martes, 21 de febrero de 2012

“Se está expulsando a poblaciones de sus tierras con dinero de todos nosotros”



18-02-2012

Paraguay
Los agronegocios ponen en riesgo agricultura familiar

Noticias Aliadas

Sistemas alimentarios tradicionales van desapareciendo ante el avance de la agricultura a gran escala

La agricultura, como práctica familiar campesina e indígena que durante siglos garantizó de manera natural la alimentación en el actual territorio paraguayo, está amenazada por un reducido grupo de productores que desarrollan un modelo de agricultura tecnificada a gran escala, que reduce cada vez más el empleo de mano de obra, y en la que las corporaciones multinacionales pasan a tener control sobre los recursos naturales: suelo, agua y la biodiversidad de gran parte del territorio paraguayo.
Desde principios de la década de 1970, durante la dictadura de Alfredo Stroessner (1954-89), se abrió el campo paraguayo al desarrollo de agronegocios, entre ellos el cultivo masivo de soja, convencional primero y transgénica después, en manos de empresas transnacionales.

Desde entonces el avance de esta práctica basada en la mecanización, y la utilización de agrotóxicos ha sido constante. El sector latifundista y las empresas transnacionales agropecuarias —Monsanto, Cargill, Archer Daniel Midlan (ADM), Shell Agro, Dow, BASF, Mosaic, Bunge, Dupont, Syngenta, Bayer, así también entre otras— que acaparan el mercado de la semillas transgénicas, agrotóxicos y el comercio de cereales se han apropiado de grandes extensiones de tierras.
Este modelo económico productivo fuerza a la población rural a la sustitución de alimentos deseados, como la carne bovina, por otros menos apreciados y de menor valor nutritivo, afectando su capacidad de adaptación a las nuevas condiciones ambientales y deteriorando su sistema alimentario tradicional, según Marcos Glauser, antropólogo e investigador de la no gubernamental Base Investigaciones Sociales (Base IS).
La desaparición de fuentes naturales de alimentos silvestres que formaban parte de los sistemas alimentarios tradicionales indígenas, a causa de la deforestación y destrucción de bosques, también afecta en ese sentido.
En este contexto están amenazadas prácticas de siembras o, peor aún, a punto de desaparecer algunos de estos rubros de producción agroecológica: caña de azúcar, yerba mate, tung, tártago, soja orgánica, maíz y arroz orgánico, sésamo, frutas y hortalizas, algodón, maní, poroto (frijoles), naranja agrio (base de la esencia de petit grain), menta (esencia de menta), ka`a he´ë (stevia), cedrón, miel de abeja (por desmontes y degradación de hábitat), animales domésticos (tipo granja), entre otras formas.
La base de este modelo productivo se encuentra en organismos genéticamente modificados (OGM), más conocidos como transgénicos. Los OGM son variedades vegetales o animales creadas artificialmente en laboratorios, cuya característica es la introducción de genes de otras especies para crear organismos nuevos. Las semillas genéticamente modificadas están diseñadas para resistir herbicidas de amplio espectro (glifosato, glufosinato).
El comercio de semillas transgénicas estaba prohibido en el país hasta que recibiera autorización del Ministerio de Agricultura y Ganadería en el año 2004. El uso de las semillas transgénicas siempre ha sido cuestionado por organizaciones no gubernamentales, movimientos sociales, campesinos e indígenas, sin embargo, en 1999 éstas empezaron a ser introducidas de contrabando desde la Argentina por los grandes productores sojeros.
El principal potencial futuro que ofrece la manipulación genética es el lucro, por eso el negocio de los transgénicos pasó a manos de las compañías transnacionales de la biotecnología, que dominan los mercados mundiales de fertilizantes, abonos, semillas, agrotóxicos (como glifosato, herbicida usado para eliminar plantas no deseadas), entre las que se encuentran: Monsanto, Cargill, ADM, Bunge, Dupont, Syngenta, Bayer, Shell Agro, Dow, BASF, Mosaic y Dreyfus.
De la misma forma las maquinarias utilizadas provienen exclusivamente de empresas transnacionales —tractores, cosechadoras, fumigadoras y sembradoras—, cuyos costos en los concesionarios oscilan entre US$100,000 y $400,000. La rentabilidad de la producción de soja como monocultivo depende de grandes extensiones de tierra, uso intensivo de fertilizantes químicos, semillas transgénicas, requiere de poca mano de obra agrícola al utilizar maquinarias especilizadas, de tal forma que se necesita un solo empleado para cultivar entre 100 y 200 Ha, constata el investigador estadounidense, Richard Doughman, en su libro La chipa y la soja, la pugna gastro-política en la frontera agroexportadora del Este paraguayo.
Doughman explica en el texto que “la cadena productiva de la soja se ha expandido con tal intensidad, empezando en las regiones este y sureste del país, que ha convertido a Paraguay en el cuarto exportador mundial de soja transgénica con más de 2 millones de hectáreas cultivadas con esta leguminosa, en tanto ocupa el sexto lugar en la producción mundial de esta oleaginosa.
La superficie sembrada de soja en el año 2010 alcanzó 2.83 millones de hectáreas, equivalente al 7% del territorio nacional.
Entorno macroeconómico
Lo paradojal del modelo productivo paraguayo es que a pesar del crecimiento macroeconómico —14.5% en el 2010, el primer lugar en América Latina, según el Fondo Monetario Internacional, gracias, en gran medida, a la producción de 8.4 millones de toneladas de soja—, la población en situación de pobreza extrema creció en el mismo periodo de 19% a 20%, según la Dirección General de Estadística, Encuestas y Censos (DGEEC).
“El modelo de los agronegocios destruye empleo, tanto urbano como rural, en donde un 20% [poco más de un millón de los 6.7 millones de paraguayos y paraguayas] vive en la pobreza extrema en un país que actualmente es señalado como el cuarto exportador mundial de granos de soja, y sexto de carne, récord en exportación pero con el consecuente debastecimiento del mercado local. Una población que pasa de consumir 70 kg de carne per cápita se redujo a 30 kg per cápita”, compara la abogada Milena Pereira Fukuoka, autora del libro El Estado y la garantía del derecho a la alimentación adecuada en Paraguay.
A partir de los impactos medioambientales, económicos y sociales que genera el llamado “boom de la producción sojera transgénica” en Paraguay, situación denunciada por las principales organizaciones del campo —Movimiento Campesino Paraguayo (MCP), Coordinadora Nacional de Organizaciones de Mujeres Trabajadoras Rurales e Indígenas (CONAMURI), Organización Nacional de Aborígenes Independientes (ONAI), entre otras—y organismos no gubernamentales como Base IS, Alter Vida y Sobrevivencias, se discute cada vez más acerca de la responsabilidad de los agronegocios en la destrucción de los suelos, su interferencia negativa en la biodiversidad con la masiva deforestación, la contaminación de arroyos, ríos y acuíferos, y su cuota de responsabilidad en la exclusión de campesinos e indígenas de la cadena de producción agropecuaria, acompañada de la expoliación del patrimonio natural y cultural de gran parte de la población rural.
“Afrontar los problemas estructurales de la seguridad alimentaria en el Paraguay sólo podrá realizarse mediante el efectivo apoyo del Estado”, afirma Pereira Fukuoka.
Pereira Fukuoka considera que esa ayuda debe consistir en permitir el acceso a la tierra como medio de producción “a los campesinos y comunidades indígenas, con asistencia técnica adecuada para los pequeños agricultores, programas de diversificación agrícola y de crédito blando a largo plazo”.
A través del Plan Estratégico, Económico y Social 2008/2013, junto con el Plan Nacional de Soberanía y Seguridad Alimentaria y Nutricional del Paraguay (PLANAL), el gobierno busca revertir la situación de la población expuesta a la prevalencia de la desnutrición, malnutrición y enfermedades de base alimentaria, que abarca a cerca del 40% de la población del país.
Respecto a la agricultura familiar, en el PLANAL se destacan algunos programas de incentivos y apoyo a la producción agricola, afirmándose la necesidad de una mejor evaluación de los mismos, pues estas iniciativas fueron calificadas como frágiles por las organizaciones campesinas y los agricultores familiares entrevistados, afirma Pereira Fukuoka.
Para el presente año, el Poder Ejecutivo remitirá al Congreso un proyecto de ley sobre seguridad alimentaria, la misma consiste en la distribución de semillas para cultivos, hortalizas y arvejas para los campesinos. El viceministro de Agricultura, Andrés Wehrle, indicó que en el país hay una emergencia alimentaria por la sequía, y el plan abarcará a unas 210,000 familias (de las cuales 28,000 familias son indígenas), que poseen hasta 10 Ha. De aprobarse esa ley, el gobierno invertirá US$3 millones para entregar un kit de alimentos a cada una de las 210,000 familias, confirmó el viceministro. El kit consiste en la distribución de 15 kilos de semillas de maíz y tres kilos de poroto (frijoles) por familia en febrero; hortalizas y arvejas en marzo y abril.
El proyecto de ley pretende garantizar al campesino o indígena afectado que pueda exigir su derecho en caso de que no reciba la asistencia.
Sin embargo, para Pereira, las medidas económicas y productivas adoptadas en los planes, no responderían aún a la redistribución de ingresos, generación de empleo y consideración de las necesidades de la población en materia de seguridad alimentaria, teniendo en cuenta que las principales agencias estatales competentes apuestan a profundizar aún más el modelo agroganadero exportador, sin considerar el adecuado abastecimiento de alimentos para el consumo nacional.
Gran banco nacional de semillas
Por otra parte, el gobierno del presidente Fernando Lugo implementará desde fines de febrero un proyecto de producción, recuperación y comercialización de semillas nativas, mediante un trabajo conjunto de técnicos pertenecientes a la Dirección de Coordinación Ejecutiva de la empresa de energía Itaipú Binacional, productores y la cooperación interinstitucional.
“Una vez que se tenga una suficiente producción se apuntará a la comercialización”, dijo Manuel Galiano, técnico de la Dirección de Coordinación Ejecutiva de Itaipú Binacional. “Es un compromiso asumido por la entidad, por una cuestión de soberanía nacional en este rubro”, remarcó en el portal de noticias de la empresa.
Con su participación, los productores y semilleros se beneficiarán con una alternativa de renta, teniendo en cuenta que no solamente se abocarán a producir y conservar las semillas, sino a comercializarlas, expresó Galiano.
La ejecución del proyecto derivará en la conformación de un gran banco nacional de semillas en la Facultad de Ingeniería Agronómica de la Ciudad de San Lorenzo, el cual incluirá un germoplasma. Esto consiste en un banco genético que posibilitará la preservación de las variedades ante cualquier eventualidad climática o de otro tipo. El banco permitirá una reserva de semillas, además de incidir en la recuperación de la soberanía nacional y alimentaria.
El técnico recordó que las variedades nativas están mejor adaptadas al clima de nuestro país, al suelo y a todo tipo de inconvenientes que puedan surgir especialmente en el aspecto climático. “Son semillas que les conviene al productor sembrar, principalmente para la seguridad alimentaria”, adujo.
Mencionó que hay otro tipo de variedades que tiene una importancia fundamental para la tradición religiosa de los pueblos originarios que también están incluidos en el proyecto, como las de maíz, que se están perdiendo a lo largo de los años.

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15-02-2012



Entrevista con Henk Hobbelink, coordinador internacional de la ONG GRAIN, ganadora del Premio Nobel Alternativo
“Se está expulsando a poblaciones de sus tierras con dinero de todos nosotros”

Periodismo Humano

La ONG GRAIN ha sido recientemente galardonada con el Premio Nobel Alternativo por su lucha contra el acaparamiento de tierras, sobre todo por parte de multinacionales en países en desarrollo.

“Cristian Ferreyra fue asesinado por un disparo de bala a manos de dos hombres armados frente a su casa y su familia. Cristian vivía en San Antonio, un poblado al norte de Santiago del Estero en Argentina. Pertenecía a una comunidad campesina y era miembro de una organización compañera, la organización campesino-indígena MOCASE-Vía Campesina. ¿Su delito? Negarse a abandonar su tierra natal para dar lugar a una masiva plantación de soja, una de tantas plantaciones que se han incrustado en las comunidades rurales de Argentina en los últimos diez años. Así que los dueños de la plantación lo mandaron asesinar. Cristian tenía 25 años de edad”. Así empezó el discurso de agradecimiento de GRAIN al recibir el premio Right Livelihood Award conocido como el Premio Nobel Alternativo el pasado mes de diciembre.
GRAIN (Genetic Resources Action International) se define como una pequeña organización internacional que apoya a campesinos y a movimientos sociales en sus luchas por lograr sistemas alimentarios basados en la biodiversidad y controlados comunitariamente. “Nuestro apoyo consiste en producir investigaciones y análisis independientes, impulsar la vinculación y el tejido de redes a nivel local, regional e institucional y cultivar nuevas formas de cooperación y construcción de alianzas. Casi todo nuestro trabajo se orienta hacia África, Asia y América Latina y se concreta en esas regiones”, explica Henk Hobbelink, coordinador internacional y cofundador de GRAIN.

“Hoy, más de mil millones de personas no tienen suficientes alimentos para comer. Un 80 por ciento de estas personas son productores de alimentos que viven en el campo. Esta situación se debe a las políticas gubernamentales que deliberadamente reemplazan la agricultura campesina con un modelo industrial impulsado por las exigencias de las corporaciones trasnacionales. Este modelo produce mercancías para los mercados globales. No alimenta ni puede alimentar a la gente”, expuso Hobbelink en su discurso al recoger el premio.
“Los fondos que invierten en superficies agrícolas de países en desarrollo son muchas veces fondos de pensiones”
GRAIN fue fundada a principios de los años 80 en Barcelona para luchar contra un modelo de agricultura basado en la uniformidad genética provocando una pérdida en la diversidad genética y de biodiversidad agrícola en todo el mundo: semillas locales y razas de animales. “El problema no es tanto la pérdida de semillas y variedades nativas sino la pérdida de la gente que crea, nutre y mantiene esa diversidad. La “erosión genética”, como le llamábamos hace veinte años, es en realidad únicamente la consecuencia de un proceso mayor que impulsa la agricultura industrial. No vamos a resolver la crisis mundial de alimentos hasta que se detenga el intento de reemplazar los sistemas de agricultura familiar a pequeña escala por sistemas a gran escala con enfoques industriales y controlados por las corporaciones”, argumenta Hobbelink.
El Jurado reconoció tanto a la trayectoria de GRAIN como su lucha contra el acaparamiento de tierras que desde hace tres años están intensamente llevando a cabo. “Gambela es una región de Etiopía que limita con Sudán del Sur. Es el sitio donde ha ocurrido uno de los casos más extremos de acaparamiento de tierras en el mundo. Más de la mitad de toda la tierra arable en la región se ha entregado a inversionistas de la India o Arabia Saudita que ya están allí con sus tractores y expulsando a la gente. Etiopía está en medio de una grave crisis alimentaria y es muy dependiente de la ayuda alimentaria para darle de comer a su pueblo. No obstante, el gobierno ya entregó cerca del 10% de toda la superficie agrícola del país a inversionistas extranjeros para producir materias primas para el mercado internacional”, comenta este ingeniero agrónomo
El cofundador de GRAIN recalca que el acaparamiento de tierras no ocurre solo en el sur: “en la Unión Europea, hemos perdido tres millones de establecimientos agrícolas desde el año 2003. Esto significa la quinta parte de todas nuestras granjas en tan sólo ocho años. Vivir de la tierra se ha vuelto más difícil y, en muchas partes del mundo, más peligroso conforme pasan los días. Los campesinos que han estado alimentado al mundo durante miles de años (y lo siguen haciendo) son ahora calificados como retrógrados, ineficientes; como obstáculos para el desarrollo”.
En 2008 la organización constató que había países con dinero como los estados del Golfo, China, pero con falta de alimentos, que empezaban a comprar tierras en África. Los fondos de inversión también empezaban a adquirir tierras. Comenzaron a redactar informes denunciando esta situación. “No les importaba tener que expulsar de sus tierras a las poblaciones locales. Los fondos que invierten en superficies agrícolas de países en desarrollo son muchas veces fondos de pensiones. Es decir, que esas transacciones se realizan con el dinero de la gente, de todos nosotros, y deberíamos ejercer más presión para que no se dedique a acaparar las tierras del sur”, exhorta Hobbelink.
“Necesitamos un sistema alimentario que alimente a la gente, no a los mercados”
En sus años de vida, GRAIN ha evolucionado hacia un modelo de trabajo más cercano a las poblaciones del sur, a sus problemáticas: “Al principio nuestro trabajo era más teórico, íbamos a reuniones de la FAO… para reivindicar otro modelo de agricultura pero nos dimos cuenta de que era necesario tocar tierra. Por eso, en los 90 descentralizamos para pasar de ser una típica ONG con una oficina en una parte, a una red, donde cada organización que trabaja con GRAIN está en contacto directo con los movimientos sociales agrícolas en el sur”, explica Hobbelink. “Trabajamos, por ejemplo, con la Vía Campesina y lo hacemos mirando la agricultura desde la soberanía alimentaría, basada en la agroecología, en la diversidad y en una agricultura orientada hacia mercados locales. Lo que teníamos claro es que no queríamos ser una ONG de proyectitos en el sur (con todo el respeto a las ONG) que a veces perjudican más que benefician al crear dependencias”, sostiene el coordinado internacional de GRAIN.
Hobbelink está convencido de la necesidad de trabajar juntos, de unir fuerzas. Bien sea en el sur, con organizaciones locales, o en España con herramientas como la revista Soberanía Alimentaria, Biodiversidad y Culturas. “En ella colaboramos con otras organizaciones, Vía Campesina, COAG….para unir fuerzas. Es un análisis y una manera de pensar nuevos, una revista innovadora de pensamiento critico en España”.
En la reunión que la revista ha mantenido recientemente en Amayuelas, se ha mostrado le preocupación de que el concepto de “soberanía alimentaria” sea apropiada por diferentes sectores: “El éxito de la “soberanía alimentaria” como un discurso nuevo también ha sido parte de su problema ya que distintas personas la utilizan para distintos propósitos, lo que ha desembocado en una situación en la que se está vaciando rápidamente de su contenido y significado originales. Las raíces de la soberanía alimentaria están en la vida y la lucha de los agricultores campesinos, los pescadores y los pueblos indígenas. A diferencia de varios otros términos inventados por intelectuales, autoridades políticas y burócratas, la soberanía alimentaria surge de las luchas campesinas como la necesidad de crear un discurso fuerte acerca de las realidades y necesidades locales, que pueda ser escuchado y comprendido en todo el mundo. El primer espacio en el cual los campesinos identificaron el poder transformador de la soberanía alimentaria fue, por supuesto, el espacio local. Es allí donde los agricultores tienen sus raíces y donde crecen las raíces de las semillas que siembran. Es ahí donde la soberanía alimentaria adquiere su dimensión más medular”, recalca Hobbelink.
GRAIN agradece el premio pero afirma que el galardón no es suyo, sino de todo el campesinado que está luchando por mantener sus tierras, su sustento de vida. Por su parte, seguirán trabajando para denunciar los abusos que se cometen contra ellos. Como en su último informe, “El gran robo de la leche”, donde ponen al descubierto como grandes corporaciones de lácteos como Nestlé y otros actores como PepsiCo y Cargill, intentan acaparar todo el negocio de la leche, desde los establos a los mercados. El documento plasma la importancia de la leche para los modos de sustento y la salud de la gente en muchos países del sur y como combaten por ella. Desde 2010, los jarreadores, como llaman a los cerca de50.000 vendedores de leche que surcan las calles colombianas a diario con leche fresca en sus motocicletas, protestan contra los repetidos intentos del Gobierno por terminar con la leche popular.
Pero Henk Hobbelink no se muestra pesimista, cree que la sociedad civil empieza a ser consciente de la problemática y a actuar. “El 15M fue un ejemplo de ello. Además, se ha está produciendo un gran crecimiento a nivel de grupos de consumo, a nivel de barrio… Cada vez hay más gente, más infraestructura para crearlos. Soberanía alimentaria no es solo consumir ecológico y local, también hay que desmontar grandes empresas, hay peleas fuertes, hay que participar y movilizar, cada persona tiene que ver dónde está más feliz contribuyendo y hacerlo”. Según Henk, “ahora está más claro contra qué peleamos y contra qué debemos estar juntos. Esto nos hace muy fuertes. En las últimas protestas del 15M, yo estoy con las personas que apuestan por un cambio estructural porque si tenemos que esperar que los gobiernos hagan algo bueno, la influencia directa del agronegocio y el lobby es tanta que nunca podremos competir. Para GRAIN, la esperanza del cambio viene de dos caminos paralelos: construir alternativas y movilizar una resistencia del poder articulada en redes. Necesitamos un sistema alimentario que alimente de la gente, no a los mercados” .
Fuente: http://periodismohumano.com/economia/se-esta-expulsando-a-poblaciones-de-sus-tierras-con-dinero-de-todos-nosotros.html

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17-02-2012

Vandana Shiva, una de las voces más críticas contra la globalización y los alimentos manipulados genéticamente
“La economía no cuenta cifras clave como el número de niños que sufren desnutrición o los kilómetros que debe andar una mujer para conseguir agua”

Periodismo Humano


Física, filósofa, pacifista y feminista, es una de las pioneras del movimiento ecofeminista. En 1993 le concedieron el Premio Nobel Alternativo y es una de las voces más críticas contra la globalización y contra los alimentos manipulados genéticamente.
Vandana Shiva (India, 1952) es una mujer polifacética: física, filósofa, pacifista y feminista. Es una de las pioneras del movimiento ecofeminista y directora de la Fundación para la Investigación en Ciencia, Tecnología y Ecología (Research Foundation for Science, Technology and Ecology, en inglés) en Nueva Delhi. En 1993 le concedieron el Premio Nobel Alternativo. Es una de las voces más críticas contra la globalización y contra los alimentos manipulados genéticamente.
Para Vandana, “el ecofeminismo es poner la vida en el centro de la organización social, política y económica. Las mujeres ya lo hacen porque se les ha dejado la tarea del cuidado y del mantenimiento de la vida”.“El ecofeminismo, como su nombre indica, es la convergencia de la ecología y del feminismo”, explica didácticamente Vandana Shiva, la cual saltó a la fama en los años setenta al impedir la tala indiscriminada de bosques de su país abrazándose a los árboles al igual que miles de mujeres, creando el movimiento chipko.
Poseedora de una gran fuerza vital e intelectual, Vandana explica la importancia de la ecología y el feminismo para garantizar la supervivencia y la igualdad entre hombres y mujeres que forman parte de una misma especie. Esta optimista mujer fue capaz de movilizar a cinco millones de campesinos de India contra la Unión General de Tarifas de Comercio y de ponerse a la cabeza de la gran movilización contra la globalización en la cumbre celebrada por la Organización Mundial del Comercio (OMC) en Seattle a finales de 1999.
“Pienso que la acción y la reflexión deben ir unidas. No hay una ideología perfecta, es simplemente una política de responsabilidad. La diversidad no es el problema, es la solución para las crisis políticas de la intolerancia, las crisis ecológicas de la no sostenibilidad y las económicas de la exclusión y de la injusticia”, sigue afirmando con una gran convicción.
Vandana cree que el capitalismo ha sido presentado como un modo de crecimiento “pero es en realidad un modo de pobreza y de algún modo la globalización es el clímax final del capitalismo”, reflexiona Vandana en voz alta.
Gran comunicadora, siempre sonriente, afirma que ella viene de una región del norte de la India, a los pies del Himalaya en donde hay muchas cosas para las que no necesitan dinero, sólo amor mutuo. “Por lo tanto, las relaciones son la alternativa al capital. Crear relaciones es la alternativa a la pobreza que causa el capital”, concluye.
Autora de numerosos libros, es muy crítica con la consideración de su país como potencia emergente: “El modelo económico de la India es una catástrofe porque solo funciona para un puñado de personas mientras que son millones las que comen menos y tienen menos agua”. Y, frente a la admiración por el crecimiento de la economía india, que el año pasado fue de un 9%, denuncia: “Lo que muchos consideran un milagro económico es un desastre, sobre todo porque ha dado la espalda a la naturaleza, a sus procesos ecológicos y a los ecosistemas vitales”.
Detrás de un colorido sari al que dice que no piensa renunciar nunca, ya que para ella es un signo de identidad y “bastante más favorecedor que unos vaqueros”, Vandana Shiva es un huracán que sacude conciencias por donde pasa. Es capaz de plantarle cara a las grandes corporaciones internacionales, a las que acusa de criminalizar la agricultura, apropiarse de los recursos básicos y expoliar la tierra.
Mujer vital, valiente, incansable en sus denuncias, es una firme defensora de la agricultura orgánica como la verdadera solución al cambio climático y cree en la necesidad urgente de reforestar el planeta.
Se indigna al hablar de los millones de personas que comen menos y que tienen menos agua para beber, “muchas comunidades se ven obligadas a abandonar sus tierras para que otra fábrica pueda instalarse y miles de granjeros luchan a las afueras de Nueva Delhi contra los proyectos de convertir su tierra de cultivo en zonas urbanas”, matiza.
Vandana denuncia que la economía no tiene en cuenta las cifras clave, “como el número de niños que sufren desnutrición o los kilómetros que tiene que andar una mujer para conseguir agua”. Se siente muy identificada con el líder Mahatma Gandhi cuando afirmaba que los recursos naturales deben ser de dominio público, por lo que el agua no puede ser privatizada ni la tierra monopolizada.
Esta filósofa reconocida mundialmente opina que “la igualdad puede significar dos tipos de cosas, por un lado el parecerse, ser similares, o puede significar diversidad sin discriminación. Yo creo en esta última definición. Quiero tener la posibilidad de ser hindú, no quiero convertirme en una europea. Yo quiero ser y quiero espacio para ser hindú. Yo quiero ser mujer, no quiero convertirme en un hombre, no quiero poder ser violento, como mi segunda naturaleza, no quiero ser irresponsable, no quiero asumir que otra persona tenga que arreglar el desorden que dejo tras de mí, yo tengo que arreglar el desorden que creo”. Por lo tanto, resume con firmeza, “yo quiero la libertad para ser diferente, pero no quiero ser castigada por serlo. Eso es para mí la igualdad”.
Lúcida, revolucionaria, enérgica y carismática, es consciente de las críticas y rechazo que despiertan sus opiniones. Afirma que “el patriarcado capitalista dominante es una ideología basada en el miedo y la inseguridad. Miedo a todo lo que está vivo, ya que cualquier libertad autónoma es amenazante para ellos”. Por eso defiende a capa y espada su ecofeminismo, “que es la filosofía de la seguridad, de la paz, de la confianza”.
Pero quizás uno de sus posicionamientos más duros sea contra el Banco Mundial porque forzó al Gobierno de India a reducir los subsidios que hacían que funcionara la distribución de alimentos. “Ellos lo llamaban subsidios, pero en realidad eran apoyos. Hay que gastar dinero para mantener los derechos fundamentales de nuestra gente. Y el Banco Mundial dijo: ‘No se puede gastar este dinero para alimentar a la gente’. Y así empezó la crisis alimentaria”.
Como consecuencia de esa política, “la gente dejó de comprar comida y empezó a morir de hambre. 50 millones de personas están a punto de morir de hambre mientras 60 millones de toneladas de alimentos se pudren en los graneros. Pero esos 60 millones de toneladas no son excedentes, yo les llamo pseudoexcedentes y ahora están siendo exportados al mercado mundial anunciando que India tiene tanto alimento que lo puede exportar. Pero lo que no dicen es que nosotros tenemos tanto alimento porque la gente se está muriendo de hambre”, remata con indignación.
Asegura que los hindúes ven lo que está pasando y protestan mucho pero sigue soñando con una biodiversidad libre, que pertenezca a los campesinos, donde el agua sea accesible al igual que la comida. “El sistema es muy sencillo de crear”, opina optimista Vandana, “pero está siendo impedido por las políticas que nos gobiernan a nivel internacional y éste es el motivo por el que cada día de mi vida insisto en que tenemos que dejar de cooperar con esas políticas”.
Recuerda con rostro nostálgico a Gandhi cuando caminó hasta la playa para buscar sal mientras los británicos decían que ellos eran los únicos que podían hacer sal, “para así tener más dinero para financiar mayores ejércitos para dispararnos”, concluye con una sonrisa irónica.

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