influyentes por tiraje o audiencia) y de algunos comunicadores (los menos) de las realizaciones positivas que han encarado los gobiernos nacionales desde 2003 a la fecha. Aparte de que no es lo mismo hegemonía que unicidad: si se habla de “discurso único” como sinónimo de hegemónico se está ya evocando dictadura, régimen totalitario, y esa acusación me cuesta creer que esté en la cabeza ni de los más afiebrados intelectuales opositores.
Dentro de los que construirían ese relato hegemónico ubica Plataforma también a Carta Abierta, espacio al cual, con un empujón no muy delicado, se hace aparecer en los entresijos del texto como “voceros del Gobierno”. Lo que es llanamente mentira si se pretende discutir en determinado nivel ideológico y ético. O se desconoce el ámbito abierto, multitudinario, contradictorio, vehemente y contestatario en que se desarrollan las reuniones de Carta Abierta y/o no se han leído atenta y desprejuiciadamente las sucesivas “cartas” y sus graves líneas sobre pueblos originarios, tierra, minería, salud, género, cuestión gremial, Ley Antiterrorista... (Una buena lectura resolvería, además, otro enigma: ¿en cuál de las “cartas” se ha descalificado al interlocutor y se ha estigmatizado la disidencia?)
Hegemonía supone predominio, supremacía. Parece, simplemente, que no es válido hablar de discurso hegemónico cuando no hay otro discurso con el cual cotejarlo. ¿Hegemónico respecto de qué? Es cierto que la primacía ideológica se gana en la conciencia de la gente, en combate con otro discurso. Pero, en el caso argentino, ¿dónde está ese otro discurso? ¿En los titulares de algunos diarios opositores? ¿En las consignas de los pobres comunicadores de los multimedios? ¿De los últimos candidatos presidenciales? ¿Plataforma considera seriamente que eso es un “discurso”?
¿No estará dando cuenta Plataforma de una ausencia, de un formidable vacío? ¿Y de una aplastante derrota electoral que habrían mitigado un programa y un discurso alternativos, creíbles, sustentables? Si se me permite el humilde consejo, sugeriría a los amigos de Plataforma que, en vez de esos lugares comunes y repeticiones de la crítica antikirchnerista de los que ya abunda material descartable, ayuden a su oposición a elaborar un mínimo discurso que contrapese a aquel “único”. Es decir, un buen y sólido discurso en el que reúnan sus apiraciones por una patria liberada de intereses monopólicos ligados con los foráneos, de oligarquías tradicionalmente expoliadoras y de clases poseedoras que aplastaron al pueblo durante casi toda nuestra vida independiente; por pan y techo y salud para todos, por una política igualitaria de género, por una educación y una cultura popular de masas, gratuitas, laicas y calificadas… A riesgo de que no quede claro en quiénes se ha “producido una metamorfosis en relación con su historia y su postura crítica…”.
* Mario Goloboff. Escritor y docente universitario.

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